Una Carta
luis.9529 de Abril de 2014
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Añoraba los días de abril, soñando sus recuerdos, sentado bajo la sombra del mango. Esperaba verla algún día pasar por su puerta saludando de lejos. Nunca pasó. Pero nunca se rindió. Él, era joven por aquellos días, ella era hermosa, a sus ojos le parecía una deidad, pero no era más que un ser humano hermoso de género femenino. Él la soñaba cada noche y repetía su nombre al levantarse todos los días. Ella, por su parte, prefería sonreírle al nuevo día con la luz que el sol no puede irradiar. Ella amaba a su familia y lo demostraba dando abrazos a su madre, padre y hermanas. Él no demostraba su afecto, todo por el contrario, siempre estuvo disuelto en una especie de dureza interior pero, por dentro moría porque no tenía cariño. Él sonreía siempre a los otros, a sus amigos, a todos, pero a su familia jamás les mostró la sonrisa tan hermosa que podía entregar. Él siempre pensó que cuando ella llegara sería feliz desde ese momento y para siempre, y sentía que estaba guardando toda esa ternura que no sabía entregar a su familia para dársela a ella. Gran error.
No tenía ánimos para hacer sus obligaciones con la universidad, todo lo dejaba para última hora, se convirtió en un mediocre estudiante, (cosa que para él era abominable, pero en ese momento no le importaba su vida). No negaré que había días que entregaba todo de si se esmeraba por estudiar y trabajaba duro en su empleo de medio tiempo; pero eso duraba poco, lo que dura un ciclo de luna. Había pasado así tres años (y los que seguirían) cuando conocí su historia, por entonces estaba ilusionado porque al parecer a ella por fin le empezaba a gustar. Escribía poemas, tenía un cuaderno en el que los atesoraba, nunca dejó que ella lo viera. Tenía miedo de perderla puesto que cuando ella se enteró de que lo traía colgado del aire, cambió su forma de ser: Ella era muy tierna con él, lo abrazaba, le decía que lo quería mucho, que lo apreciaba y ella siempre le atendía las cosa que decía, ella fue la primera y la única que lo llevó de la mano a dar un paseo por la escuela; a él nunca se le hubiera ocurrido tomarle la mano, y ella lo hizo por él. Ya ves amigo, él nunca había vivido estas cosas y ella se las mostró, comprenderás que se le grabó en la retina como un cuadro inolvidable. Pasaron los días y se animó a decirle las cosas que ella le transmitía y ya te dije lo que causó su sinceridad. Bien, él no tuvo muchas esperanzas, terminó su último año de secundaria, entró a la universidad y tenemos al joven mediocre que te acabo de describir. Dos años después me lo encontré por la calle, muy barbado con el cabello largo, con sus lentes rotos, la mirada perdida, parecía estar en problemas con las drogas. Conversamos un rato Me contaba que era uno de los mejores estudiantes de su facultad y que se había ganado la confianza de sus profesores, que ya tenía empleo asegurado cuando terminara de estudiar en la empresa en la que ha trabajado desde que tenía diecisiete. Ahora tiene veintiuno, y aún sigue maravillándose con los atardeceres o con la candidez del cielo a medio día, sigue pensando en enamorar a la luna y sigue escribiéndole poemas a su amor: Ella.
Me parece increíble la obsesión que tiene con esa muchacha. Me cuenta que a veces hay días que no le motiva nada y que piensa en la muerta a cada instante. A veces tiene pensamientos suicidas pero no lo hace “porque teme a Dios”, entonces está esperando a que la vida se le vaya sola, o por un accidente que para él no sería inesperado porque simplemente lo habría estado esperando con ansias. Me dice que besaría a la muerte mejilla por mejilla y que la abrazaría como una madre, pero ella no llega. Le he preguntado si no tener a la mujer que quiere tiene algo que ver con sus pensamientos pesimistas y él me dice que en parte es por eso, pero que la otra razón por la que sufre tanto es por haber perdido su virtud y no sentirse
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