Resumen Odisea
sulgebt25 de Abril de 2013
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LA ODISEA - HOMERO
Eventos centrales
Una vez concluida la penosa guerra de Troya, los vencedores, cargando consigo los tesoros arrebatados, abandonan las ruinas de la ciudad y se hacen a la mar. Ulises Está ansioso por llegar a Ítaca tras diez años de ausencia. Parte con Menelao pero discute con él y regresa junto a Agamenón, que está organizando un sacrificio a los dioses. Tras esto se hace a la mar.
En ese instante se desata una tormenta terrible. Ulises pierde el rumbo, en cierta forma sale del mundo conocido y entra en otro del más allá. Llega hasta el país de los lotófagos, de donde tendrá que salir rápidamente. Los lotófagos se alimentan de flores de loto. Quien las come olvida quien es y no desea otra cosa que comer loto. Algunos de sus hombres caen en esta trampa y se olvidan de su familia y su patria, por tanto deben ser embarcados a la fuerza. Esto no es más que el principio. Es una metáfora de lo que le espera: el reino del olvido.
Mientras tanto Penélope, su esposa, ayudada por Mentor, amigo fiel de Ulises, cría al príncipe Telémaco, hijo de Ulises. Telémaco anhela desesperadamente expulsar a los pretendientes de su madre, pero no tiene la confianza ni la experiencia para luchar contra ellos. Lo que no saben los pretendientes es que Ulises aún está vivo
En la mar, una niebla espesa envuelve a Ulises y su tripulación. Tan densa que, en un momento, los marineros no son capaces de ver siquiera lo que tienen delante. Así es como, sin poder evitarlo, literalmente chocan contra una pequeña isla. ¿Qué hacer? Los griegos necesitan agua y alimentos, así que Ulises, al mando de doce hombres, decide investigar la isla. El grupo llega hasta una cueva de dimensiones gigantescas. Está llena de quesos. Ulises decide coger algunos y marcharse, pero la curiosidad puede con él.
En esto llega el dueño de la cueva, un cíclope llamado Polifemo. Un cíclope es una criatura gigantesca con un solo ojo en medio de la frente. Polifemo es un pastor, de ahí que haya tantos quesos. Al entrar, tapa la entrada de la cueva con una roca que solo él puede mover. Ulises le pide hospitalidad, el cíclope sonríe y ante la mirada impávida de todos, devora a dos de los navegantes y se echa a dormir. Se repite la misma escena todas las noches. Ulises decide entrar en acción.
Una noche se le presenta. Le dice que se llama Nadie y le hace beber hasta que el cíclope queda totalmente borracho. Luego afila una estaca y se la clava a Polifemo en su único ojo. El cíclope despierta y grita dolorido. Acuden otros cíclopes hasta su puerta y le preguntan qué le pasa. "¡Ah! Me atacan. Me han cegado" "¿Quién ha hecho eso?" "¡Nadie! Nadie me ha hecho esto" Los cíclopes resoplan. Ese loco de Polifemo les despierta en medio de la noche para decir que nadie le ataca. Menudo fastidio de vecino.
A la mañana siguiente Ulises y su tripulación se atan a la barriga de los corderos que cuida Polifemo. El cíclope está en la entrada de la cueva y toca a todos los corderos que salen para que los griegos no escapen, mientras se lamenta por su ojo.
Ulises y los suyos llegan hasta su barco y desde allí Ulises se burla de Polifemo. "¡Puedes decirles a todos que Ulises te ha cegado!¡Ulises de Ítaca!". Ese orgullo va a ser la perdición de Ulises.
Polifemo lo maldice: le pide a su padre, Poseidón, el poderoso señor de los mares, que el nombre de Ulises se borre en las aguas o que si él mismo debe llegar a Ítaca sólo lo logre después de incontables penalidades, tras vagar durante años sin rumbo y perder a todos sus compañeros. Y así será.
Escapados de las manos de Polifemo, Ulises y sus compañeros llegan a la isla de Eolo, el dios de los vientos. Este dios los recibe con alegría y los hospeda durante un mes. El último día Eolo pone todos los vientos menos el poniente en una bolsa, de esta manera, los marineros podrán llegar directamente a Ítaca. Ya se sienten los aires de Ítaca, y tras una durísima jornada al frente del timón de su nave, Ulises se entrega al sueño.
Por desgracia, él no les dice a sus compañeros qué hay en la bolsa. Mientras el héroe duerme los marinos curiosos piensan que es oro y riquezas y abren los sacos. Inmediatamente se produce tal ventarrón que aleja la nave de la Isla natal del héroe y los lleva nuevamente a la isla de Eolo.
Los marinos recurren de nuevo al generoso dios, sin embargo Sólo que ahora el recibimiento es otro. Eolo se extraña al volver a ver a los griegos. ¿Qué hacen aquí? pregunta. Ulises se lamenta. Se quedó dormido, sus compañeros abrieron el odre a sus espaldas y…
El dios del viento lo corta. Se enfada. Sospecha algo terrible. Tal calamidad sólo es posible si sobre ti pesa la mayor de las maldiciones. Estás maldito, proscrito por los dioses del Olimpo. Y Eolo se va, no quiere saber nada de Ulises. Los griegos parten de nuevo. Sus caras reflejan el desánimo. Y eso que desconocen lo que les espera…
Abandonado a su suerte, tras seis días de navegación, Ulises arriba a las costas de Lestrigonia. Pero allí se encuentra con los gigantescos habitantes de esas tierras que son comedores de carne humana. Al ver a los marineros los atacan y destruyen sin piedad. Únicamente se salva la nave de Ulises.
Con un reducido número de acompañantes, Ulises llega una isla salvaje, llena de leones y lobos, que sin embargo se muestran extrañamente dóciles. Ulises envía una expedición para ver si encuentran comida. Ninguno regresa. Ulises debe ir a buscarlos. Durante su labor, llega hasta él Hermes, dios mensajero, que le cuenta donde está. Se encuentra en la isla de la hechicera Circe, hija de el dios Helio. La hermosísima Circe tiene la manía de convertir a todo el que se le acerca en animal. La pobre se siente sola y los animalitos le hacen compañía. Hermes le ofrece a Ulises una planta con la que vencer el sortilegio de la maga.
Ulises llega al palacio, Circe le mira de arriba a abajo y sonríe. Le ofrece una copa de vino. Ulises bebe. No pasa nada. Circe, maravillada ante la inutilidad de sus oficios con Ulises, se rinde ante su poder y lo lleva a compartir su lecho. Ulises le pide que le devuelva la forma humana a sus compañeros y ante su negativa él la amenaza con su espada y la obliga a liberarlos.
Un año permanecen los griegos gozando de los favores de la maga Circe, hasta que la nostalgia de su tierra y el deseo de sus hombres por regresar a casa lleva a Ulises a pedirle licencia para la partida, Circe se resigna, aunque ama al héroe. Finalmente le aconseja que baje al Hades, el mundo de los muertos.
“Llegarán al país de la noche y de la bruma, al país de los cimerios, allí donde se halla la entrada del mundo infernal”, le dice Circe a Ulises. Hasta ti subirán los espectros de los muertos por millares. Tendrás que hacer beber a Tiresias de la sangre de un cordero para que él hable contigo, Tiresias conoce los designios divinos.
Ulises desciende al Hades siguiendo las indicaciones de Circe. Tras haber bebido, el adivino le informa que regresará a casa con Penélope. Así lo quieren los dioses. Pero le advierte que ha de atravesar una serie de obstáculos como la isla de las sirenas y que regresará a casa sin ninguno de sus compañeros y en una nave extraña.
Al mismo tiempo, le narra el trágico destino sufrido por muchos de los guerreros de Troya, como el mismo caudillo Agamenón. El propio Ulises observa a su alrededor los espectros de algunos de los más ilustres héroes de aquella gran guerra.
También allí, Ulises ve a su madre, Anticlea, que se ha suicidado por la tardanza de su hijo. Otro con el que se encuentra es Aquiles. Ulises no resiste la tentación de darle de beber un poco de sangre para hablar con él. Las palabras del orgulloso Aquiles son tremendas: “Preferiría ser el más pobre y sucio de los rudos campesinos que se revuelcan en los estercoleros sobre la tierra, que ser el gran rey Aquiles en este mundo de sombras subterráneas”.
Ulises regresa con Circe que le cuenta como puede salvar los obstáculos al afrontar su obligado paso por las inmediaciones de la isla de las sirenas y, sobre todo, al transitar por el estrecho de Caribidis y Escila. Al igual que el sabio Tiresias, la diosa le advierte que, no obstante la necesidad que estuvieran pasando, al llegar a isla Trinacria no se atrevan a tocar los ganados sagrados del dios Sol, pues en ello se les irá la vida sin remedio. Ulises y Circe se despiden, pero algo de él queda en Circe: sus hijos.
Al embarcar de nuevo, se encuentran con las Sirenas, mujeres monstruosas con voces misteriosas y seductoras que pretenden atraer a los marineros hasta su muerte. Ulises será el primer hombre que las oye cantar y que vivirá para contarlo. Para esto, pide que sus compañeros se tapen los oídos con cera y que a él lo aten al mástil para que pueda oír la canción de las Sirenas. Les ordena que por más que suplique que lo dejen libre para marcharse con las sirenas , ellos no deben obedecerle. Ulises oye a las sirenas y busca desesperadamente liberarse. Sus marinos no escuchan sus súplicas y Ulises sale triunfante de ese paso.
El barco, pues, deja atrás el peligroso tramo de aquellos terribles seres pero lo que encara a continuación no es menos delicado. Por un lado, las rocas o peñascos móviles, errantes. Cuando una nave pasa entre ellas se juntan y la convierten en papilla. Ulises, aconsejado por Circe, prefiere navegar entre Escila y Caribdis, lo que tampoco está exento de riesgos.
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