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Locura y verdad: el hombre de los tres nombres

C BerbEnsayo19 de Enero de 2019

751 Palabras (4 Páginas)136 Visitas

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Universidad Central de Venezuela.

Facultad de Humanidades y Educación.

Escuela de Letras.

Siglo de Oro Español.

Carlos J. Berbesí E.

LOCURA Y VERDAD: EL HOMBRE DE LOS TRES NOMBRES

Tomás Rodaja, licenciado Vidriera, licenciado Rueda. Tres nombres, un hombre. Cada vez que Cervantes cambia la forma de llamar a este personaje, la personalidad del mismo también lo hace. Al principio, durante su etapa de aprendizaje y, al mismo tiempo, de fiel siervo a los dos caballeros que lo encontraron “por las riberas del río Tormes”, lo conocemos como Tomás Rodaja. Más adelante, poco después de perder la razón a causa del “membrillo toledano” que le regaló la dama de Salamanca, pasa a ser el licenciado Vidriera. Y al final, cuando es curado por “un religioso de la Orden de San Jerónimo, que tenía gracia y ciencia particular […] en curar locos”, renace como “el licenciado Rueda”. Así, estos tres cambios de nombre adquieren tal relevancia para la obra que terminan por definir la estructura de la misma: cordura-locura-cordura. Una sutil e inteligente manera de mostrarnos la ubicación exacta de los locos: justo en medio de los “cuerdos”.

        Durante sus días como “el Licenciado Vidriera” la fama de este hombre creció de modo exponencial: todas las personas acudían a él en busca de consejos y respuestas, dispuestos a escuchar lo que tuviera para decir; era admirado y respetado como en ningún otro momento de su vida lo había sido (y como jamás lo volvería a ser). En este sentido, Cervantes nos da a entender que el auge de Vidriera inicia con su locura —por eso en cuanto es despojado de la misma de igual forma lo es de su reconocimiento y prestigio—. Y sí, el hecho de creerse de vidrio, de dormir en campo abierto durante el verano y de enterrarse hasta la garganta en un pajar durante el invierno fueron algunos elementos que dieron origen a su peculiar imagen de loco. Pero en esta novela locura, además de a imagen, también equivale a verdad, pues existen verdades que solo un loco sería capaz de pronunciar.

Díjole un muchacho:  

-Señor licenciado Vidriera, yo me quiero desgarrar de mi padre porque me azota muchas veces.  

Y respondióle [Vidriera]:  

-Advierte, niño, que los azotes que los padres dan a los hijos honran, y los del verdugo afrentan.

        Y esto por citar tan solo un fragmento, ya que “Las nuevas de su locura y de sus respuestas y dichos se estendió por toda Castilla”. Pero la cuestión era de esperar, pues todo hombre tiene preguntas que, por naturaleza, desea sean respondidas. Desde esta perspectiva el Licenciado Vidriera mantiene ciertas similitudes con la alcahueta de la Celestina, esto en lo referente a que su existencia es posible gracias a que satisface ciertas necesidades de las personas. No obstante, la existencia de Vidriera también radica en su personalidad, puesto que este personaje desarrolla una crítica satírica a la vez que coherente, hasta el punto en que el mismo Cervantes nos dice que:

… si no fuera por los grandes gritos que daba cuando le tocaban o a él se arrimaban, por el hábito que traía, por la estrecheza de su comida, por el modo con que bebía, […] con que daba tan claras señales de su locura, ninguno pudiera creer sino que era uno de los más cuerdos del mundo

        El asunto está en que, cuando regresó a su sano juicio, “Perdía mucho y no ganaba cosa”. ¿Por qué de repente ya no era escuchado por el pueblo? La respuesta radica, probablemente, en la relación individuo-sociedad que Cervantes pone en evidencia. Lo que al final le sucede al Licenciado Rueda es producto de la tendencia social a rendir tributo a personajes excéntricos, sobresalientes y, en especial, capaces de expresar lo que muchos apenas se atreven a pensar. Porque las personas están dispuestas a oír ciertas verdades, pero ello dependerá en gran media de la voz que las proclame. En este caso, Vidriera era esa voz portadora de un conocimiento cuyo filtro era su locura, el espejo en que todos podían reflejarse sin temor a ser juzgados o a poner en riesgo su cordura. Después de todo, la verdad era verdad así careciera de dulzura; pues si se excedía en amargura, igual podía tratase de los delirios de un hombre que se creía de vidrio, de las palabras de un loco que en el verano se dormía en la llanura.

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