Resumen Por Autos La Celestina
ruvic9621 de Enero de 2014
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AUTO I
Resumen:
En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios.
Con estas palabras saluda Calisto a su deseada Melibea, quien, según el Argumento General de Francisco de Rojas, se presentó a Calisto en un conveniente lugar. Calisto, en esta aparición de Melibea, le revela su amor. Melibea parece rechazar sus insinuaciones. Acto seguido, Calisto, desde su cámara, llama a voces a Sempronio, su criado, y le increpa malhumorado. Sempronio y Calisto arguyen sobre el amor y el dolor que el amor suele traer consigo. Para Calisto, Melibea es su diosa:
por Dios la creo, por Dios la confieso y no creo que ay otro soberano en el cielo; aunque entre nosotros mora.
Más que cristiano, se confiesa melibeo:
Melibeo soy y a Melibea adoro y en Melibea creo y a Melibea amo.
Por su parte, Sempronio se compromete a cumplir los deseos de su amo:
Con todo, si de estos aguijones me da, traértela he hasta la cama.
Para conseguirlo, decide solicitar la ayuda de Celestina, una vieja alcahueta. Sempronio va a la casa de Celestina donde encuentra a Elicia, una joven prostituta, amiga suya. Sempronio convence a Celestina a tener confianza en él y seguirle a la casa de Calisto donde ellos ambos van a conseguir provecho y ganancias. En el camino,no, Sempronio le explica a Celestina la dolencia de Calisto. Pármeno, otro criado de Calisto, ve a los dos acercarse a la puerta y amonesta a su amo sobre la puta vieja, a la que conoce bien todo bicho viviente:
Si pasa por los perros, aquello suena su ladrido; si está cerca las aves, otra cosa no cantan; si cerca los ganados, balando lo pregonan; si cerca las bestias, rebuznando dicen ¡¡puta vieja! Las ranas de los charcos otra cosa no suelen mentar.
Calisto aprecia el consejo, pero manda a Pármeno que les abra y ambos entran. Sempronio teme que Pármeno eche por tierra sus planes. A Celestina no parece preocuparle demasiado, pues el criado hará lo que el amo quiera:
Para la mi santiguada do vino el asno vendrá el albarda
Calisto da las gracias a Celestina quien prefiere la paga material por sus servicios. Calisto y Sempronio van arriba para recoger el pago para Celestina. Mientras tanto, Celestina y Pármeno conversan sobre la necesidad de unir fuerzas en el asunto de Melibea. Celestina promete que será provechoso para Pármeno. Este recapacita:
Perplejo estoy. Por una parte, téngote por madre. Por otra a Calisto por amo. Riqueza deseo, pero quien torpemente sube a lo alto, más aína cae que subió. No querría bienes mal ganados.
Tratando de engatusar a Pármeno, Celestina le promete los favores de Areúsa, una de sus chicas. Pármeno se rinde a colaborar con Celestina:
Por eso, manda, que a tu mandado mi consentimiento se humilla
Calisto y Sempronio regresan con cien monedas de oro como primer pago a Celestina. Celestina las acepta con alegría y sale.
AUTO II.
Resumen: Calisto está impaciente e irritable. Ordena a Sempronio que acompañe a Celestina y la aliente para que se dé prisa en realizar su compromiso. Sempronio hubiera preferido quedarse acompañando a Calisto en su dolor, pero éste le advierte:
Sempronio, no me parece buen consejo quedar yo acompañado y que vaya sola aquélla que busca el remedio de mi mal. Mejor será que vayas con ella y la aquejes, pues sabes que de su diligencia pende mi salud, de su tardanza mi pena, de su olvido mi desesperanza.
Sale Sempronio. Calisto y Pármeno charlan. El criado le recuerda los acontecimientos del primer encuentro con Melibea, en el huerto de ésta y las consecuencias funestas a las que dio lugar:
Señor, porque perderse el otro día el neblí fue causa de tu entrada en la huerta de Melibea a le buscar, la entrada causa de la ver y hablar, la habla engendró amor, el amor parió tu pena, la pena causará perder tu cuerpo y alma y hazienda. Y lo que más de ello siento es venir a manos de aquella trotaconventos, después de tres veces emplumada.
Finalmente, tras haber luchado en vano por persuadir a su amo, Pármeno se rinde y decide que lo mejor será dejar que Calisto haga lo que quiera.
AUTO III.
Resumen: Sempronio se dirige hacia la casa de Celestina con el fin de que no se demore en llevar a cabo los deseos de Calisto. Piensa aquél piensa que desde que Calisto le pagó, ella se lo estaba tomando con demasiada calma. Sempronio le recuerda las prisas de Calisto y su disposición a incrementar las ganancias. Los mutuos intereses los unen en su empresa y Celestina no duda de que Pármeno terminará por ponerse de su lado. Celestina habla a Sempronio de Claudina, la madre de Pármeno y su compañera en la putería. El recuerdo de su madre y la promesa de poder gozar de Areúsa terminarán por convencer a Pármeno a colaborar con ellos. Celestina no duda de su éxito en doblegar la voluntad de Melibea:
sé que, aunque al presente la ruegue, al fin me ha de rogar; aunque al principio me amenace, al cabo me ha de halagar.
Podrá entrar en casa de Pleberio, el padre de Melibea, bajo el pretexto de vender ciertas mercancías:
Aquí llevo un poco de hilado en esta mi faltriquera, con otros aparejos, que conmigo siempre traigo, para tener causa de entrar, donde mucho no soy conocida, la primera vez: así como gorgueras, garbines, franjas, rodeos, tenazuelas, alcohol, albayalde y solimán, hasta agujas y alfileres.
Para mayor seguridad, profiere unos conjuros mágicos al dios de los infiernos:
Conjúrote, triste Plutón, señor de la profundidad infernal, emperador de la Corte dañada, capitán soberbio de los condenados ángeles
Y tras confeccionar varias pociones sale hacia la casa de Melibea confiada sobre todo en su propio poder personal, superior al del mismísimo Plutón:
Y así confiando en mi mucho poder, me parto para allá con mi hilado, donde creo te llevo ya envuelto.
AUTO IV
Resumen: Celestina camina a la casa de Melibea pensando en lo que acontecerá cuando ella llegue. Teme no ser bien recibida y que su visita se tome a ofensa: por un lado pueden que la manteen o la azoten; por otro, si no entra, será objeto de la furia de Calisto. Es más honorable sufrir el castigo que romper la confianza de alguien. Cuándo Celestina llega a la casa, Lucrecia, sirviente de Melibea, prima de Elisa, y una amiga suya la saludan a la puerta. Celestina dice que venía de visita; pero Lucrecia duda de eso, pues sabe que Celestina nunca hace nada sin interés de lucro. Celestina explica a Lucrecia que ella viene a ofrecerle unos hilos a Melibea y su madre. Lucrecia dice que Alisa, madre de Melibea, llevaba unos días tejiendo y que el hilo le vendría bien. Alisa pregunta a Lucrecia quien está allí y Lucrecia la dice sin reparos:
la que empicotaron por hechicera, que vendía las mozas a los abades y descasaba mil casados.
Alisa recuerda a Celestina, a la que llama buena pieza y, con todo, la invita a entrar. Alisa está ansiosa de comprar el hilo que Celestina describe como
Delgado como el pelo de la cabeza, igual, recio como cuerdas de vihuela, blanco como el copo de la nieve, hilado todo por estos pulgares, aspado y aderezado. Velo aquí en madejitas.
Repentinamente, Alisa se da cuenta de que ella debe salir a visitar a su hermana que está enferma y deja Melibea sola con Celestina. Celestina aconseja a Melibea a gozar su lozana juventud antes que llegue la vejez con sus achaques:
Dios la deje gozar su noble juventud y florida mocedad, que es el tiempo en que más placeres y mayores deleites se alcanzarán. Que, a la mi fe, la vejez no es sino mesón de enfermedades, posada de pensamientos, amiga de rencillas, congoja continua, llaga incurable, mancilla de lo pasado, pena de lo presente
Melibea parece complacida con las reflexiones de la vieja y cree que éstos son los sentimientos del pobre y que la gente rica piensa de otra manera. Melibea da gracias a Celestina por su visita y le paga por la compra. Celestina aprovecha esta oportunidad y revela a Melibea la razón altruista de su visita, wue ha sido motivada por ajenas necesidades y no mías. A lo que responde la doncella:
Pide lo que querrás, sea para quien fuere.
Celestina se extiende en rodeos sobre la necesidad de curar a los enfermos moribundos; en particular un enfermo que le preocupaba:
¡Doncella graciosa y de alto linaje! tu suave fabla y alegre gesto, junto con el aparejo de liberalidad, que muestras con esta pobre vieja, me dan osadía a te lo decir. Yo dejo un enfermo a la muerte, que con sola una palabra de tu noble boca salida, que le lleve metida en mi seno, tiene por fe que sanará, según la mucha decocción tiene en tu gentileza.
Sigue Celestina con sus digresiones, tras lo cual sigue el siguiente intercambio:
MELIB. __ Por Dios, sin más dilatar, me digas quién es ese doliente, que de mal tan perplejo se siente, que su pasión y remedio salen de una misma fuente.
CEL. __ Bien tendrás, señora, noticia en esta ciudad de un caballero mancebo gentilhombre de clara sangre, que llaman Calisto.
MELIB. __ ¡¡ Ya, ya, ya! Buena vieja, no me digas más, no pases adelante ... ¡¡Quemada seas, alcahueta falsa, hechizera, enemiga de onestad, causadora de secretos yerros! ¡¡ Jesú, Jesú ! !Quítamela, Lucrecia, de delante, que me fino, que no me ha dexado gota de sangre en el cuerpo! Bien se lo mereççe esto y más, quien a estas tales da oydos. .......... ¡¡ Jesú! No oiga yo mentar más ese loco, saltaparedes, fantasma de noche, luengo como cigüeña, figura de paramento malpintado; sinó, aquí me caeré muerta.
Melibea, aparentemente enojada,
...