La Trágica Humanización

En un planeta de bestias tratando de domar animales, acomodando cada pieza para lograr un objetivo en común, lograr romper aquellas barreras, las barreras de lo 'imposibles', aunque se dice que nada debería ser imposible para el mundo, esto es necesario porque básicamente restringe todo aquello que no se debe cumplir, aquello que es prohibido. Con todo esto es fácil observar que la ambición de poder es ineludible, ser perfeccionistas en exceso es tan malo que llega al punto de ser incontrolable e indeseable.

'Gente' que no se hace merecedora de este término ya que demuestran ser absolutamente lo contrario a esto, somos gente que suponemos tener la respuesta a todo aquello que no comprendemos, todo aquello que se nos escapa de las manos; utilizamos la crianza de animales para lograr la evolución de éstos a partir de experimentos incontrolables hasta cierto punto, y a consecuencia de ello desatamos una revolución que al final de todo, la pregunta es ¿Realmente es una revolución? Básicamente aparenta serlo, pero no lo es ya que son ‘animales’ luchando por sus derechos de libertad, trabajando en conjunto para vencernos, un instinto de compañerismo, un instinto que ni las bestias que nos encontramos al principio de la cadena alimenticia hemos llegado a utilizar, un instinto que no sabemos comprender.

Le tememos a todo aquello que no comprendemos, la muerte, la vida, la enfermedad, esto simplemente son muestras de nuestra imperfección, muestra de que somos gente. En Frankenstein se da una muestra de aquello que nos hace sentir superior, la ciencia, creamos máquinas que suponemos manipular pero simplemente le damos superioridad, esa que al final nos termina corroyendo, nos termina llenado de ambición, nos termina asesinando, como se muestra en un fragmento de la película en donde Frankenstein dice ‘Hablo, pienso y sé cómo actúan el hombre, me diste sentimientos pero no me enseñaste cómo utilizarlos, ahora he asesinado a dos personas, me diste la vida… pero ahora me la has quitado’.

Somos gente con ambiciones, somos gente que necesita exhibir de sus dotes para lograr la aceptación, creamos la enfermedad y la cura, pero esta cura resulta siendo peor enfermedad, somos gente que sufre de descontrol, somos una plaga petulante. Somos gente que tenemos el beneficio de razonar, pero ¿en realidad razonamos?

El alzhéimer lo clasificamos como una enfermedad, pero sólo llegamos hasta ahí, no vemos más allá del simple trastorno degenerativo de la corteza cerebral, la pérdida de memoria tal vez es la cura a todo dolor, tal vez es la cura al sufrimiento, pero somos temerarios de aquello superior, por esa misma razón solemos desintegrarlo. Somos temerosos a perder la vida, pero el verdadero temor de vivir, es ver morir aquello que nos hace feliz, querer resucitar es egoísta ya que arrebatamos una nueva vida, arrebatamos la verdadera felicidad, arrebatamos

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