Juan “Tuca” Evangelisti
garzamataSíntesis30 de Marzo de 2014
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El contaco humano es fundamental para el aprendizaje
Juan “Tuca” Evangelisti es una de las docentes fundadoras del Instituto Juan Zorrilla de San Martín, donde sigue dando clases de Lengua. De niña, superó un problema de salud que la aislaba de sus compañeros.
En la infancia, la soledad la acompaño, día y noche, como una sombra. Una maestra particular le enseñó, en su casa, a leer, a escribir y a manejar operaciones de matemáticas.
No podía hablar y cada vez que lo intentaba, en la escuela, algunos chicos le disparaban, a quemarropa, ráfagas de crueldad que la abatían emocionalmente y le imponían el silencio como pena. Por esa razón, casi siempre volvía de clase a su casa con las solapas del guardapolvo humedecidas por el desconsuelo.
Se pasaba horas frente al espejo del dormitorio de sus padres, charlando con la niña que le devolvía la luna oval. La figura identifica que reflejaba el cristal laminado, pronunciado, como ella, palabras poco comprensibles para el resto, debido a la resonancia nasal.
“Nací el 19 de abril de 1931 con el paladar abierto y la partera le dijo a mi mamdre que no sobreviviría mucho tiempo porque no podría alimentarme como un bebé normal”, comenta Juana Amalia Evangelisti, en un tono de voz que borra casi por completo los rastros de aquella fisura platina congénita. “Nunca tomé una mamadera acostada; siempre lo hice paradita”, recuerda con un dejo remoto de tristeza.
Entre los 5 y los 14 años, “Tuca”, como la llaman quienes la conocen y comparten el universo de su afecto, fue sometida a tres operaciones correctivas del labio leporino. Dice que recién en la adolescencia empezó a superar el problema de dicción y recuerda cómo fue ese momento crucial en su destino: “El doctor Pablo Mrizzi, quien me operó por última vez en el Hospital Clínicas, le dijo a mis padres que iba a traer a Córdoba a Raquel Maurette , una fonoaudología experimentada, para que fundara la escuela para sordos”, apunta.
“Les dio una tarjeta de recomendación para que me enseñara a modular la voz”, continua el relato. “Fue durante un año, día de por medio, a los departamentos de la caja de ahorro, donde vivía Raquel, hasta que le dijo a mi mamá que no necesitaba ir mas y que sola me las arreglaría para seguir adelante”, evoca con emoción.
- Le cambió la vida.
- ¡Absolutamente! Fue como si hubiera tocado con un varita magíca. De a poco, fue superando la soledad, a relacionarme con los demás ya valerme por mi misma. Poder comunicarme sin tantas dificultades, me dio mucha confianza.
Evangelisti recibió toda su educación formal en la Escuela Naconal Superio Alejandro Carbó . En este establecimiento público, ubicado frente a la plaza Colón, de la ciudad de Córdoba, cursó la primaria, la secundaria y segundo grado como profesoras de lenguaje (nivel terciario).
-¿Cuándo empezó en la docencia?
-Me recibí en 1945 y ahí nomás empecé como maestra en el Claret, que funcionaba en la calle Malbrán, del Cerro de las Rosas. Me recomendó una amiga. Era una escuela alemana y yo entré pese a no saber decir ni guten Tag (buen día). Ese año y el siguiente fueron los únicos dos de grado que hice en mi carrera. Como profesora, mis primeros pasos fueron en el Colegio de las Escolapias. Fue un poco por casualidad, porque me relacioné con las monjas para que me enseñaran a bordar y a terminé dando Historia, Geografía y lengua. Casi simultáneamente me ofrecieron horas en el liceo de señoritas.
En el amanecer de 1960, leyó en el desaparecido diario Los Principios que en un grupo de de vecinos del Cerro de las Rosas convocaba a interesados en sumarse al proyecto de fundar un colegio secundario, laico, en ese barrio, donde vivía con sus padres desde hacía unos años.
El comienzo
El
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