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Ruben Dario


Enviado por   •  27 de Febrero de 2014  •  4.413 Palabras (18 Páginas)  •  216 Visitas

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Calibán, icono del 98

A propósito de un artículo de Rubén Darío" (1)

Para Lucas

1898 fue un año fundamental en la redefinición de la identidad latinoamericana por los intelectuales de fin de siglo. El "destino manifiesto," la aplicación heterodoxa (2) de la doctrina Monroe y la tesis expansiva de Frederick Jackson Turner sobre las fronteras (1893), amenazaban no sólo a las Antillas; los intereses de los Estados Unidos (para usar la expresión de Teodoro Roosevelt) crecían en Centroamérica de manera peligrosa para la soberanía de sus repúblicas y la experiencia de Cuba ese año confirmaba los peores temores de la generación modernista. México, Cuba, Puerto Rico y Filipinas eran —en el momento cumbre del imperialismo expansionista que alcanzaría a Panamá unos años más tarde— los nombres de una geografía territorial, cultural y económica, inestable. En este contexto podemos leer la fiebre verbal y el arrebato hispánico de los modernistas que, confiados en el poder de la letra, declaraban (en términos Norte / Sur) la identidad continental de la que Martí llamó "Nuestra América" y Darío la "Unión latina."

La comprensión del momento se intentó nombrando la amenaza de diversas formas: utilitarismo, materialismo, barbarie, vulgaridad democrática, y oponiéndole el hispanismo (3) en sus versiones moral, racial y lingüística. Los referentes simbólicos de sus discursos fueron idílicos lugares comunes: la invocación de valores espirituales e idealistas, la latinidad que hacía a América "hija de España," "sobrina de Francia" y "nieta de Roma," y la lengua, que permitía la conexión con el pasado español.

El personaje Calibán de La tempestad (1611) de William Shakespeare, icono canonizado por José Enrique Rodó en su ensayo Ariel (1900), sirvió para la composición utópica del imaginario histórico en un presente conflictivo e inasible, y para impugnar el materialismo vulgar de los nuevos tiempos (4). La apropiación latinoamericana de los personajes del drama (Calibán, Ariel, Miranda, Próspero) es, sin embargo, generacional, modernista; antes de que la propusiera Rodó estaba ya en el imaginario de la época. Esta breve nota quiere introducir uno de los documentos que da cuenta de ello, un artículo de Rubén Darío que quedó más o menos sepultado entre su prosa periodística y que ha sido descuidado por la crítica (5): "El triunfo de Calibán" aparecido en El Tiempo de Buenos Aires (20 de mayo de 1898) y en El Cojo Ilustrado de Caracas (1 de octubre de 1898).

Dos años antes que Rodó lo hiciera, Darío —un Darío de 1898, visto tradicionalmente como el escapista y esteta de la "torre de marfil"— usaba con una retórica frontal la oposición Ariel / Calibán en su condena a los Estados Unidos, a propósito de la guerra de Cuba (6). Rodó, empero, establece una genealogía francesa (Ernest Renan) en la que no se halla Darío (7), ni tampoco el franco-argentino Paul Groussac, director de la Biblioteca Nacional, de quien —se dice— él y Darío habrían tomado la idea. Algunas exposiciones, en efecto, tienden a darle ese papel central a Groussac, lo cual es menester aclarar. El 2 de mayo de 1898, en el teatro La Victoria, en un evento patrocinado por el Club español de Buenos Aires a raíz de la guerra entre los Estados Unidos y España, Groussac se había referido a la agresión "yankee," y al cuerpo monstruoso (calibanesco) de los Estados Unidos, en medio de sus reflexiones sobre las bondades de la Conquista, las excelencias de la literatura española, y la observación sobre inmadurez de Cuba para la independencia [!]:

en el umbral del siglo XX ella [la civilización latina] mira erguirse un enemigo más formidable y temible que las hordas bárbaras. . . desde la guerra de Secesión y la brutal invasión del Oeste, se ha desprendido libremente el espíritu yankee del cuerpo informe y 'calibanesco'; . . . Esta civilización, embrionaria e incompleta en su deformidad, quiere sustituir la razón con la fuerza. . . No tiene alma, mejor dicho: sólo posee esa alma apetitiva que en el sistema de Platón es fuente de las pasiones groseras y de los instintos físicos (negrillas fuera del texto, Viaje intelectual 100, 101).

Antes de la publicación de Ariel y casi simultáneamente con la referencia citada de Groussac, Darío reintrodujo en "El triunfo de Calibán" el "personaje metáfora" que le permitiría articular ese alegato desgarrado en favor de una idílica cultura hispánica fundada en valores espirituales, contra el modelo igualitario y capitalista de los Estados Unidos (8). Cuatro años antes de los eventos del teatro La Victoria y del artículo que se publica, Darío ya había adelantado a Calibán en su semblanza de Edgar Allan Poe publicada en la Revista Nacional (9) en enero de 1894, que incluyera luego en Los raros (1896). Al comienzo de ésta hace un recuento de su viaje a la ciudad New York (1893) que recuerda bajo el acaloramiento y disgusto que le causaba "la sanguínea, la ciclópea, la monstruosa. . . capital del cheque" (14, 15), y anticipa al Calibán de su artículo de 1898:

"esos cíclopes..." dice Groussac; "esos feroces calibanes..." escribe Peladan. ¿Tuvo razón el raro Sãr al llamar así a estos hombres de la América del Norte? Calibán reina en la isla de Manhattan, en San Francisco, en Boston, en Washington, en todo el país. Ha conseguido establecer el imperio de la materia desde su estado misterioso con Edison, hasta la apoteosis del puerco (10), en esa abrumadora ciudad de Chicago. Calibán se satura de whisky, como en el drama de Shakespeare de vino; se desarrolla y crece; y sin ser esclavo de ningún Próspero, ni martirizado por ningún genio del aire, engorda y se multiplica; su nombre es Legión. Si por voluntad de Dios suele brotar de entre esos poderosos monstruos, algún ser de superior naturaleza, que tiende las alas a la eterna Miranda de lo ideal. Entonces Calibán mueve contra él a Sícorax, y se le destierra o se le mata. Esto vio el mundo con Edgar Allan Poe, el cisne desdichado que mejor ha conocido el ensueño y la muerte. . . . Poe, como un Ariel hecho hombre, diríase que ha pasado su vida bajo el flotante influjo de un extraño misterio. Nacido en un país de vida práctica y material, la influencia del medio obra en él al contrario (16,17,19).

David Allen (386) supone que "Chicago: la ciudad y la exposición" en Del Plata al Niágara (1897) de Groussac habría influido la nota sobre Poe de Darío. Según él, ese capítulo fue publicado en 1883 en un periódico

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