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ROBINSON CRUSOE


Enviado por   •  28 de Abril de 2021  •  Exámen  •  1.331 Palabras (6 Páginas)  •  117 Visitas

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ROBINSON  CRUSOE

Llegué por fin al cuarto año de mi permanencia en la isla, y celebré el acontecimiento con igual fervor y resignación que en los años precedentes. Pensé que debía felicitarme, porque allí estaba a salvo de los muchos vicios de aquella época. Nada codiciaba, pues poseía de todo. Era el amo del lugar, y si lo deseaba, hasta podía atribuirme el título de rey o emperador de todo el país, pues se hallaba sometido a mi dominio.

[pic 1]

No tenía rival ni enemigo que me disputara el mando o la soberanía; habría podido acaparar grandes depósitos de trigo, si bien eso no me hubiera valido de nada.  Por ese motivo, sólo dejaba crecer el trigo que precisaba. Tenía tantas tortugas como quería, pero con tomar una de cuando en cuando quedaban abundantemente cubiertas mis necesidades.

Con la madera que estaba a mi alcance hubiese podido construir una flota completa, y una vez construida, con las abundantes vendimias habría podido cargarla de vinos y pasas. Sin embargo, únicamente tenía valor para mí aquello que yo era capaz de utilizar.  Nada me faltaba de lo necesario para mi alimento y sostén. En consecuencia, ¿de qué me valía lo sobrante?

De haber matado más caza de la que hubiese podido comer, habría tenido que dejar las sobras para el perro o los gusanos. Los árboles que cortase quedarían dispersos por el suelo para pudrirse allí, pues tan sólo necesitaba leña para la cocina.

Ya he mencionado la suma de dinero de que disponía, en oro y plata. Mas por desgracia, ¡ qué inútil era para mí aquella suma, y qué poco me atraía! A mis ojos tenía menos valor que el barro. En ocasiones pensaba que hubiese entregado con gusto un puñado de aquel dinero por tener una pipa para fumar, así como tabaco o un pequeño molino para moler trigo.

Llevaba entonces una vida más grata y dichosa que al comienzo. A menudo, cuando me disponía a comer, daba gracias a la Divina Providencia con humildad, por haberme proporcionado una mesa en medio de aquel desierto.

Cierto es que me veía privado de toda relación con los hombres; pero también era verdad que nada debía temer de lobos, tigres furiosos o cualquier animal fiero o ponzoñoso, y tampoco de los caníbales.  En una palabra, si mi existencia se hallaba en cierto modo llena de tristeza y congoja, por otro, debía confesarlo, apreciaba los bienes de la misericordia divina.

Hacía ya tiempo que se me estaba terminando la tinta. Yo procuraba conservarla agregándole agua de cuando en cuando.  Por último, se volvió tan pálida que apenas podía ver los trazos que hacía en el papel.  Lo que me faltó a continuación de la tinta fue el pan, o mejor dicho, la galleta marinera que había retirado del barco naufragado. Aunque la economicé cuanto pude, la galleta llegó a faltarme un año antes de que cosechara el trigo que había sembrado.

También comenzaba a estropeárseme la vestimenta.  Ya no me quedaba ropa blanca, exceptuando unas camisas que había hallado en los baúles de los marineros, y que cuidaba cuanto podía, pues con frecuencia el calor no me dejaba llevar más atuendo que una camisa.  También pude poner a salvo algunos gabanes toscos, pero no me hicieron gran servicio porque eran demasiado gruesos.

[pic 2]

Pese a que el calor era tan intenso que no hubiese necesitado vestimenta, jamás me animé a ir desnudo, aun cuando me hallaba solo. Ni siquiera podía aguantar aquella idea.  Por otra parte, el calor del sol resultaba más insoportable cuando estaba desnudo que cuando vestía alguna ropa. El sol me producía ampollas en la piel; en cambio, cuando usaba la camisa, el aire que circulaba por debajo me hacía sentir más fresco. Tampoco podía ponerme al sol con la cabeza descubierta, pues la violencia de los rayos solares me originaba una fuerte jaqueca que cesaba en cuanto me cubría.

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