Unas horas en el escape del abismo

Unas horas en el escape del abismo

En la mañana, en la tarde, o de noche. En cualquier momento del día es un riesgo transitar por las calles de Purral, zona de Guadalupe. A pesar de que el sol brillaba, la oscuridad del lugar era clara a simple vista y el ambiente calaba temor.

Para quienes nunca entran a lugares así es difícil imaginarse la realidad, pero para quienes viven, las drogas a la deriva, conflictos, robos y prostitución, es lo de siempre. En estos barrios nunca para el riesgo a delitos.

Son las 12:45 p.m de un día miércoles cuando tomé rumbo a esta zona, por primera vez, en bus de San José-Guadalupe pero hasta el distrito del Carmen, donde me bajé para ir en carro con Ingrid Medrano, una conocida que habita cerca de allí. Evidentemente, por motivos de desconocimiento del lugar y seguridad.

El trayecto tenía un objetivo puntual: el Colegio Técnico Profesional de Purral, es lógico que entrar a una zona vulnerable tenía que tener un destino sano. De la misma manera, en este centro educativo constataríamos cómo percibe el entorno una población crucial como los jóvenes.

A los pocos instantes de haber entrado los cambios fueron radicales, poca actividad comercial, viviendas descuidadas, poco tránsito, habían algunas personas de apariencia humilde caminando. Sin embargo, en algunas esquinas era común ver hombres que tenían la maldad plasmada en el perfil. Es inevitable no sentir temor, no es igual lo que se ve en televisión a tenerlos cerca.

Ver taxis es poco probable, los Ubers difícilmente entran y lo que más se ven son motos, con esto es imposible resaltar la percepción de que existe un contexto nada tranquilo. En un momento del trayecto dijo Ingrid: “de ahí para adentro son Los Cuadros”, al oír eso solo guarde silencio.

Unos kilómetros después paramos rápidamente en una pulpería cercana al colegio para comprar dos bebidas por la sed que generó el caluroso y soleado día hasta ese momento. A pesar de que el cajero se trató de comportarse normal, sus pocas palabras y gestos bastaron para entender su desconfianza.

Luego de 25 minutos de recorrido por este lugar, llegamos al centro educativo donde la directora, profesores y tres alumnos de duodécimo año compartieron en algunos espacios de conversación que me llevó a esta conclusión principal: finalizar la educación, más en un lugar como Purral, garantiza no terminar en drogas, la cárcel o el cementerio.

Este colegio contaba con todo lo que carece la zona, un ambiente pacífico y de convivencia sana. Los mismos estudiantes sienten un alivio al venir a clases, aduciendo a un refugio frente a la problemática en la que están en vueltos en sus hogares.

Incluso, minutos antes de acabar en la institución, Ingrid alertó que pasaron varias patrullas de la Fuerza Pública con lo que resultó ser un mega operativo en un sector conocido como Alemanias Unidas, nada más y nada menos que detrás del colegio.

Escasos minutos recorriendo las calles más tres horas por la visita al colegio adentro de esta zona, es suficiente para lamentar esa peligrosa realidad en la que coexisten muchos, donde solo hay un único espacio que hace del abismo un escape.

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