La dama del cabello crespo oscuro
PacoMan97Ensayo25 de Marzo de 2019
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La dama de los crespos oscuros y risas brillantes
Junto a nosotros yacen los restos mortales de la que, a mi parecer, es una de las mujeres más importantes de mi vida. De esas mujeres que con su voluntad, y a veces terquedad, se abrieron paso en su caminar.
La conocí desde que mi memoria empezó a recopilar mi vida, era su consentido desde que era infante.
Su ternura característica acompañada de su voz jovial, hacía deleite el visitarla o salir con ella.
Maravillado yo con su aún constante color de cabello, porque no todos aquí llegaremos a su edad con el cabello a color.
Cuando en tiempos difíciles me apoyó a mí y a mi madre, así como algunas obras de misericordia dictan, acompañando, alimentando física y moralmente.
Estando de vuelta en casa, era una de las primeras llamadas a felicitarme por volver, su mera voz me llenaba el espíritu.
Para cuando di el primer paso de mi vida universitaria, le había contado ya de mis aspiraciones, con parsimonia y anhelo me escuchaba hablar de cómo sería mi vida como profesional, de cómo quería dejar mi huella en el mundo.
- Sí papito, con el favor de Dios yo sé que todo lo que me está contando se va a cumplir, así que nunca deje de esforzarse mijo, para que pueda verlo en televisión, escucharlo en radio o verlo en un periódico . – Me decía orgullosa.
Cada vez que iba a su casa, saludaba a Carmenza o a Paola, y las siguientes palabras salían de sus aposentos a saludarme también
- ¿Llegó mi periodista, señor López?
Vida, problemas, sueños y hasta amor, esos eran nuestros temas de charla, en la que ella me tomaba de la mano y con sus consejos, o regaños según la situación, me aterrizaba y hacía vislumbrar el mundo como ella.
Con sus ojos negros y calmados , que con orgullo tengo también tengo, sólo que caprichosos, contemplaba el paso del tiempo y la vida de quienes ama, y no pongo en pasado el verbo, porque aunque el otro lado es incierto para nosotros los mortales. Estoy plenamente convencido que el amor hacia nuestros seres queridos es capaz de superar esta barrera.
A quienes somos familia, acompañantes, amigos y demás asistentes y pudimos asistir, así sea un poco, saben de antemano nuestro agradecimiento.
Ayer, perdí a la Penélope de mi odisea, la dama que tanto amé, y la población de mi mente esta desconcertada porque otro de sus faros se ha apagado, el primero fue el Caballero de intachable armadura, Don Víctor Julio Sánchez Orjuela, y ahora les leo los trozos de mi dolor hechos prosa junto a ese faro, que aunque apagado e inerte, sigue ahí en pie como una figura inmortal, cuya sombra me acompaña en medio día de mis recuerdos.
La recuerdo ahora no con dolor absoluto, sino con nostalgia y alegría. Porque aunque me movía el deseo egoísta de tenerla aún conmigo, eso significaría su sufrimiento. Sucedida su marcha, pasó a una mejor vida, quizá en la inmortalidad, fuera de este mundo efímero, en el que todos tener una fecha de inicio y final, desde ahí, en donde sea que esté, está con nosotros.
Una vez más y con el sentimiento quebrado le digo adiós a su cuerpo, a su ser físico. Pero a su alma y a su recuerdo, que estará en nuestros corazones, no es necesario despedirla con un “adiós”, sino con un “hasta luego”. Porque así es, en algún instante partiremos al otro lado, unos antes que otros o cuando menos lo esperamos, de lo que estoy seguro, es que será ella una de las personas que nos recibirá y acompañará por toda la eternidad.
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