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Adam Smith: El mito versus la realidad


Enviado por   •  13 de Septiembre de 2023  •  Ensayos  •  2.359 Palabras (10 Páginas)  •  33 Visitas

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ADAM SMITH: EL MITO VERSUS LA REALIDAD

ALUMNO. RAÚL HINOJOSA BOLÍVAR

Es un lugar común decir que Adam Smith es “el padre” del capitalismo moderno, al concebir una sociedad con seres humanos egoístas que buscan  su interés individual, con acumulación de riqueza en un libre mercado absoluto que fomenta la desigualdad, con  escasas regulaciones y una mano invisible que reemplaza al Estado.  Este enfoque fue  reforzado durante el siglo XX por los grandes cerebros neoliberales de la Escuela de Economía de Chicago,  como  George Stiglers quien señaló que el libro fundamental de Smith, La riqueza de las naciones, era “un estupendo palacio erigido sobre el granito del interés propio”(265) o el controvertido  Milton Friedman, al pregonar que  Adam Smith fue “un radical y revolucionario en su tiempo, tal como lo somos en nuestro tiempo aquellos de nosotros que hoy predicamos el laissez faire”(1). Ello convirtió a Smith en un anatema entre los sectores más conservadores o izquierdistas, que hasta hoy le enrostran la responsabilidad de sentar las bases de un sistema económico mundial injusto, con profundas brechas sociales que separan a ricos y pobres, la codicia desatada de las empresas transnacionales y el deterioro  del rol correctivo o controlador de los gobiernos o las leyes.  En Chile, esta disputa tiene aún más eco, luego que intelectuales como el cientista político Patricio Silva (175), apuntaran al rol ideológico fundamental en la constitución del 80, de los tecnócratas económicos como el mismo Friedman[1], que convirtieron al país en un laboratorio de las ideas smithsonianas.

Sin embargo, a la par de las críticas, hay una vertiente que defiende una visión mucho más compleja del pensamiento de Adam Smith. Intelectuales como Noam Chomsky defienden una relectura del pensador escocés para barrer con el mito: “Es probable que Stigler nunca  haya abierto La riqueza de las naciones” (27).

La mayoría de los exégetas modernos del autor, advierten que no se le puede entender sin no se estudia no sólo su libro más famoso, sino también su obra La teoría de los sentimientos morales. Tampoco se le puede comprender sin atender a su historicidad o a sus influencias intelectuales de autores como Newton o su amigo Hume, quien fue el primer pensador moderno que cifró el propio interés como motor de las acciones humanas. Sólo en ese contexto es posible entender el realismo que empapa su pensamiento y su definición del hombre y la sociedad. Smith, como Hume, renuncia a buscar la sustancia de las cosas. Así como Newton conoció a través de la observación experimental, intentando describir el orden, el funcionamiento y los fines de lo real. Ve al hombre como un ser inserto en una sociedad imperfecta  y que busca la felicidad a través de dos tipos de sentimientos: su interés propio o Self-interest, y el amor a sí mismo o Self-love. Así, el primer deber del hombre es cuidarse a sí mismo  pero no de manera egoísta, porque su deber secundario es cuidar de los demás. Para ello, el hombre posee también simpatía, el deseo  de aprobación de los demás; benevolencia o la justicia -que para Smith es el que sostiene el inmenso tejido de la sociedad humana- que funcionan como mecanismos morales  que en momentos  fomentan el Self-interest y, en otras, lo limitan, impidiendo el espectáculo del  hombre devorado por el lobo humano, como diría Hobbes. Así, Smith advierte que es inaceptable perturbar la felicidad de otro  porque obstaculiza la nuestra o  quitarle algo porque es de más utilidad para nosotros. El interés propio, por tanto, debe considerar secundariamente el de la comunidad también, el bienestar general en post del progreso. Aquí, la teoría suena extremadamente moderna. El hombre es capaz de constreñir su Self-interest, a través de leyes justas, para garantizar su vida, propiedad o libertad, construyendo de paso una sociedad más armónica. Este bienestar social surge ya en los grupos primarios como la familia o los amigos. Es nuestro deber moral cuidarlos. El autor señala que la sabiduría que ideó el sistema de los afectos y sentimientos  humanos  buscó promover el interés de la gran sociedad humana, dirigiendo la atención principal de cada individuo a esa porción particular de ella, en su propia esfera.  El círculo primario de afectos se va ampliando y generando una trama sólida y equilibrada pero es conforma una sociedad que no trasciende al individuo, sino que más bien es la suma de todos ellos. No hay un bien común aristotélico, sino más bien la conciliación de muchos bienes en un interés general, en que todo hombre tenga su propio y suficiente bien privado. De manera práctica advierte que nadie puede cuidar a los demás si no se cuida primero a sí mismo y a sus cercanos. Con un claro pragmatismo, entiende que el ser humano no es el ideal  imaginado por el cristianismo, que da la vida por los demás; sino quien más bien busca relaciones recíprocas, donde haya beneficios y ventajas mutuas. Esto no sólo a nivel de individuos sino también de las sociedades y naciones. “cada individuo necesariamente trabaja para que el ingreso anual de la sociedad sea tan grande como pueda…no pretende promover el interés público ni sabe en qué medida lo promueve. . . sólo pretende su propio beneficio, y en este, como en muchos otros casos, es conducido por una mano invisible a promover un fin que no formaba parte de su intención…. Al perseguir su propio interés, frecuentemente promueve el de la sociedad más con eficacia que cuando realmente intenta promoverlo (Smith 322).

  Smith reconoce que este interés propio no prescinde del los otros precisamente por la simpatía y tampoco la posibilidad de ir en su ayuda  debido a que también albergamos pasiones benevolentes pero a quienes pueden respondernos recíprocamente. En la sociedad de Smith no hay héroes que se sacrifiquen por  nobleza.  Buscamos ser queridos por nuestro semejante. Pero se trata de los más cercanos, o quienes comparten nuestro interés. Así, parecieran quedan excluidos los más pobres o incluso naciones menos desarrolladas. Tampoco es especialmente condescendiente con los más ricos, a quienes tendemos a mostrar más simpatía porque en el fondo nos gustaría ser como ellos.

Esto se evidencia de manera muy clara con el origen del comercio. La sociedad nace de la acción que hace surgir la propiedad. Todos los seres humanos nos dedicamos al comercio desde el momento mismo es que se crea la división del trabajo individual y una especialización que no cubre la totalidad de nuestras necesidades. Así, recurrimos a los demás pero buscando seguridad, reciprocidad, oportunidades, ventajas mutuas en el plano económico.  Patrón rico y obrero pobre cooperan y trabajan juntos, en post de los intereses individuales pero de paso generan  algo esencial que es la riqueza y el bienestar social. “No esperamos nuestra cena de la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero, sino de su consideración por su propio interés. Nos dirigimos no a su humanidad sino a su amor propio, y nunca les hablamos de nuestras propias necesidades sino de sus ventajas” (Smith 28). Esta sociedad debe ser regida, entre otras herramientas, por un gobierno que de seguridades y protección a la propiedad y de una justicia que la garantice y propicie la corrección. Como señala, al estado se le pide poco más que paz, impuestos fáciles y una administración de justicia tolerable. Todo lo demás se deja a la iniciativa del individuo.

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