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Aristoteles


Enviado por   •  18 de Diciembre de 2013  •  6.231 Palabras (25 Páginas)  •  210 Visitas

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ARISTÓTELES

1. En la Ética a Nicómaco

El último párrafo con el que Aristóteles concluye la Ética a Nicómaco es bien ilustrativo de la importancia que da a lo político, entendiendo su Ética simplemente a modo de una introducción, donde puedan sentarse las bases de algo más decisivo que viene a continuación. Así termina esa Ética anunciando el comienzo de su Política:

"Pues bien, como nuestros antecesores han dejado sin investigar lo referente a la legislación, quizás será mejor que lo consideremos nosotros, y, por tanto, estudiemos en general lo relativo a la constitución política a fin de completar, en la medida de lo posible, la filosofía de las cosas humanas. En primer lugar, pues, intentemos pasar revista a lo que parcialmente haya podido quedar bien tratado por nuestros predecesores; después, en vista de las constituciones políticas que hemos reunido, intentemos ver qué cosas salvan y qué cosas pierden a las ciudades, y cuáles a cada uno de los regímenes, y por qué causas unas ciudades son bien gobernadas y otras lo contrario. Examinadas estas cosas, quizá podamos ver mejor al mismo tiempo cuál es la mejor forma de gobierno, y cómo ha de ser ordenada cada una y de qué leyes y costumbres se ha de servir para ser la mejor en su género. Comencemos, pues, a hablar de esto".

Tanto para la mejor comprensión de las obras éticas del Estagirita, como para la correcta interpretación de su Política, debemos tener en cuenta la conexión entre ambas, como ha destacado Julián Marías en los estudios introductorios respectivos. Desde el comienzo de la Ética Nicomaquea encontramos lo que señalábamos respecto a su último párrafo; desde las primeras líneas destaca el superior valor de la dimensión política, y enlaza —subordinándolos— los estudios éticos a los políticos.

"Parecería que ha de ser el de la más principal y eminentemente directiva (el fin superior). Tal es manifiestamente la política. En efecto, ella es la que establece qué ciencias son necesarias en las ciudades y cuáles ha de aprender cada uno, y hasta qué punto. Vemos además que las facultades más estimadas le están subordinadas, como la estrategia, la economía, la retórica. Y puesto que la política se sirve de las demás ciencias prácticas y legisla además qué se debe hacer y de qué cosas hay que apartarse, el fin de ella comprenderá los de las demás ciencias, de modo que constituirá el bien del hombre; pues aunque el bien del individuo y el de la ciudad sean el mismo, es evidente que será mucho más grande y más perfecto alcanzar y preservar el de la ciudad; porque, ciertamente, ya es apetecible procurarlo para uno solo, pero es más hermoso y divino para un pueblo y para ciudades. Este es, pues, el objeto de nuestra investigación, que es una cierta disciplina política".

Asentada por él mismo esa conexión ético-política luego, como al pasar, no deja de advertir que es disciplina poco apropiada para quienes no tienen experiencia de la vida, ni para quienes carecen de la madurez suficiente para no dejarse arrastrar por sus sentimientos: es inútil el conocimiento si la razón es ofuscada por la pasión.

"Por otra parte, cada uno juzga bien aquello que conoce, y de eso es buen juez; de cada cosa particular el instruído en ella, y de una manera absoluta el instruído en todo. Por esta razón, el joven no es discípulo apropiado para la política, ya que no tiene experiencia de las acciones de la vida, y la política se apoya en ellas y sobre ellas versa; además, por dejarse llevar de sus sentimientos, aprenderá en vano y sin provecho, puesto que el fin de la política no es el conocimiento, sino la acción[4]; y es indiferente que sea joven en edad o de carácter, pues el defecto no está en el tiempo, sino en vivir y procurar todas las cosas de acuerdo con la pasión. Para tales personas, el conocimiento resulta inútil, como para los intemperantes; en cambio, para los que encauzan sus deseos y acciones según la razón, el saber acerca de estas cosas será muy provechoso".

El tratamiento de cuestiones políticas, en la producción aristotélica, es tan penetrante y extenso que debemos estar en guardia para no dejarnos arrastar por el inmediato interés que suscita en campos muy amplios[6], y procurar ceñirnos a lo que estrictamente tiene relación con lo que venimos ocupándonos: la importancia de lo político, y la necesidad de procurar la formación de buenos gobernantes, tal como viene presentado en sus obras.

Sobre lo primero hace continua referencia a lo largo de todo el cuerpo de la Ética Nicomaquea, especialmente con ocasión del tratamiento de las virtudes, y de la ordenación entre medios y fines en los que basa su moral.

"Además esto también estará de acuerdo con lo que dijimos al principio, pues establecimos que el fin de la política es el mejor, y ésta pone el mayor cuidado en dotar a los ciudadanos de cierto carácter y hacerlos buenos y capaces de acciones nobles".

"De modo que es evidente que la sabiduría es el más perfecto de los modos de conocimiento. El sabio, por consiguiente, no sólo debe conocer lo que deriva de los principios, sino poseer además la verdad sobre los principios. De suerte que la sabiduría será intelecto y ciencia, por así decirlo, la ciencia capital de los objetos más estimados. Sería absurdo considerar la política, o la prudencia, como la más excelente si el hombre no es lo mejor del mundo".

En el minucioso trabajo de análisis y disección sociológica que, de algún modo, con propósitos de fundamentación realiza también en esta obra ética, hace ver que todas las asociaciones o comunidades humanas se constituyen por fines o intereses parciales, sin embargo la comunidad política se ha constituido desde un principio por fines que convienen a todos y para siempre, y por esta razón todas las demás le están subordinadas y forman parte de ella.

Si no se lee la Política de Aristóteles se corre el riesgo de traicionar su Ética; a su vez para él, la extensión de la ética a la polis es, en sí misma, lo que constituye la filosofía política. Debemos estar prevenidos, también, de que el método analítico es insuficiente para estudiar adecuadamente al Estagirita, y recordar —como ha demostrado Jaeger— que la Política admite muchas lecturas y relecturas. Para este autor, Aristóteles es un Platón debilitado por la fuerza de los hechos. Llama la atención, efectivamente, cómo el discípulo está en continuo diálogo con su maestro, depende de él pero, a la vez, se le contrapone, apremiado por un espíritu pragmático que le impulsa siempre

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