Igual Remuneracion Igual Sexo
tenayennovy2 de Noviembre de 2014
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Entre las múltiples políticas orientadas a acortar la distancia
en la asignación de recursos, muchas de las cuales han
implicado compromisos internacionales, está la propuesta
que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) entregó al
mundo hace algo más de una década, conocida como Trabajo
Decente. Poniendo la atención en las relaciones de trabajo,
la OIT reconocía entonces, como finalidad primordial de su
quehacer, “promover oportunidades para que los hombres y
las mujeres puedan conseguir un trabajo decente y productivo
en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad
humana” (OIT, 1999: p. 4).1
La política de género es dimensión medular en esta propuesta.
Ya el primer capítulo, La finalidad primordial, señala que “las
mujeres han transformado los mercados de trabajo en todo
el mundo (…). En ciertos casos, las mujeres han conseguido
más oportunidades y una mayor autonomía económica. Pero
muchas veces han sido víctimas del cambio”. Y reconoce que el
resultado es una segregación laboral, al trabajar las mujeres
en los sectores menos protegidos de la economía.
Lo cierto es que la desigualdad de género en el trabajo venía
siendo planteada por las mujeres del llamado Primer Mundo
desde la postguerra, cada vez con más fuerza. América
Latina recibió el influjo de la movilización de los años 60,
que reconocía nuevos parámetros para las relaciones de
género, especialmente en cuanto a la familia, conmoviendo
con ello a la sociedad entera. Pero estos movimientos se
desaceleraron cuando gran parte de los países de la región
vieron interrumpido su desarrollo político institucional y
los gobiernos autoritarios restringieron el espacio de las
organizaciones sociales para actuar. Pese a ello, en los años
ochenta en Chile el recién formado Movimiento de Mujeres
planteó con fuerza los objetivos de igualdad buscando,
afanosamente, desarmar la subordinación de género.
La remuneración es una dimensión central de las relaciones
laborales, seguramente el punto clave en toda contratación
de trabajo, y es aquí donde existe una discriminación
generalizada. La distancia que hay entre el salario de los
hombres y el de las mujeres es, pues, una de las formas más
violentas de discriminación, sobre la cual la OIT entrega
una opinión clara: “la eliminación de la discriminación en la
remuneración es fundamental para alcanzar una igualdad
de género genuina y fomentar la equidad social y el trabajo
decente” (OIT, 2003).
La brecha salarial de género: un problema
mundial
La diferencia entre salarios de hombres y de mujeres es
universal, pero su impacto varía entre regiones y países. Son
varios los factores que explican dicha diferencia, pero hay una
base estructural que ordena la participación femenina en los
mercados laborales: la segregación de las ocupaciones y las
prácticas que discriminan en razón del género. En general,
las investigaciones dan cuenta de que los hombres ganan
más que las mujeres en todas las edades, cualquiera sea su
nivel de educación, en cualquier tipo de empleo o categoría
ocupacional -sea cuenta propia, empleador o empleado- y
tanto en empresas grandes como pequeñas. Aunque resulta
muy difícil comparar la diferencia salarial entre hombres y
mujeres en distintos países, debido a las distintas formas de
medición y en ocasiones por la ausencia de información, se
estima que la brecha a nivel mundial sería, en promedio, de
15,6%, y oscilaría entre 30 y 10% (OIT,
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