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Absolutismo


Enviado por   •  17 de Septiembre de 2012  •  1.541 Palabras (7 Páginas)  •  629 Visitas

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COLOMBIA, UN ESTADO SOCIAL DE DERECHO

Realidad de la enseñanza de la Democracia.

Es muy claro el articulo 1º de la Constitución de Colombia, pero ¿Como derivar esto como una realidad, allí donde la familia y su reflejo mas fehaciente, los hijos, manifiestan con su comportamiento algo lejano a esa pluralidad y respeto a los derechos, convirtiéndolo en una visión mítica, por no decir utópica, para nuestro quehacer docente, en la formación de una cultura democrática ha aquellos que supuestamente serán miembros transformadores de la sociedad?

Sin pretender responder con tecnicismos, recién se comienza a hablar de derechos humanos (a partir del siglo XVIII) cuando Jacques Rousseau se postula ante la racionalidad que comienza, denunciando el fenómeno de la masificación que oprime al que piensa distinto. Es aquí, en este contexto que el “ser humano deja de ser “humano”, tomando mayor validez hoy, cuando deja de reconocer al otro como semejante porque está cumpliendo tareas ajenas a él, a su voluntad.

Hay manipulación cuando deja de ser persona en el pleno sentido de la palabra, dueño de la historia para ser manipulado en mayor o menor grado por intereses sectarios, base de las injusticias sociales y étnicos de hoy día. En otras palabras, en aras de un liberalismo tanto individual como colectivo, se sacrifica el interés mayoritario por medio de la desfiguración del mismo individuo, visto como parte de una masa.

Rousseau escribe “La desigualdad de los hombres” como una critica al progreso y la Corte ilustrada, que termina empobrecida. Se fundamenta la idea del contrato en donde el sujeto esta en función del capital que tiene para arriesgarse, y se abre al mundo en ese marco de contratos pero a diferencia del concepto de contrato, que desde los griegos hubo para legitimar el Estado, ahora tenemos un contrato secularizado, ligado más bien a la idea de que hay una unión de las personas dispersas, que se sujetan en la vida comunitaria mediante un gobierno que deciden darse de acuerdo. Después del contrato o pacto civil, el estado surge como forma política de gobierno, dando a la humanidad una evolución técnica, de lenguaje, de progreso. Seguir de ahí a la idea de un Estado social de derecho se da un proceso que a ciencia cierta ha desconocido un factor importante: el nivel intelectual (la educación) de aquellas células que conforman en sus unidades, el núcleo de dicho contrato: la familia

Casi tres siglos después, la familia como núcleo representativo de aquellos intereses mayores que darán noción a la idea de Nación como parte del contrato que fundamenta el Estado, adolece, además de medios suficientes para vivir, de falta de vocación. Una vocación inequívoca y asumida a fondo que llegase a ser resistente a toda fuerza contraria a la unidad y a la vez defensora y ejemplo de los derechos que hacen de un Estado un contrato social en derecho: la única disposición del espíritu humano, nacido en el núcleo familiar capaz de derrotar la barbarie del individualismo sin sentido social.

Es aquí donde el docente, no solo el de sociales, asume un riesgo al pretender suplir las carencias del núcleo familiar y por ende de esa vocación dada como virtud familiar, en al enseñanza de valores y modos de asumir roles sociales en aquellos adolescentes que no asumen el compromiso de seguir reglas que forman la base angular de un pacto de convivencia en equidad. Siempre existirá ese riesgo cuando se pretende formar en especial en deberes, sin embargo, los adultos de una comunidad cualquiera del tercer mundo, en su mayoría por carecer de formación o tener un nivel intelectual mínimo, destruyan tales virtudes nacida del seno de los derechos porque o les parecen débiles, y terminen por encasillar a sus hijos en la realidad amurallada en que los padres los encasillaron a ellos; o, en el peor de los casos, el rigor de muchos padres con los hijos que poseen algún atisbo de ser “justos y tolerantes” suele ser el mismo con que tratan a los homosexuales.

Los colombianos, desde siempre, nos hemos visto como un país de leyes. Tal vez a eso se deba que los programas del bachillerato hagan más énfasis en la obligatoriedad de los deberes que la pluralidad de los derechos. Pero aparte de la validez o no de los manuales de convivencia, a los alumnos no les cultivan el hábito de reconocerse como constructores de sociedad y de Estado, sino que los obligamos a leer y a hacer sinopsis escritas de los derechos y demás parafernalias constitucionales. No se sigue un debido proceso ni se concientiza sobre los limites de los mismos

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