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Narracion Pedro se dirigió a la casa de Marowsko, el viejo farmacéutico lo reconoció.


Enviado por   •  28 de Septiembre de 2015  •  Documentos de Investigación  •  424 Palabras (2 Páginas)  •  162 Visitas

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Pedro le tenía envidia a Juan porque sospechaba que su mamá había tenido otra relación fuera del matrimonio. Pedro le pregunto a su papá ¿cómo nació a ese Maréchal? Espera, no recuerdo exactamente, fue tu madre que lo nació en la tienda, ¿no es verdad Luisa? Pedro pregunta ¿en qué época lo conociste? ¿Recuerdas en qué año, Luisa? Tú tienes buena memoria debes saberlo mejor que yo y con voz segura y tranquila ella contesto: fue en el año cincuenta y ocho querido, Pedro tenía entonces 3 años, fue el año en el que tuvo la escarlatina y Maréchal nos prestó su ayuda.

Cierto, cierto iba a la farmacia a buscar tus medicinas, era un hombre de gran corazón un pensamiento brusco pero entro en el alma de Pedro, puesto que me conoció primero, ¿Por qué dejo toda su fortuna a mi hermano y nada a mí?

Pedro se dirigió a la casa de Marowsko, el viejo farmacéutico lo reconoció.

-¿y qué? - preguntó el doctor – Tras un largo silencio Marowsko preguntó si Juan había entrado en posesión de su fortuna. Su afecto suspicaz por Pedro se revelaba contra esa preferencia ahora ya no le cavia duda que el viejo pensaba “no debió usted permitir que aceptara esa herencia que dará motivo a que hable mal de su madre” incluso creía, quizá que Juan era hijo de Maréchal ¿Por qué dejo Maréchal a Juan? Se preguntaba, no eran los celos, no era la envidia, si no el terror de algo espantoso que Juan, su hermano, era hijo de aquel hombre.

Y de pronto un recuerdo exacto y terrible cruzo la memoria de Pedro. Maréchal había sido rubio como Juan, recordaba un retrato en miniatura que había visto tiempo atrás en París, quizá su madre lo había guardado en aquel cajón secreto donde se guardan las reliquias de amor. Estoy loco, pensó, sospecho de mi madre ¡Su madre! Como puedo sospechar de ella, después de verla y conocerla, como no juzgarla y reprochable ¡y era él, su hijo el que había dudado de ella! ¡Oh! ¡Como la hubiese besado, arrodillado ante ella para pedirle perdón!; no podía decir a Juan que no eran hijos del mismo padre, era necesario enterrar en su corazón esa vergüenza, nadie debía saber ni siquiera su hermano, sobre todo su hermano ¿y si se equivocara? ¿Cómo saberlo? Buscaba sin recordar nada; mientras Juan dormía, Pedro inclinado hacia él le contemplaba ávidamente. No, aquel joven no se parecía a Roland y por segunda vez recordó el pequeño retrato, era preciso encontrarlo.

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