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Magón: Biografía

rebe83 de Octubre de 2012

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Introducción

Cuando en Costa Rica se vislumbran las primeras teóricas e intentos de crear una literatura nacional, los escritores costarricenses se vieron obligados a participar del esfuerzo social de construcción de la nación propio de la segunda mitad del siglo XIX. El inicio de nuestra literatura coincide con actos fundadores como la creación del Código Civil en 1888, el Archivo Nacional en 1881, la construcción de ferrocarriles, la expulsión de los jesuitas y el desarrollo del periodismo. Lo anterior estuvo a cargo de un grupo de intelectuales y políticos conocidos como la Generación del Olimpo, agrupación influida por el positivismo, el liberalismo y las ideas anticlericales. Entre los que figuraron, Manuel de Jesús Jiménez, Genaro Cardona, Manuel González Zeledón (Magón), Carlos Gagini, Aquileo Echeverría y Ricardo Fernández Guardia.

El presente trabajo pretende dar una visión de la vida y obras de uno de estos ilustres hombres, un pensador que con su ingenio y buena pluma logra retratar a una Costa Rica que se debate entre la modernidad y el costumbrismo.

A finales del siglo XIX, comienza en Costa Rica las primeras discusiones teóricas sobre una literatura nacional, sobre sus posibilidades, limitaciones y necesidades, es cuando en el seno de la oligarquía cafetalera surge un pequeño grupo de intelectuales y políticos denominado como Generación del Olimpo, entre los que figuraron, Manuel de Jesús Jiménez, Genaro Cardona, Manuel González Zeledón (Magón), Carlos Gagini, Aquileo Echeverría y Ricardo Fernández Guardia. Estos autores forjan, desde diversas perspectivas, las primeras elaboraciones literarias de la mitología nacional costarricense.

Pero ese proceso se lleva a cabo entre contradicciones y resistencias por parte de la recién nacida crítica literaria nacional. En los textos de estos letrados era evidente un profundo desgarramiento entre su identificación con los moldes culturales de las metrópolis europeas y la realidad circundante muy distinta de este paradigma eurocéntrico.

En sus escritos expresan también, de manera consciente o inconsciente, ciertas dificultades, para incluir las manifestaciones de la vida y de la cultura popular. Este modelo de escritura enmarcaba la cultura nacional a la vida del Valle Central, asiento de la cultura cafetalera, con un criterio que mezclaba la discriminación cultural con una cierta discriminación racial más o menos disimulada.

Vastas regiones culturales étnico - geográficas como la cultura indígena, la cultura guanacasteca, la de las regiones ganaderas y mineras del norte o la cultura afrocaribeña de la Costa Atlántica fueron simplemente ignoradas o cercenadas del modelo dominante de identidad o cultura nacionales.

Hacia 1900 se había publicado una serie de obras que la crítica literaria costarricense ha venido a considerar como sus primeros clásicos. Una literatura que se esforzaba por asimilar o reelaborar, partiendo del juego de posibilidades, tabúes o contradicciones que imponían el orden del discurso oligárquico -por un lado-, y el orden de los discursos metropolitanos como modelo universal de civilización por otro lado. La tendencia de muchos escritores a reproducir en sus obras estereotipos culturales europeos, incluso al esforzarse por tratar temas nacionales, y su resistencia a incluir las manifestaciones del lenguaje, la vida y la cultura populares en su modelo de cultura nacional. Por ejemplo, el lenguaje coloquial -tanto el uso de regionalismos o costarriqueñismos como el uso del voseo (el vos en sustitución del tú)-, en la literatura sólo se admitieron en ciertos géneros, generalmente considerados menores o como el cuadro, el artículo de costumbres, la conchería o los juguetes cómicos; en los cuentos, en las novelas o en los dramas considerados “serios” ; a los personajes de la clase alta o media, en cambio, se les hace hablar de tú o de vosotros, formas lingüísticas completamente ajenas a los usos del país y que, incluso, a los oídos costarricenses suenan artificiales y postizas.

Y esa misma discriminación tiene lugar no sólo en el lenguaje sino también en el enfoque de los personajes campesinos o de las tradiciones populares; sólo tenían acceso a géneros costumbristas, a juguetes cómicos en donde eran tratados, invariablemente, de manera caricaturesca, satírica o sujetos a una cierta estilización folclórica que los reducía a objetos exóticos, pintorescos o divertido.

Los autores de la Generación del Olimpo ofrecen en sus textos la imagen de una sociedad en transición que reunía en su seno dos discursos sociales opuestos. Uno, que podríamos llamar “tradicional”, y otro que pudiéramos llamar “modernizante”. La oposición de ambos discursos traduce una actitud ambivalente de la oligarquía hacia los procesos de transformación social introducidos por el capitalismo agrario en una comunidad que, en muchos aspectos, mantenía patrones más bien tradicionales de organización y relación social.

En el logro de ese equilibrio jugaría un papel determinante la educación, que aparece como el instrumento adecuado para procurar, por un lado, una mentalidad emprendedora y progresista que, sin embargo, por otro lado, preservara el debido respeto a las tradiciones y costumbres oligárquicos.

Cabe destacar que uno de los miembros de este importante grupo de pensadores y escritores costarricenses, la Generación del Olimpo, se encuentra Manuel González Zeledón, quien fue conocido como Magón, quien nace en San José el 24 de diciembre de 1864.

Fue autor de un notable número de cuentos y cuadros de costumbres, en las que se evidencia la vida y personalidad del pueblo costarricense a fines del siglo XIX, especialmente en San José. Entre sus principales obras figuran La Propia, El Clis de Sol, Para justicias, el tiempo, Un día de mercado en la Plaza Principal, El principio de autoridad, ¿Quiere usted quedarse a comer?, Usufructo, 2 de noviembre, entre otros.

En su relato más destacado, La propia, plantea la ruptura del idilio campesino, atribuida a motivos morales, pero en el fondo, debida a razones económicas ligadas al comercio del café. Se le eligió diputado al Congreso Nacional en 1895, inicialmente fue partidario de Ascensión Esquivel. En su trayectoria política fundó el periódico El país para combatir a Rafael Iglesias en 1901.

Inició la publicación de sus cuadros de costumbres con Nochebuena en el periódico La patria, de su primo Aquileo Echeverría. En 1889 viajó a Colombia y fue nombrado vicecónsul de Costa Rica en Bogotá; tiempo después (en 1892), regresa y se dedica a trabajar como procurador de negocios judiciales.

En 1906 laboró como profesor de castellano en el Liceo de Costa Rica y el Colegio Superior de Señoritas. Entre 1910-1915 fungió de cónsul general de Costa Rica ad honorem en Nueva York. Fue también auxiliar del Departamento de Estado para Asuntos Latinoamericanos y fundó la AsociaciónLatinoamericana de Nueva York, de la cual fue Presidente, el Círculo Literario Hispanoamericano de Nueva York y la Sociedad de Beneficencia Española. En Estados Unidos trabajó también como profesor de castellano en un colegio y una universidad.

En 1924 fue nombrado Inspector de Consulados de Costa Rica en Estados Unidos, cargo que desempeñó ad honorem hasta mayo de 1932, cuando fue nombrado embajador de Costa Rica en Washington, durante la tercera presidencia de Ricardo Jiménez.

En 1934 se le asignó el cargo de Ministro Residente en Washington, dos años más tarde enferma gravemente y regresa a Costa Rica, donde fallece el 29 de mayo de 1936.

Fue declarado Benemérito de las Letras Patrias en 1953.

Poco antes de morir Magón describe su vida a su amigo José María Arce, en una carta que le envía desde Washington, el 21 de marzo de 1933. Ésta es la mejor biografía que se haya podido encontrar de este escritor, por ello se incluye textualmente:

"Mi querido José María:

Con el placer de costumbre recibí y leí su interesante carta del 18, con la que me devolvió las copias de "Elocuencia y Calvin Coolidge". Se la contesto por orden de asuntos.

Educación- De 1870-71, Escuela privada de doña Eusebia Quirós en donde aprendí el abecedario y medianamente a silabear y desovar o sea leer cancaneando; catecismo de Ripaida: contar hasta cien y hacer números dígitos con pizarrín y pizarra y uno que otro palote y curva, preparatorios para el curso de caligrafía que después hice bajo la dirección de mi padre quien era un de los mejores penalistas de aquel tiempo (Véase mi artículo "Para justicias el Tiempo").

De 1871-75 Escuela pública elemental bajo Chepe Céspedes, Adolfo Romero, Amadeo Madriz y Juan de Dios Trejos. Allí me distinguí de tal manera que al fundarse el Instituto Nacional, fui escogido en compañía de Nicolás Chavarría Mora para ocupar las dos becas que la provincia de San José tenía derecho en ese Instituto, 1876-80, cursé enseñanza superior con el resultado que describo en mi artículo "Mi primer Empleo", ganando todos los cursos, muchas medallas de primera clase en los concursos de oposición a premios y muy señalados elogios de mis profesores. La circunstancia de haber ganado todos los primeros premios (medalla de oro en el quinto año) me daba derecho, ipso facto, a que se me confiriera cualquiera de los grados que el Instituto confería, a saber: Bachiller en Artes, Maestro de Obras, Perito Mercantil o Perito Agrónomo, según promesa formal del entonces Rector de la Universidad de Santo Tomás de la cual era padre el Instituto, quien probablemente la hizo en la creencia de que

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