¿Qué Debe Saber Un Educador Sobre Atención Y Memoria?
emacetas2 de Diciembre de 2013
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Enseñar o educar conlleva grandes desafíos así como responsabilidades. Con un breve y simple cálculo numérico podemos decir que durante la primera infancia, adolescencia y juventud, un ser humano pasa el treinta y cinco por ciento de su vida bajo la guía de un maestro, un 30% adicional lo pasará durmiendo y el 35% restante bajo la protección de su familia.
Entonces, el proceso de nuerodesarrollo es guiado, influenciado y potencializado bajo la dirección de un maestro. Su rol y valor “excepcional como ser humano, el único ser capaz de enseñar de generación en generación, acrecentando así la información recibida y perfeccionando sin cesar los instrumentos tecnológicos y cognitivos” (Lipina & Sigman, 2011) hacen de la práctica docente una tarea de ineludible responsabilidad.
Pero, ¿qué hecho representa de manera eficaz el éxito o no de una práctica pedagógica responsable y efectiva? El aprender. Resulta necesario entonces que un maestro conozca a fondo cómo se realiza al interior del ser humano el proceso de aprendizaje, y qué elementos subyacen a su logro. Es aquí donde la atención y la memoria cobran significativa importancia, pues constituyen sistemas integralmente relacionados con el aprendizaje.
Para poder tener una comunicación efectiva que permita iniciar el proceso de aprendizaje en un estudiante, es necesario que este se mantenga atento. Las acciones que se realicen en el aula, la distribución de la misma o el uso de materiales en el desarrollo de una clase deben guardar estrecha relación con el objetivo inicial: atención. El sistema de atención trabaja de manera independiente pero no aislada de otros sistemas que conllevan el procesamiento de información. Por tanto, tiene un red a nivel neural que, al igual que el sistema sensorial o motor debe ser orientado bajo una acción responsablemente planificada (Petersen & Posner, 2012).
Su división en subsistemas o redes (alerta, orientación y control ejecutivo) y el conocimiento de los mismos, logran un efecto positivo en procesos paralelos como la autorregulación; estrechamente relacionado con el mayor rendimiento escolar, aún sobre niños o estudiantes que muestran un mayor coeficiente intelectual; la resolución de conflictos y la implicancia de las emociones (Posner, 2012). De la misma forma, un niño autorregulado podrá integrarse mejor al contexto en el que se desarrolla y de esa manera afianzar y relacionar experiencias que en adelante se vincularán en su proceso de aprendizaje.
Es así que una acción conjunta que vincule a los sistemas sensoriales y motores a las redes atencionales darán paso al procesamiento de la información que luego deberá ser integrado al sistema de memoria. “Un sistema de memoria se caracteriza y se diferencia de los otros por procesar un tipo de información y conocimiento particular, regirse por normas y principios específicos (duración, capacidad, etc.), tener un sustrato neural distinto, y aparecer en un momento ontogenético y filogenético diferente” (Torralva & Sierra).
Un docente debe conocer entonces que este sistema de memoria, necesita de una activación constante que permita al estudiante lograr una asociación significativa con el objeto de estudio. De la misma forma, entender que el cerebro establece la construcción de caminos o redes neurales para poder codificar, almacenar y evocar todo aquello que en un principio tuvo sentido para luego tener significado (Sandera, Werkle-Bergnera, Gerjetsb, & Shinga, 2012).
La misión del docente radica en conocer a fondo cual es el proceso que se gesta al interior del cerebro de su estudiante mientras aprende, y de qué manera logrará aprender. El conocer que la atención es necesaria porque de ella depende el paso inicial para poder despertar sus estímulos que permitirán la recepción de información para que, a través de una práctica
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