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Una fábula De Un Avaro


Enviado por   •  15 de Mayo de 2012  •  391 Palabras (2 Páginas)  •  651 Visitas

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El granjero salió del bosque y llegó al claro que estaba en el linde de la maleza. En aquella soledad encontró a un anciano que tiritaba lastimeramente. Sólo una harapienta capa le cubría el cuerpo del vendaval frío invernal. Sus cabellos grises estaban" insertados como plumas alrededor de la cabeza, y su barba era larga y desaliñada. Con manos trémulas se secó las lágrímas, pero siguió gimiendo.

El buen granjero se apiadó de él y le dijo, bondadosamente:

-Dime, amigo mío, ¿qué te sucede?

-¡Algo terrible! ¡Espantoso! -exclamó el viejo, vacilando perdí todo mi acervo.Vendí mi casa, mis tierras y todo lo que tenía, y oculté en este agujero el oro que me dieron por ellos. Y ahora, ha desaparecido ..., desaparecido ..., ¡desaparecido! . He quedado sin aval alguno 

Y, nuevamente, como cuando una válvula se abre le brotaron las lágrimas que se le resbalaron por las mejillas.El granjero salió del bosque y llegó al claro que estaba en el linde de la maleza. En aquella soledad encontró a un anciano que tiritaba lastimeramente. Sólo una harapienta capa le cubría el cuerpo del crudo vendaval invernal. Sus cabellos grises estaban" insertados como plumas alrededor de la cabeza, y su barba era larga y desaliñada. Con manos trémulas se secó las lágrímas, pero siguió gimiendo.

El buen granjero se apiadó de él y le dijo, bondadosamente:

-Dime, amigo mío, ¿qué te sucede?

-¡Algo terrible! ¡Espantoso! -exclamó el viejo, entre sollozos- Vendí mi casa, mis tierras y todo lo que tenía, y oculté en este agujero el oro que me dieron por ellos. Y ahora, ha desaparecido ..., desaparecido ..., ¡desaparecido!

Y, nuevamente, las lágrimas le resbalaron por las mejillas.

-Temo que estás sufriendo el castigo del avaro -dijo sabiamente el granjero-. Has permutado tus cosas buenas y útiles por un montón de oro inservible, que no puedes comer ni usar como ropa. ¡Aquí tienes! -agregó-. Mira esta piedra. ¡Entiérrala y piensa que es tu pedazo de oro! ¡Nunca notarás la diferencia!

Y el granjero siguió su camino, abandonando al lloroso viejo.

-Temo que estás sufriendo el castigo del avaro -dijo sabiamente el granjero-. Has permutado tus cosas buenas y útiles por un montón de oro inservible, que no puedes comer ni usar como ropa. ¡Aquí tienes! -agregó-. Mira esta piedra. ¡Entiérrala y piensa que es tu pedazo de oro! ¡Nunca notarás la diferencia!

Y el granjero siguió su camino, abandonando al lloroso viejo.

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