Angel Rivera
jan_9316 de Noviembre de 2014
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CONDUCTA Y LENGUAJE EN LA PREHISTORIA
Ángel RIVERA ARRIZABALAGA
Dpto. Prehistoria y Arqueología.
UNED, España.
RESUMEN: Comenzamos un estudio sobre el lenguaje humano y sus implicaciones en el desarrollo cultural de nuestra especie. Pensamiento, cultura y lenguaje son tres procesos que siempre actúan en conjunto, por lo que el conocimiento de uno de ellos (conducta arqueológica) puede ayudarnos en la comprensión de los demás.
PALABRAS CLAVE: Lenguaje, conducta, desarrollo cultural.
ABSTRACT: We start an study about the human language and its implications on the cultural development of our species. Thought, culture and language are three processes that always go together, this is the reason why the knowledge of one of them (archaeological conduct) can help us in the comprehension of the others.
KEY WORDS: Language, behavior, cultural evolution.
1. INTRODUCCIÓN
El estudio de la conducta humana, correspondiente al largo periodo de la evolución del género Homo, es el principal fin de la Prehistoria. El lenguaje, como parte indisoluble del comportamiento conceptualizado como humano, constituye un elemento básico de la misma. A pesar de ello, quizás por la excesiva parcelación académica de nuestro medio universitario, el análisis de su origen y desarrollo durante el Paleolítico no se realiza habitualmente en las especialidades históricas, sino dentro de los parámetros de la paleontología, lingüística, antropología, psicología y neurología. En un primer momento parece lógico, pues el lenguaje no deja restos que puedan ser observados en el registro arqueológico. Además, sólo puede ser comprendido y analizado como algo que se originó en estos lejanos periodos, que fue necesario para el desarrollo de la cultura humana, aunque existen enormes dificultades para abordar el estudio referente a su formación y posterior evolución.
Así, a pesar de ser un proceso que suscita gran interés en muchos medios universitarios y que ha sido ampliamente estudiado desde multitud de puntos de vista, no es precisamente el mejor conocido por los diversos estamentos que estudian la conducta humana. Una causa, entre las diversas que existen en su estudio, sería ser la excesiva atención que recibe una de sus facetas más evidentes, como es el aspecto lingüístico de la comunicación verbal. Muchas veces lo más obvio es lo más difícil de analizar, pues consideramos que al ser tan fácil de observar su producción (palabras), comprobar su origen (aprendizaje infantil) y analizar su estructura (gramática), poco más hay que decir de tan complejo proceso. La realidad actual dista mucho de tal elemental concepto, por lo que parece adecuado conocer con mayor profundidad uno de los procesos que más han posibilitado nuestra evolución cultural.
2. DEFINICIÓN DEL LENGUAJE HUMANO
Siempre que se habla de conceptos con un importante componente abstracto es conveniente establecer una definición lo más detallada posible de la misma, con el fin de indicar con claridad las características y límites de lo que se está comentando. Así pues, parece necesario empezar por el principio, es decir, por establecer una definición amplia y precisa de lo que es el lenguaje humano, y, a partir de ella, realizar los estudios y análisis pertinentes. De los lenguajes existentes en la naturaleza muchos se escapan o no alcanzan el concepto que se asocia a los seres humanos, pues éste debe de estar marcado por ciertas características que lo definen. El lenguaje, considerado como humano, sería la transmisión voluntaria de todo pensamiento, idea o sentimiento, por medio de un sistema de representación simbólico (que en un principio pudo ser sonoro y/o gestual), con la intención de dirigir la conciencia o atención del oyente, es decir, que sea recibido y comprendido por aquellos a los que se dirige tal mensaje, con algún fin determinado (simple información y/o la posibilidad de realizar tareas en común).
En esta definición quedan comprendidos los conceptos básicos que van a caracterizar nuestra específica forma de comunicación, así como su separación de otras formas de lenguaje que existen en la naturaleza. El primero de ellos, y quizás el de mayor trascendencia, es la propia voluntariedad e intencionalidad en la realización de tal proceso lingüístico. Naturalmente, para su producción es necesario la existencia de un interés de querer realizar tal acto de comunicación, lo que implica la existencia de alguna forma de autoconciencia, proceso psicológico limitado exclusivamente a nuestra especie, aunque su total ausencia no está tan clara en los primates cercanos a nosotros en la escala evolutiva (Pinillos, 1991: 87). Previa a esta intencionalidad es imprescindible el tener algo que comunicar, ya sea un sentimiento específico, una idea del momento o un pensamiento más elaborado. Este proceso sólo puede darse en un ambiente en el que convivan al menos dos personas, es decir, es imprescindible la existencia de un ambiente social básico que permita su producción y desarrollo. Por último, el fin de influir en la conciencia o atención del oyente, del que se supone que puede entendernos, para crear una relación social que facilitase la comunicación deseada y/o la realización de alguna acción conjunta de los miembros de la sociedad. El uso de tal propiedad humana precisa de un sistema de representación de los hechos que se quiere comunicar, es decir, de la simbolización de estos pensamientos, ideas o sentimientos a transmitir. La simbolización puede estar basada en cualquiera de los sentidos humanos que pueden ser reconocidos por otros elementos sociales, formando un sistema de señales determinado, destacando los sentidos acústico y visual.
Todo inicio lingüístico básico y elemental, que podría corresponder al concepto de protolenguaje o sistema de representación primario (Bickerton, 1994), continua con un desarrollo posterior que lo enriquece, pues se autorregularía por una serie de elementos abstractos y simbólicos que ordenaran su conexión y exposición, dando lugar a un código léxico-gramatical, también denominado como la segunda articulación (Cela y Ayala, 2001: 492) o el sistema de representación secundario (Bickerton, 1994). El receptor, que debe tener las mismas propiedades que el emisor de las señales lingüísticas, recibe y comprende tales señales por medio de un sistema sensorial adecuado a las mismas, estableciendo una correspondencia en ambas direcciones. Tal definición se acopla perfectamente a las características del lenguaje que usan las sociedades humanas, tanto históricas como actuales. Sin embargo, algunas especies de primates actuales (chimpancés, gorilas) también presenten, con su particular forma de comunicación, un tipo de lenguaje que posea estas mismas cualidades, aunque con un diferente grado de desarrollo en todas ellas. En la actualidad, es conocido el carácter social existente entre estos primates, pues en su medio natural se ha comprobado que tienen una gran complejidad social, formando sociedades jerarquizadas y con un dinamismo interno importante. Así, es fácil observar diversos aspectos claramente sociales, entre los que destacan, por su repetida y rápida apreciación, las peleas, alianzas y enfrentamientos de grupos de machos entre sí, con el fin de alterar el orden jerárquico, el cual da prioridad al acceso sexual sobre las hembras y diversas ventajas sociales (Ghiglieri, 1985; Goodall, 1986; Sabater Pí, 1983). Para lograr el desarrollo de estas actividades sociales es necesario tener una forma de comunicación o lenguaje intencional, voluntario, con algo que comunicar, dentro de una sociedad que comprende y comparte los símbolos sonoros o gesticulares empleados.
Pero de todos es conocido que estos primates no pueden hablan, es decir, carecen de la capacidad de articular los sonidos que caracterizan nuestra forma de hablar, pues está claramente probado que presentan una gran limitación en la articulación sonora, no sólo porque su sistema bucal no sea adecuado (Hayes y Nissen, 1971; Laitman, 1986), sino también porque su cerebro, y dentro de él su área de Broca, no está desarrollado. No obstante, cuando un chimpancé, en sus habituales recorridos en busca de comida, encuentra un árbol con gran cantidad de ella, es capaz de avisar del hallazgo al resto del grupo por medio de una emisión controlada de sonidos, conocidos perfectamente por el resto de la comunidad. Es más, puede incluso omitir la señal de llamada si el árbol es pequeño o la comida escasa, ante el temor de que la competencia le deje con poco que comer (Ghiglieri, 1985). No cabe duda, que este tipo de conducta encaja perfectamente, en su forma más elemental, en la definición anteriormente desarrollada.
Por tanto, desde un punto de vista lingüístico, puede decirse que los monos no pueden hablar, siendo la capacidad de articular sonidos para formar las palabras una propiedad humana que le distingue del resto de los animales. Pero, existe un inconveniente a esta premisa, pues en la naturaleza encontramos una larga serie de aves que pueden articular perfectamente los mismos sonidos que tan ufanamente nos atribuimos en exclusividad: loros, papagayos, periquitos, etc. Estas aves pueden emitir sonidos que son fácilmente confundidos con los producidos por los humanos. Sin embargo existe una enorme diferencia que nos separan de este conjunto de aves tan particulares, pues está claro que estas aves no pueden pensar, limitándose sus actuaciones sonoras a la simple repetición de unos sonidos que han aprendido con anterioridad. Curiosamente en la naturaleza existen animales que casi no pueden articular
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