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La tortuga Tranquila Tragaleguas


Enviado por   •  20 de Septiembre de 2013  •  Ensayos  •  1.096 Palabras (5 Páginas)  •  419 Visitas

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1. Tranquila Tragaleguas

Una hermosa mañana se encontraba la tortuga Tranquila Tragaleguas ente su pequeña y agradable madriguera tomando el sol y comiendo sosegadamente una hoja de llantén.

Por encima de ella, en las ramas de un vetusto olivo, estaba la paloma Sulaica Silvestre, que lustraba su brillante plumaje. En esto llegó volando el palomo Zebulón Silvestre, hizo varias reverencias y exclamó:

-¡Oh!, Sulaica, alegría de mi corazón, ¿te has enterado ya? El Gran Sultán de todos los animales, Leo Vigésimo-Octavo, va a celebrar su boda. Así que vayámonos juntos volando a su guarida, luz de mis ojos.

-¡Oh!, mi dueño y señor -zureó la paloma-, ¿es que estamos invitados?

-No te preocupes, estrella de mi vida -le contestó Zebulón Silvestre volviendo a hacer varias reverencias-, todos los animales, grandes y pequeños, viejos y jóvenes, gordos y delgados, mojados y secos, están invitados; así que nosotros también. Va a ser la fiesta más hermosa que jamás haya habido. Pero tenemos que darnos prisa, pues el camino hasta la guarida del león es muy largo, y la fiesta es ya pronto.

Sulaica asintió y las dos palomas se alejaron volando.

Tranquila Tragaleguas, que lo había oído todo, se sumió en una meditación tan profunda que incluso se le olvidó terminar de desayunar.

"Si todos los animales, grandes y pequeños, viejos y jóvenes, gordos y delgados, mojados y secos, están invitados a la boda", se dijo a sí misma, "entonces yo también lo estaré. Así que, ¿por qué no voy a ir yo también a la fiesta más hermosa que jamás haya habido? "

Después de pasarse el día entero y toda la noche siguiente dándole vueltas, su decisión estaba tomada. Apenas se había levantado el sol se puso en marcha, paso a paso, despacito, sí, pero sin parar.

Cuando ya llevaba vagabundeando así casi todo el día, pasó junto a una zarza. Allí vivía la araña Fátima Fabrícatelas en el centro de su magnífica tela.

-¡Eh, Tranquila Tragaleguas! -exclamó la araña-, ¿a dónde vas tan aprisa, si puede saberse?

-Buenas tardes, Fátima Fabrícatelas -contestó la tortuga, y se detuvo a tomar aliento-. Como sabes, nuestro Gran Sultán, Leo Vigésimo-Octavo, ha invitado a su boda a todos los animales. Y por eso voy yo también allá.

Fátima Fabrícatelas cruzó sus largas patas delanteras sobre su cabeza y comenzó a soltar tales risitas que toda su telaraña comenzó a temblar sensiblemente.

-¡Oh!, Tranquila -pudo balbucir al fin-, tú, la más lenta de los lentos..., ¿cómo quieres llegar jamás allá?

-Paso a paso -dijo Tranquila.

-¿Y te has parado a pensar -exclamó Fátima Fabrícatelas- que la boda será ya dentro de catorce días?

Tranquila miró llena de confianza sus cortas y robustas patitas y contestó:

-Ya llegaré a tiempo.

-¡Tranquila! -le dijo la araña compasivamente-. ¡Tranquila Tragaleguas! Incluso para mí sería el camino demasiado largo y yo no sólo tengo patas más ligeras, sino también el doble de ellas que tú. ¡Sé razonable! ¡Déjalo y vete a casa!

-Lo siento, pero no puede ser -le contestó amablemente la tortuga-; mi decisión está tomada.

-¡No hay peor sordo que el que no quiere oír! -dijo la araña y comenzó, enfadada, a tejer en su tela.

-Es verdad -respondió Tranquila-, así que adiós, Fátima Fabrícatelas.

Y con eso se echó a andar lenta y pesadamente. La araña soltó una risita maliciosa y murmuró:

-No vayas a correr demasiado, que si no al final llegarás incluso demasiado pronto.

Pero Tranquila Tragaleguas siguió caminando por campos y pedregueras, por páramos y arboledas, bajo el sol y las estrellas.

Al pasar un día junto a una pequeña laguna hizo un alto para beber.

Sobre una hoja de hiedra se encontraba el caracol Bassam Baboso, que examinó a la tortuga con ojos desorbitados.

-¡Buenos días!

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