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La Madurez

tanck126 de Mayo de 2013

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Cómo se combate la

madurez

HERNAN CASCIARI

Durante el día me asaltan infinidad de preguntas idiotas.

Me asaltan, pero rara vez me desvalijan. Quiero decir: no

logro nunca entregarles las respuestas que buscan, por

más que a veces utilicen la fuerza para reducirme. Y

entonces se van (por lo menos eso parece), al acecho

constante, a asaltar a otro cristiano más despierto.

Las preguntas que me asaltan lo hacen generalmente por

la espalda, pero no son capaces de robarme la

tranquilidad. Me inquietan un poco, sí, sobre todo cuando

se me presentan a cara descubierta. El viernes me asaltó la

siguiente: ¿Quién habrá sido el primer puto pasivo de la

historia de la humanidad? Y en seguida se apareció una

segunda: ¿Y cómo habrá hecho para convencer a otro de

convertirse en el primer puto activo?

Estas dudas llegan, se instalan, se comen todo lo que hay

en la heladera y se van, no sin antes dejarme desordenadas

todas las ideas, con lo que me cuesta pagarle a la mujer

que limpia.

La mujer que limpia (por si no me siguen la metáfora) es

la coherencia, y viene todos los lunes, jueves y sábado por

medio. Lo que hace no es nada del otro mundo, pero yo se

lo agradezco como si lo fuera.

Primero saca al patio todo el grupo neuronal resentido por

mi pasado químico y, poniéndolo en fila india, les hace

hacer media hora de ejercicio físico, y otra media hora de

ejercicio pragmático. A la vez, coloca una palangana con

vinagre en el baño y deja en remojo toda la segunda fila de

mi grupo neuronal (impregnado por mi pasado herbóreo)

y llama a silencio a la tercera fila de neuronas, que vive

componiendo bellas melodías en un idioma ficticio que ya

ha cumplido su décimo quinto aniversario de vida.

Una tarde la mujer que limpia me propuso dejar de

trabajar un día sí un día no. Le pregunté qué otra forma se

le ocurría, y me dijo que la mayoría de la gente contrata el

servicio con cama adentro y listo.

—¿Con cama adentro? —me escandalicé— ¿Pero eso no es,

lisa y llanamente, la madurez?

La mujer que limpia cada tanto mis ideas negó:

—No, eso es sentar cabeza —dijo—. Madurez es cuando,

después de un tiempo de cama adentro, el amo y la

sirvienta se sienten atraídos físicamente y el amo le

propone a la sirvienta casamiento, tal y como ocurre en los

folletines de la televisión vespertina. Cuando el amo y la

que limpia se casan, ahí sí, llega la madurez.

Miré a la mucama con ojos masculinos por primera vez:

las tetas estaban firmes, el culo no estaba mal, los dientes

los tenía todos...

—Ahhh —le dije, y pensé para mis adentros: "Esta mujer

es joven; si la miro libidinosamente no deja de estar

suculenta, no creo que la convivencia funcione mal.

Pero...". Ello debe haber visto que una sombra de duda

cruzaba por mi frente.

—¿Qué ocurre, señor? —me preguntó.

La miré:

—¿Y qué pasará con las preguntas que me asaltan cada

tanto si usted se instala en mi casa y lentamente comienza

a seducirme con su piel de color mostaza y ese bonito

acento limítrofe que a mí siempre, no sé por qué, me ha

excitado tanto? ¿Eh? ¿Qué pasará con esas putas de una

noche que son mis preguntas, con mis amigas solteras, las

canciones locas, qué ocurrirá con mis amigotes, los dibujos

feos, y con los atorrantes drogadictos de mis sonetos mal

medidos?

La mujer que limpia me dijo que en una buena pareja hay

cosas

...

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