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TEXTOS Y CONTEXTOS DE LA PERSUASION


Enviado por   •  18 de Abril de 2014  •  330 Palabras (2 Páginas)  •  162 Visitas

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UNES, 21 DE SEPTIEMBRE DE 2009

EPÍLOGO, Cómo aprendí a leer

EPÍLOGO

Felipe Garrido (1999)

CÓMO APRENDÍ A LEER

Debo comenzar por disculparme. Acabo de anotar un título excesivamente presuntuoso. Nadie, en verdad puede jactarse de haber terminado de aprender a leer. Un lector estará aprendiendo a leer siempre. Pues leer, esa compleja operación de atribuir sentido y significado a los signos que nos rodean, es una habilidad que siempre puede ser perfeccionada. Leemos el rostro y el gesto de un interlocutor; leemos una pintura o una fotografía; leemos un mapa, un diagrama una señal de tránsito. Leemos el mundo.1Leemos también palabras y textos. Siempre que he hablado de lectura en este libro, me he referido a la lectura y la escritura de textos que es, por así decirlo, la lectura por antonomasia, la lectura prototípica. Pero no es descabellado referirse a la lectura de otros sistemas de signos, de otros códigos, porque sin esa lectura los textos serán sistemas vacíos. Los textos valen porque se dan en un contexto; porque son signos que se remiten a un sistema de signos más amplios, que los abarca. La lectura, la lectura de textos, comienza, como ha dicho Paulo Freire, por la lectura del mundo. 2En un lector, una y otras lecturas se esclarecen, se enriquecen, se complementan; arman un juego de espejos; son mutuamente imprescindibles. No existe oposición entre la lectura del texto y la lectura del mundo. Por el contrario, el paso de una a otra hace crecer nuestra conciencia. Fui alfabetizado en casa, sin que me diera cuenta, con la misma naturalidad con la que aprendí a hablar. Había libros y revistas. Mi madre y mi padre leían, nos leían a mí y a mis hermanas, y nos contaban cuentos, episodios históricos, noticias astronómicas, estampas de viajes y de la vida animal. Mi padre era un cuentero más que respetable; algún día, mucho tiempo después, descubrí que, como buen cuentero, no vacilaba para apropiarse historias ajenas; cada vez que he tropezado con las fuentes

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