Grace y Federyk: El cáncer, los tacos y las ganas de vivir un día más

Amor

Verdadero.

Nota del autor

Este libro es una obra de ficción inventada por nosotros.

A mis 17 años de vida, mis padres llegaron a la conclusión que pasaba mucho tiempo en mi cuarto y que solo leía mis libros una y otra vez, nunca hacia nada, no quería comer y en mis tiempos libres solo pensaba en la muerte.

¡Caray! Que mala educación de mi parte comencé a contar mis cosas y no me había presentado. Mi nombre es Grace tengo 17 años, vivo en estados unidos y estoy enferma de cáncer, sí  de cáncer ya es algo normal para mí. Mis padres me piden que busque ayudas con jóvenes que al igual que yo sufren de cáncer y que salga de la monotonía de solo pensar en suicidio.

-Mi madre: Grace, tienes que ir al grupo de apoyo ya que ahí hay jóvenes que al igual que tu sufren de cáncer.

-Grace: Oh, sí claro mama EL CANCER, ya estoy aburrida de que todo solo se base en eso; de igual forma vaya o no vaya voy a morir de cáncer!

Mi madre me convenció de ir al grupo de apoyo.

Al llegar, encontré a un joven que caminaba muy raro el cual tropecé con él. Era un chico alto y muy guapo. Al subir hasta el salón de conferencia él estaba allí no quitaba su vista de mí.

Al rato todos se presentaron e iban contando de qué tipo de cáncer sufrían o como lo habían vencido.

Al salir, el chico fue hasta donde mí y me saludo yo a él. Me pregunto que desde que edad tenía cáncer le dije que desde los 7 años.

El: Que mal educado soy, mucho gusto Federyk.

Greace: No te preocupes yo soy Greace.

 Federyk: ¿Que harás ahora?

Greace: Ir a mi casa, y dialogar con mi yo interior sobre el cáncer que padezco.

Federyk: Que tal si dejas eso para otro día y vamos a mi casa a ver películas.

Grace: Si, está muy bien.

Al llegar a casa de Federyk, sus padres cocinaban unos ricos tacos mexicanos.

Sus padres: Muy buenas tardes, mucho gusto Julie la madre de Federyk. Su padre siguió mucho gusto Patrick.

Luego de presentarme a sus padres bajamos a un cuarto de azotea que era donde el dormía, nos sentamos en un sillón   y nos pusimos a ver una película llamada Un dolor imperial.

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