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El hombre sin nombre


Enviado por   •  14 de Diciembre de 2011  •  Ensayos  •  1.535 Palabras (7 Páginas)  •  752 Visitas

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El hombre sin nombre.

-“Ok, ya pueden irse”- sin duda las palabras más esperadas por un alumno a las 12:45 pm de un viernes, después de 5 horas continuas de ingles en las cuales, al menos yo, me limite a Asentar con la cabeza en signo de aprobación a cada frase que la teacher expuso. A la cual no culpo de mi reproblable acción pero es que a que genio se le ocurrió que semejante cosa, por lo menos ya terminó el día.

“Adiós señorita”, me despide Jesús en la puerta, él es quien todas las mañanas me saluda al entrar y al salir de la universidad, es quizá una de mis personas favoritas de la escuela, es bastante atento y sin duda parece ser uno de los únicos a los que se preocupa por los estudiantes.

Al salir siento un poco de frio, el día ha estado bastante fresco, me abrazo de mi chaleco color piel y sigo caminando, a lo lejos una pareja que enamorados que se toman de la mano, él le besa la frente y ella cierra sus ojos y en automático le sonríe. En esos momentos yo lo único que puedo pensar es en esa necesidad de volver a ver a mi novio y de abrazarlo, me intriga como los seres humanos tenemos la habilidad para relacionar una situación completamente externa a nosotros con un sentimiento o un recuerdo que nos genera sentir algo, como las películas cursis de Disney que nos hacen creer a la niñas que tenemos que esperar a nuestro príncipe azul en un caballo blanca, lo pienso e instintivamente exclamo: ¡Patrañas!.

Llego a la parada del camión donde me pongo a observar como el ‘checador’ de los camiones esta sentado junto a un hoyo que parece haber sido una macetera hace algún tiempo atrás donde el parece haber prendido una fogata y estar preparando algún platillo que a juzgar por mi olfato, pinta muy bien, junto a él una señora muy arreglada y perfumada lo acompaña, ella y su buen humor parecen reírse de cualquier cosa dicha por él.

Hago la parada y se detiene el camión, le pago a un educado chofer ya de rostro conocido, quien me da las buenas tardes y me extiende el brazo con los tres pesos de mi feria, me siento justamente detrás de él, tomo mi mochila y la acomodo encima de mis piernas, con la inseguridad que estamos viviendo no faltará el vivo que quiera llevársela.

Mientras sigo pensando en la inmortalidad del cangrejo en mi tan habitual viaje en camión, algo inusual me sorprende, mi celular comienza a vibrar. Lo saco de la mochila, contesto, es sin duda una gran sorpresa, un viejo amigo me habla para invitarme a acompañarlos a algunas vueltas laborales. El tiempo que llevo sin verlo ya es bastante, así que acepto al instante, cuelgo y continúo mi pensamiento científico y matemático del que me han interrumpido.

Llego a mi casa, encontrar mis llaves entre la cantidad de tonterías que, como mujer, cargo en la mochila, no es tarea fácil. Por fin las encuentro, entro a mi casa pero mas tardo en entrar que Jorge en llegar por mi, me toca el claxon, acto que no me agrada del todo, salgo y lo saludo, acto más educado me abre la puerta del coche queriéndose reivindicar, con una sonrisa se sube al automóvil, 15 minutos después y no se me ha indicado cual es el destino de nuestro viaje.

Entre risas, bromas y muchas anécdotas, empiezo a preocuparme. Jorge se limita a decirme que no me llevará lejos, que solo haremos unos mandados, yo confiando en nuestra amistad de mas de 12 años solo hago un movimiento de aceptación con la cabeza, pero en realidad me intriga a donde me lleva.

Tras varios recorridos por la ciudad de Culiacán la cual se ha convertido en un Distrito Federal pequeño con el tráfico que hay(claro a sus magnitudes), la platica es amena y el tiempo pasa, cuando menos me doy cuenta ya vamos rumbo al aeropuerto de la ciudad.

Primero me asusto, luego intento calmarme, pregunto por vigésima vez ¿A dónde vamos?, y ahora la respuesta me deja más tranquila, aunque algo intrigada, “vamos con el comandante Pedro”, mi cara debió haber sido de signo de interrogación por lo que rápidamente Jorge complementa “ayer vine a dejarle unos cartuchos de tinta, ahorita vamos a cobrar”, por primera vez en estas dos horas de recorrido me siento 100% conforme con una respuesta.

Al llegar al aeropuerto no tomamos la ruta normal, nos dirigimos al helipuerto donde nos espera una puerta de metal y un guardia sangrón. Después de aproximadamente cinco o seis minutos de interrogatorio y malas caras, nos dejan pasar, pero

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