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Bakunin, Anarquismo

Tobata31 de Mayo de 2013

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El antiestatismo [editar]

Bakunin propone una organización antiestatista, esto es la supresión del Estado, sin rechazar el término en sí mismo. Bakunin apuesta por la creación de los Estados Unidos de Europa como modo de acercarse a la idea liberal de la Revolución Estadounidense de 1776, cuando se independiza del Reino Unido. Para Bakunin el fallo de la revolución liberal de Estados Unidos es que la libertad que proclamaba la constitución era solamente para una minoría que oprimía al resto. El reto para Bakunin era lograr una democracia como la estadounidense en Europa pero que ampliara la democracia a todos y liberara además al hombre del sistema monetario, el poder político, el poder económico y la religión.

A diferencia del marxismo, que consideraba que la política debía de crear unas condiciones sociales que permitieran al individuo vivir por encima de la opresión económica, Bakunin consideraba que la revolución tenía que empezar en la propia persona. Él establecía un orden político de individuos que conformasen comunas, que a su vez estas comunas se federaran entre sí para colaborar y que estas federaciones se federaran entre sí en confederaciones. En dicho proceso, a diferencia del marxismo, Bakunin no separa campesinos de obreros urbanos y considera que esa revolución corresponde a ambos al mismo tiempo.

Para Marx, que entendía la Historia por fases, la revolución debía de empezar en las ciudades, núcleo industrializado y estado último en la evolución del capitalismo, para extenderse luego sobre territorios que abarcaran el campo. Es por esto que en países profundamente agrarios como la España de finales del siglo XIX y principios del siglo XX los postulados anarquistas eran mucho más aceptados que los marxistas.

Yo soy partidario convencido de la igualdad económica y social, porque sé que, fuera de esta igualdad, la libertad, la justicia, la digni-dad humana, la moralidad y el bienestar de los individuos, así como la prosperidad de las naciones no serán nunca nada más que mentiras".

El que suscribe este texto es Miguel Bakunin, uno de esos hombres a los que un siglo después de su muerte se les sigue admirando, condenando e imitando:

- admirando, porque, como dice R. de Jong: "Excepto Garibaldi ningún otro revolucionario del siglo XIX ha excitado tanto la imaginación". Es sabido que Bakunin era un hombre conocidísimo y que se había creado de él una leyenda. En este sentido no se puede comparar con Marx, quien apenas si tuvo "biografía revolucionaria". Jorg Viesel, en el prólogo a su edición alemana de las obras de Bakunin, cuenta que, cuando Paul Lafargue hizo presentación de su mujer, Laura, como hija de Marx, al militante comunero Benoit Malon, éste pensó que se debía tratar de un profesor alemán'. Hoy, es verdad que no ocurre lo mismo, pero la razón, una vez más, bien puede estar en que Marx es el fundador de un sistema y en que la historia, mal que pese a los vencidos, la sigue escribiendo el séptimo de caballería;

- condenando, porque fue uno de los fundadores de ese ideal político llamado anarquismo, que despierta los odios del "partido del orden";

- imitando, en fin, porque Bakunin no es como Marx, el hombre a quien se estudia, sino, como dice Kaminsky, "el símbolo de un partido vital, el más vital que existe, la revolución misma. Marx es estudiado, Bakunin imitado".

Al acercarme a Bakunin, a pesar de lo dicho, no es mi propósito admirar, condenar o imitar su figura. Tampoco me mueve el interés arqueológico de un estudio biográfico del revolucionario ruso del siglo XIX; no escasean biografías de Bakunin, desde las que tienen un carácter marcadamente hagiográfico, hasta las que buscan denigrar su figura y. obra, pasando por obras equilibradas y fieles a la historia.

Mi objetivo es pretender descubrir, a través de su obra (su vida y es-critos), una aportación que nos ayude a clarificar un poco la difícil y necesaria relación entre la ética y el poder político. Este trabajo tiene, pues, como finalidad el ver cuál fue la lectura del poder político que hizo un hombre que lo combatió con todas sus fuerzas; cuáles fueron sus motivaciones y argumentos y cuáles sus contradicciones.

M. Bakunin nació el 8 de mayo de 1814 en la provincia de Twer, en el seno de una familia numerosa perteneciente a la nobleza rural. Na-ció, pues, bajo el signo de la Restauración (Metternich y la Santa Alian-za). En el trono de los zares se sentará Nicolás I, quien, en frase de La-martine, tenía como objetivo de su vida lograr la "inmovilidad del mundo". La Rusia en la que nació Bakunin era la Rusia del despotismo, de la esclavitud y de la explotación del pueblo por la aristocracia y bu-rocracia zaristas. Mal momento, pues, para quien, como Bakunin, nacía no bajo el signo de una estrella, sino bajo el de un cometa, como decía su amigo Herzen.

Cuando Bakunin tenía once años, en 1825, un grupo ilustrado y liberal se rebeló contra el zar: eran los "Decembristas". Murieron victi-mas de la represión brutal. Su insurrección quedaría como símbolo de la juventud revolucionaria.Pero, como dice Kaminsky;

"Los Decembristas no tienen sucesores. El pueblo por el que han muerto desconoce o no comprende su sacrificio. Entre la nobleza,su recuerdo s6lo suscita vagos sentimientos de vergüenza, de incomodi-dad, de miedo; apenas se atreve uno a hablar de "esos desgraciados" ".

La familia de Bakunin, en la que también hubo víctimas y, sobre todo, simpatizantes de los rebeldes, sin embargo, no parecía sentirse a disgusto bajo Nicolás I. Y en ningún caso podían imaginar que su hijo Miguel iba a seguir las huellas de aquellos "desgraciados". El padre de Miguel, que se había doctorado en Filosofía en Italia, era un hombre de mentalidad liberal, que se haría notar en la educación de sus hijos, pero que, desde 1825, apenas si tuvo alguna manifestación en el ámbito político. De ahí que haya autores, como Joll, que lo consideren conservador.

El ambiente familiar estaba saturado de misticismo e iluminismo, realidad que marcaría profundamente el espíritu de Bakunin y que juzgo importante tenerlo en cuenta para comprender sus actitudes posteriores. El recuerdo de estos años idílicos y armoniosos alimentaría en Bakunin en más de una ocasión, como veremos, la necesidad de un oasis de paz y solidaridad para un nómada turbulento y forzado, como él, a luchar sin descanso contra las belicosas tribus del desierto de la historia, capitaneadas por el demonio del poder.

Tras la represión de los Decembristas y durante medio siglo, Rusia no se movería y el mayor imperio del mundo se inclinaba postrado ante la reacción autócrata. A lo más, algunos intelectuales pusieron en peligro sus vidas, al querer sembrar en ese barbecho de libertad un poco de semilla importada de la Europa liberal y revolucionaria. Bakunin entraría en contacto con ellos cuando, después de haber abandonado su carrera militar y haber declinado un puesto burocrático, llegó a Moscú en 1834. Seguiremos los pasos de Bakunin desde ese momento, dividiendo su vida en cuatro períodos, como lo hace Hepner.

1. Período ruso (1834-1842)

Nicolás l, a quien, como dice Planty-Bonjour", su preceptor no le vio nunca un libro entre las manos, se había propuesto convertir la realidad rusa en una £vida sin filosofía£. La célebre policía secreta de la "Tercera Sección", creada con la finalidad de perseguir a filósofos y pensadores, no logró, como es lógico, erradicar la filosofía, pero sí la redujo a su mínima expresión y la recluyó en los círculos y salones en que se reunían los intelectuales más díscolos, así como dificultó una tradición filosófica digna de este nombre.

En el momento en que Bakunin llegó a Moscú existían tres círculos intelectuales más importantes:

- el de Stankevitch y sus amigos, entre los que se encontraba Belinsky y, más tarde, el propio Bakunin; se basaban en la filosofía alemana, especialmente en Fitche, Schelling y Hegel;

- el de Herzen y los suyos, entre los que se encontraba Ogareff; se inspiraban en la tradición revolucionaria y el socialismo franceses, fundamentalmente en Saint-Simon;

- el de los eslavófilos, finalmente, que rechazaban la cultura occidental y deseaban hacer hegemónico en Rusia lo específicamente ruso, aunque también se inspiraban en Hegel y Scheiling.

Bakunin se hizo amigo íntimo de Stankevitch (joven filósofo, muerto a los veintisiete años, que tuvo una enorme influencia en la cultura rusa de esta época) y de Belinsky (el critico más célebre de la Rusia del XIX). En este circulo se tenía la convicción de que, bajo Nicolás l, era inútil esperar nada razonable en el plano político-social. Por eso se refugiaban en el mundo del pensamiento puro. Basta, pensaban, resolver los problemas a un nivel teórico e interior para obtener la paz del alma.

Bakunin, tras leer la Crítica de la Razón Pura, por recomendación de Stankevitch, pasa a estudiar el Camino hacia una vida feliz, de Fichte. Ricarda Huch dice que es el primer libro alemán que Bakunin estudió y que fue decisivo para toda su vida posterior. Para el filósofo alemán, el mundo no es más que el reflejo del yo agente; el hombre puede, por tanto, elevarse sobre la naturaleza y hacerse así verdaderamente libre. A Bakunin le agradó especialmente la idea fichteana que justifica el sufrimiento como una condición necesaria para iluminar la vida con la luz de la

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