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POEMAS ROBERTO BOLAÑO


Enviado por   •  24 de Octubre de 2013  •  2.289 Palabras (10 Páginas)  •  376 Visitas

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El fantasma de Edna Lieberman

Te visitan en la hora más oscura

todos tus amores perdidos.

El camino de tierra que conducía al manicomio

se despliega otra vez como los ojos

de Edna Lieberman,

como sólo podían sus ojos

elevarse por encima de las ciudades

y brillar.

Y brillan nuevamente para ti

los ojos de Edna

detrás del aro de fuego

que antes era el camino de tierra,

la senda que recorriste de noche,

ida y vuelta,

una y otra vez,

buscándola o acaso

buscando tu sombra.

Y despiertas silenciosamente

y los ojos de Edna

están allí.

Entre la luna y el aro de fuego,

leyendo a sus poetas mexicanos

favoritos.

¿Y a Gilberto Owen,

lo has leído?,

dicen tus labios sin sonido,

dice tu respiración

y tu sangre que circula

como la luz de un faro.

Pero son sus ojos el faro

que atraviesa tu silencio.

Sus ojos que son como el libro

de geografía ideal:

los mapas de la pesadilla pura.

Y tu sangre ilumina

los estantes con libros, las sillas

con libros, el suelo

lleno de libros apilados.

Pero los ojos de Edna

sólo te buscan a ti.

Sus ojos son el libro

más buscado.

Demasiado tarde

lo has entendido, pero

no importa.

En el sueño vuelves

a estrechar sus manos,

y ya no pides nada.

El mono exterior

¿Te acuerdas del Triunfo de Alejandro Magno, de Gustave Moreau?

La belleza y el terror, el instante de cristal en que se corta

la respiración. Pero tú no te detuviste bajo esa cúpula

en penumbras, bajo esa cúpula iluminada por los feroces

rayos de armonía. Ni se te cortó la respiración.

Caminaste como un mono infatigable entre los dioses

pues sabías -o tal vez no- que el Triunfo desplegaba

sus armas bajo la caverna de Platón: imágenes,

sombras sin sustancia, soberanía del vacío. Tú querías

alcanzar el árbol y el pájaro, los restos

de una pobre fiesta al aire libre, la tierra yerma

regada con sangre, el escenario del crimen donde pacen

las estatuas de los fotógrafos y de los policías, y la pugnaz vida

a la intemperie. ¡Ah, la pugnaz vida a la intemperie!

El señor Wiltshire

Todo ha terminado, dice la voz del sueño, y ahora eres el reflejo

de aquel señor Wiltshire, comerciante de copra en los mares del sur,

el blanco que desposó a Urna, que tuvo muchos hijos,

el que mató a Case y el que jamás volvió a Inglaterra,

eres como el cojo a quien el amor convirtió en héroe:

nunca regresarás a tu tierra (¿pero cuál es tu tierra?),

nunca serás un hombre sabio, vaya, ni siquiera un hombre

razonablemente inteligente, pero el amor y tu sangre

te hicieron dar un paso, incierto pero necesario, en medio

de la noche, y el amor que guió ese paso te salva.

Godzilla en México

Atiende esto, hijo mío: las bombas caían

sobre la Ciudad de México

pero nadie se daba cuenta.

El aire llevó el veneno a través

de las calles y las ventanas abiertas.

Tú acababas de comer y veías en la tele

los dibujos animados.

Yo leía en la habitación de al lado

cuando supe que íbamos a morir.

Pese al mareo y las náuseas me arrastré

hasta el comedor y te encontré en el suelo.

Nos abrazamos. Me preguntaste qué pasaba

y yo no dije que estábamos en el programa de la muerte

sino que íbamos a iniciar un viaje,

...

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