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Enviado por   •  7 de Mayo de 2015  •  1.811 Palabras (8 Páginas)  •  291 Visitas

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DESCRIPCIÓN:

Tiene por nombre Fátima como recuerdo del día de su nacimiento un 13 de mayo. No sé si para ella sea una fecha de grata recordación pero de algo sirve en casa como referencia para contar los años que lleva compartiendo con su familia de crianza.

Tuve oportunidad de visitar con mayor frecuencia a Jessica y así me dí cuenta del papel que jugaba La hermanita gordita, bajita y callada. Realmente es una historia que bien me callaré cuando en momentos de coloquio le lea a mi amiga los párrafos de este libro. En honor a la verdad debo ser fiel y consecuente con mis observaciones aunque no sienta que haya tanto honor al narrar las amargas circunstancias, las tristes vivencias que se esconden tras el silencio que en mi presencia expresa Fátima.

Siempre y en todo momento la veo “haciendo oficio” cuando estamos allí porque cuando se encuentra sola, parece que se refugia en el desorden de su cama y adormilada acumula grasa en sus tejidos y aumenta el vacío de su cabecita. Le gusta la cocina no como ocupación sino como el hobby que le permite degustar los platos que en sus ratos de ocio prepara. La veo inclinarse más por la cocina china tanto por sus ingredientes como por su despreocupación por el aseo a pesar de que esto no entre en las recetas.

Ahora que puedo verla todos los días, siento que vive como prisionera condenada a trabajos forzados y a pesar de su juventud no tiene la capacidad ni el poder para soñar o tener ilusiones, no puede decidir nada por ella misma porque nada tiene, solo los barrotes imaginarios de su cárcel y las cuatro paredes estrechas de su cocina.

Pudiera inventarse mundos imaginarios pero como no le gusta la lectura, la vastedad de su cultura no va mas allá de lo cursi, de lo cholo, del melodrama insulso de las telenovelas chillonas o violentas. No sé si pueda expresar el gusto por algún vestido nuevo o maquillarse o lucir una mejor apariencia. Acaso perdió el sentido de poseer algo como suyo propio, creo que jamás lo tuvo y cuando en ocasiones deja volar la poca imaginación que aún le permite su propio encierro, deja escapar una sonrisa infantil, ingenua y tímida y para asombro de quienes le escuchamos, nos cuenta que desea preparar una torta o una determinada comida y el pequeño mundo de sus anhelos se cifra en que le compren los ingredientes.

En las ocasiones en las cuales comparto su espacio de la cocina, se le pide que amplíe sus registros de memoria guardando los pormenores de mi receta para que la repita algún día después. Debe ser capaz de repetir todo el proceso, es todo lo que se le pide aparte de que barra el piso, limpie muebles, arregle camas, recoja y lave ropa, lave platos, ollas y demás implementos de cocina, recoja y saque la basura, vaya a la tienda, caliente, enfríe, eche azúcar o sal, sirva la mesa.. Por supuesto no hay perro que traiga las pantuflas o el periódico porque la diligente Fátima debe estar disponible siempre y en todo momento.

Me quedo contemplando su figurita bajita y gordita, su pelo corto desordenado, su camiseta que no alcanza a cubrir toda su barriga y sus shores de gran circunferencia mientras corta cebolla y llora y furtivamente entre sus dedos mata alguna cucarachita intrusa que quiere subirse a la tabla de picar. Y pienso si acaso ella piensa y siento pena por lo poco que piensa porque no le queda tiempo de pensar.

Algún miércoles por la noche fuimos Jessica, Fátima y yo a un concierto de tambores japoneses. Tres días permaneció Fátima hablando del japonecito de pelo teñido, tan apuesto y bello que tocaba uno de los tambores. Nos mostraba con entusiasmo los periódicos donde se mencionara el concierto ilustrando la nota con alguna foto. Y la verdad es que el japonés de pelo teñido que tocaba uno de los tambores nunca salió en las fotos de los periódicos. Después de tres días no volvimos a hacer bromas con el amor platónico de Fátima pero ese detalle me sirvió para darme cuenta de cuánto sentía Fátima en lo más recóndito de su ser, cuánto sentía sin sentido, sin decírselo a nadie, sumida en el silencio de una vida interior reprimida, sin gritar, sin llorar, sin protestar. Cómo podría darse el lujo de llorar sin tener que dar explicaciones. Cómo podría protestar si sólo poseía lo que llevaba puesto.

No puedo imaginar el desacomodo que tuvo su vida el día en que su hermano mayor, su hermano de crianza, se fue de la casa y ella pudo dormir en una cama sola cuando toda su vida hasta aquel instante siempre había dormido en la misma cama con su madre adoptiva y su pequeña sobrinita en el medio. Recuerdo que duró una semana arreglando la cama hasta que por fin se acostó allí y allí permaneció hasta el otro día. Debió haber sido traumático encontrarse a solas queriendo dormirse sin saber qué hacer con sus pensamientos solitarios que nunca había tenido por temor a que su madre se diera cuenta de lo que ella podía pensar.

NARRACIÓN:

Érase unos duendecillos que vivían en un lindo bosque. Su casita pudo haber sido un primor, si se hubieran ocupado de limpiarla. Pero como eran tan holgazanes la suciedad la hacía inhabitable.

-Un día se les apareció la Reina de las hadas y les dijo:

Voy a mandaros a la bruja gruñona para que cuide de vuestra casa. Desde luego no os resultará simpática…

Y ‘llegó la Bruja Gruñona montada en su escoba. Llevaba seis pares de gafas para ver mejor las motas de polvo y empezó a escobazos con todos. Los geniecillos aburridos de tener que limpiar fueron a ver a un mago amigo para que les transformase en pájaros. Y así, batiendo sus alas, se fueron muy lejos…

En

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