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Hilos de acero


Enviado por   •  23 de Abril de 2019  •  Tareas  •  1.015 Palabras (5 Páginas)  •  90 Visitas

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HILOS DE ACERO

Mi estancia en Madrid se había prolongado bastante más de lo previsto, me enamore de la ciudad nada más llegar y mis recuerdos, los momentos que yo creía imborrables simplemente se escondieron en un rincón aislado de mi cabeza. Pasaron los años y con el tiempo esos recuerdos empezaron a emerger de las profundidades del nido de pájaros que por aquel entonces yo tenía por cabeza. Me invadieron sin previo aviso y asaltaron las murallas que yo misma había construido al entrar en Madrid aislándome totalmente de mi pasado.

Hacía muchos años que no visitaba el viejo árbol y mientras caminada sentí la necesidad de descalzarme. En un segundo pase del confortable calor de los zapatos en el que estaban sumidos mis pies al refrescante tacto de la hierba plagada de rocío de la noche anterior. Mis dedos notaban el frio suelo y la hierba tocaba mis pies y mis gemelos haciéndome sentir un constante cosquilleo conforme me movía. Esto me transporto a mi infancia una época en la que corría descalza por este mismo prado casi diariamente saltando y jugando con cada objeto, piedra o animal que encontraba a mi paso, una época en la que todo lo que me rodeaba me parecía divertido y enigmático, una época de mi vida en la que un simple árbol podía ser una guarida secreta, un fuerte de la edad media, un castillo en el que se escondía una bella princesa y sobre todo mi paraíso personal.

Estaba parada frente a él, el gran árbol que fue mi más fiel aliado en la niñez, a excepción de un par de ramas rotas estaba totalmente como lo recordaba. Seguía imponiéndose en lo más alto del prado como un rey dominando sus tierras, imponiendo respeto, paz y armonía al bello paisaje en el que se encontraba.

Noté las frías gotas cayendo por mis mejillas y fue en ese mismo momento cuando fui consciente de que estaba llorando. Una de mis gélidas lagrimas cayó al suelo, a los pies de mi majestuoso y viejo amigo. En un par de segundos mi lagrima había traspasado el suelo, las raíces del árbol y varios años de mi vida, transportándome a mis recuerdos más lejanos.

Recuerdo la primera vez que lo vi, yo tendría unos seis años, mi madre y yo habíamos decidido hacer un picnic y fue ella la que me llevó hasta el árbol que más adelante se convertiría en una importante parte di mi vida. Pasamos la tarde entre risas y juegos junto al gran árbol y a la hora de irnos yo empecé a llorar pidiendo a mi madre que nos lleváramos el árbol a casa para poder seguir jugando junto a él, pero mi madre logró convencerme de que el árbol debía quedarse para cuidar el prado durante la noche.

Me hinque de rodillas en el suelo, llorando y pensando en todo lo que mi viejo amigo y yo habíamos vivido juntos, todos los momentos en los que me había acompañado…y yo casi lo había olvidado, casi lo había expulsado de mi vida. Me arrepentí de haberme ido a Madrid, me arrepentí de haberlo abandonado, lo cual era algo que él nunca me había hecho a mí. Y así postrada de rodillas ante él la lagrima volvió a transportarme al pasado.

Recuerdo la noche más triste de mi vida, en la cual el único amigo que me sostuvo fue él, la noche en la que mi madre, mi mejor amiga murió. Yo sentía que nadie entendía mi dolor, nadie menos el gran árbol el cual llevaba solo en el prado toda su vida, por eso decidí que él me entendería y me ayudaría a superar el punzante dolor que sentía en mi pecho. Desde ese día todas las tardes las pase junto a él, leyendo u observando el paisaje que nos rodeaba, junto a él pase mi infancia y mi adolescencia. Ambos estábamos solos ante la vida y por eso me gustaba tanto estar con él, porque así ninguno de los dos carecía de compañía, y así con el tiempo nos hicimos inseparables.

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