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El arte de los latidos

854565Examen4 de Mayo de 2013

905 Palabras (4 Páginas)386 Visitas

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El arte de los latidos

Amaba el escenario, pero carecía del más mínimo talento como actriz. No lo descubrió por sí misma, se lo dijeron todos los directores de New York. Hoy, 27 años después, Sue Whitebeat, uno de los grandes mitos del teatro independiente norteamericano, ha impedido que una multinacional patentara el método que ella creó y utilizó para conseguir una actuación impecable: “la terapia de los latidos del corazón”.

El origen de su hallazgo se produjo en el invierno de 1981, cuando viajó a Louisiana para visitar a sus padres. Cenaron. Tras desahogarse de sus repetidos fracasos artísticos, Sue cerró los ojos. Poco a poco, el sonido de los latidos la fue envolviendo con suavidad, alejándola de sus sollozos, quitándole el peso de sus recuerdos, desvaneciendo cada uno de los rostros, olvidando hasta su propio nombre, regresando al principio. Tuvo la sensación de que podía elegir ser cualquier persona… cualquier personaje. Abrió los ojos, retiró la cabeza del pecho de su madre y le pidió que le dejase grabar los latidos de su corazón.

De regreso en casa, con la cabeza fría y el ánimo repuesto, dudó sobre el proyecto que estaba por abordar. Era una locura. Sin embargo, no lo consideró una estupidez, y ese espacio que quedó entre ambos calificativos la entusiasmó. ¿Por qué no puedo volver a nacer cuantas veces quiera? Se dijo en voz alta para zanjar el tema. A continuación, se dispuso a regresar al útero de su madre, colocando en el reproductor la cinta con los latidos. Cerró los ojos.

Experimentó por su cuenta durante varios meses. Cada vez que escuchaba la cinta, se quedaba dormida —error que corregiría—. Y si bien despertaba con la mente en blanco, rápidamente era consciente al detalle de su personalidad real. Hecho que consideró lógico, aunque decidió sacar del dormitorio todo lo dispensable, dejando sólo la cama y el reproductor de cintas, para así reducir al máximo las posibilidades de ser influenciada. Además, sabía que despertar con la mente en blanco no significaba gran cosa porque, a lo largo de su vida, eso le había sucedido innumerables veces. No obstante, lo rescatable y alentador era que ahora le sucedía siempre que realizaba el ejercicio. A partir de establecer esa consecuencia directa, comenzó a probar muchas combinaciones con tres variantes básicas: la hora para iniciar la terapia, los elementos del entorno y su persona, alterando su vestuario y maquillaje. Consiguió ciertos avances y alguno que otro papel en obras de poca importancia. Su nivel mejoraba, pero a un ritmo que a Sue le producía insatisfacción. Estaba segura de que podía sacar mucho más partido a esa cinta.

Buscó el asesoramiento de un profesional, el psicólogo James Forgas, profesor de la Universidad de Columbia y miembro de la junta de NYPH. Dijo que lo pensaría. Dos minutos después, salió de su despacho, miró a ambos lados del pasillo, la vio, corrió hasta alcanzarla y se comprometió a ayudarla. Pactaron una discreción mutua. La reputación del doctor estaba en juego y el secreto profesional de Sue también.

James Forgas perfeccionó la metodología de Sue. Trabajó con dos cintas en planos distintos y a destiempo. Después de dos horas de latidos, se activaba la segunda en un plano más bajo que la primera, emitiendo sonidos y mensajes que pudo haber escuchado en su gestación un personaje determinado. Los detalles eran mínimos, pero muy precisos, y para determinarlos se requería profundizar minuciosamente en el historial psíquico del individuo a emular. Sue mejoró notablemente. Quizá por esa seguridad, rechazó las ofertas de Broadway y se aventuró a producir sus propias obras de teatro sin volver a pisar un escenario con rótulos de neón. Acompañando esa decisión, cambió su apellido original, Callverac, por Whitebeat. En 1997, sin dar ninguna explicación, dejó de actuar.

El

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