Amores Perrr
gesuitaaa22227 de Agosto de 2013
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primera mitad del siglo XX, la Philosophy of Mind aparece como una denominación propia de estudios perfilados con los métodos de la filosofía analítica y que trata de dar un contenido a temas “mentalistas” —percepción, intenciones, representaciones— sin zozobrar ante el reduccionismo fisicalista del empirismo lógico del Círculo de Viena. El tema de la mente aparece, entonces, como algo propio del lenguaje ordinario, no simplemente traducible a un lenguaje fisicalista. Así sucede, por ejemplo, en Wittgenstein y Ryle, en quienes las temáticas sobre lo mental parecen unirse a cierto “behaviorismo” filosófico [Ryle 2005; Wittgenstein 1999].
La problemática de la filosofía de la mente deviene más aguda desde mediados del siglo XX en adelante a causa del auge de las ciencias de la computación, por un lado, de la psicología cognitiva por otro —con su nuevo “modelo” informático de mente o inteligencia—, y también con relación a los avances de las neurociencias. Puede añadirse a esto el desarrollo de los estudios etológicos que, en combinación con la psicología y neurociencia animal, plantea el tema de la “mente animal”. De ese modo, la mente, término vago y necesitado de una definición precisa, aparece como modulada variadamente entre la “mente humana” (personal), la “mente animal” y la “mente computacional” (ligada a la tecnología de la inteligencia artificial).
En conjunto, la psicología cognitiva, escuela psicológica superadora del antiguo conductismo psicológico, la neurociencia con sus diversas ramas, la computer science (informática), la psicolingüística [Chomsky 1974], las ciencias de los animales y la filosofía de la mente constituyen lo que hoy suelen llamarse ciencias cognitivas. Además, se distingue entre una etapa “clásica” del cognitivismo, más estrechamente relacionada con el predominio de los modelos computacionales de la mente, en las décadas de los años 50 a los 80 del siglo XX, y una etapa “postclásica”, posterior a los años 80, en la que se acentúa más la relevancia de la neurociencia y, por consiguiente, el planteamiento biológico, mientras las arquitecturas de computación, con las redes neurales, y la implementación de los sistemas inteligentes renuevan los planteamientos cognitivos y proporcionan nuevos estímulos para la filosofía de la mente. Obviamente el ámbito de las ciencias cognitivas es profundamente interdisciplinar: unos planteamientos influyen en otros y es imposible, por eso, hacer filosofía de la mente sin tener en cuenta en su conjunto el dinamismo de esta riquísima área epistemológica.
Dada la importancia de las neurociencias, recientemente se está hablando cada vez más de neurofilosofía o de filosofía de las neurociencias, incluso con sectores “especializados” como la neuroética, que trata de problemas éticos que surgen de las posibilidades de intervención médica o computacional en las capacidades mentales ligadas al cerebro o al sistema nervioso. Por un motivo análogo, podría hablarse también de filosofía de la inteligencia artificial. Aunque el panorama que hemos presentado pueda parecer algo complejo y difícil de seguir, en su conjunto no lo es tanto. Los “temas” cognitivos son siempre los mismos: operaciones mentales, sensaciones, percepciones, emociones, procesos conceptuales, decisiones, conciencia, libertad. Temas que tradicionalmente se adscriben a la psicología y que ahora se ven de modo novedoso desde el ángulo neurocientífico y computacional. Además, al comparar nuestra mente con la de los animales y al tener en cuenta la biología evolutiva, el estudio de la mente entronca con la biología. Y como cada vez más podemos intervenir en la “mente” de modo tecnológico y biotecnológico, la cuestión no es sólo especulativa sino que se vuelve práctica, y así la filosofía de la mente se relaciona también con la filosofía
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