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Conceptos de la ÉTICA DE LA COMPASIÓN

GonzoIglesiasInforme22 de Mayo de 2017

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ÉTICA DE LA COMPASIÓN

La constitución de la ética es una formación cultural, socialmente establecida a partir de la otredad. Nacida al mismo tiempo que la fundación de la cultura, del OTRO, constituyendo a múltiples sujetos en una interrelación con el otro, con lo ajeno, lo próximo, con el prójimo. Así mismo, la relación de sujetos se da en el contacto del Yo para conformar la noción de “ellos”, sujetos fuera del Yo, y un “nosotros” en la masa intersubjetiva que conforma las entrañas psíquicas del Yo.

        En este sentido, podría pensarse que, en la fábrica creadora de sujetos, el OTRO, podría darse el nacimiento de sujetos idénticos, al tradicional estilo de producción en masa del modelo capitalista, dado que todos se encuentran atados a los límites de la normalidad, de la ley que determina lo que se debe y no hacer. Sin embargo, antes que seres sujetados a la norma, estamos sujetados a la palabra; siempre dinámica, cambiante, a-histórica. De esta manera, somos diferentes en tanto a experiencias con la alteridad, nos construimos en un constante reelaborar del Yo.

        No obstante, hay paradigmas de lo que trasciende lo material, lo técnico, lo normal o lo conocido; tal como lo es la diferancia, donde se habla de aquello que es, pero que se desconoce, ejemplo de lo cual puede ser enunciado la cuestión de las emociones humanas, denominadas por la palabra, pero que por el orden de la cotidianeidad pueden llegar a quedar “cortas” o expirar de todo significado original, dejando desproporcionado toda forma de denominación con respecto al significante de la emoción verdaderamente vivida por el sujeto. Aquí se establece un paradigma que señala los déficits del racionalismo radical, donde se elucida el alcance de la palabra sobre la realidad percibida, donde somos vestigios de la palabra, pero la cual no puede dar cuenta de toda la realidad, de todo el mundo externo o interno al sujeto; Por otro lado, la deconstrucción es una muestra de lo que se pretende llegar a ser, donde se hace un rastreo de los pilares fundamentales del sujeto, del Yo, dando lugar más que a un proceso, sino que lo lleva así a la búsqueda de una meta en total desconocimiento del resultado final, la reencarnación del Ideal del Yo, sin dejar de responder a las órdenes del Yo Ideal.

        De acuerdo a lo anterior, hemos de entender la conformación del Yo y la conformación del OTRO, de la Cultura, como una construcción mutua, recíproca, intersubjetiva y transgeneracional. Así es como entendemos la ética y la moral, posicionados desde la riqueza de los conceptos antes señalados, saberes fundamentales para la comprensión de la red social. Además, entendiendo lo anterior, la labor del psicólogo como un ajustador del sujeto a la realidad es una perspectiva caduca e inadecuada, ya que hemos de entender la realidad del sujeto de acuerdo a las múltiples formaciones de las entidades psíquicas, que corresponden a una teoría o teorías en común, pero que están muy lejos de un comportamiento normativo, pues hablar del Yo es referir a una sustancia que escapa de toda lente y que se encuentra atada a las reconstrucciones de la vida cotidiana. La ética exige una manera de comportarse, dentro de los límites permitidos para la conservación del orden, de la vida, de la Cultura, pero su compasión se haya en permitir a cada sujeto encontrar su modo de vivir, y vivirse.

        Por ello es importante retomar esta lectura y reflexionar sobre lo que en la actualidad nos lleva a relacionarnos con los demás, de donde viene eso de tratar con lastima a quienes naces con capacidades diferentes o que las adquieren en algún momento de su vida.

PREGUNTAS

  1. ¿Cómo podemos deconstruir el significado que se le da culturalmente a la enfermedad y a la muerte? ¿Existe otra forma de verlos?

Por inicio de cuentas consideramos importante definir primero cual es el significado cultural de estos dos conceptos. A partir de nuestra perspectiva, en primera instancia desde el punto de vista moral, fundamentado en las concepciones metafísicas, tanto la enfermedad como la muerte son puntos que implican una trascendencia dentro del actuar de las personas, es decir, el enfermo (entiéndase enfermo como alguien que no se encuentra con todas sus capacidades y sentidos de manera óptima) está sometido a una visión diferente del resto, se le brinda una atención y un trato distinto (variando del contexto social), con la consigna de que todos somos iguales, y que el padecimiento no debe de significar una barrera dentro del convivir cotidiano, y así alentarlo a pertenecer a los distintos círculos que conforman su entorno, con un sentimiento de amor al prójimo. Pero lamentablemente, por muy sensato, e incluso bondadoso que esto puede representar, según la filosofía de Mélich, esto es una falta de respeto para el estado de la persona, porque este actuar se fundamentado en una idea moralista, y nos atrevemos a decir utópica, que se olvida de las necesidades que el sujeto en cuestión realmente demanda, provocando paradójicamente en muchas ocasiones el efecto contrario a lo que se pretendo, excluyendo de esta forma a aquellos a lo que se pretende proteger, dando por sentado que aun con los padecimientos sigue siendo un ser competente al igual que los demás. En el caso de la muerte, existe un fuerte deseo por evitarla a costa de cualquier cosa. La muerte representa un estado al que se le teme llegar, en primera instancia por temor a lo desconocido, cuestionándose que es lo que sucederá después, pero en muchas ocasiones se pierde el sentido personal de la vida al momento de desear prolongar la misma sin una razón específica, es decir, no hay un cuestionamiento sobre la calidad de vida de la persona, y solamente se pretende que subsista a pesar de todo padecimiento.

        Ahora bien, la pregunta contiene un error de significado al preguntarse como “deconstruir” la idea de enfermedad y muerte, lo cual para Mélich la deconstrucción implica más que un proceso mismo; es llegar a las raíces del sujeto, cosas que escapan del propio yo, consiente. Aquí proponemos la palabra “resignificar”, que implica un cambio al significante desde una instancia consiente que renueva las formas de vivir y entender la realidad.

        Así pues, esta resignificación de la que hablamos, podría ser lo propuesto por el autor, en cuanto a la compasión, la enfermedad no debe ser ignorada al momento de realizar una integración humana, se debe estar plenamente consciente de la condición del enfermo y aceptar la misma, y el trato que se le dé no debe de provenir de lo “políticamente correcto”, o lo metafísicamente establecido, sino de la experiencia, y la corporeidad, tomando decisiones al momento, decisiones que vallas de acuerdo a los sentimientos  que nos brinda la experiencia, y no de algo que se haya fijado previamente.

        Y para el caso de la muerte, esta debe significar lo efímera que es nuestra existencia, y tener en cuenta que ese punto es inevitable, y que por ende nuestra vida debería transcurrir con el menor sufrimiento posible, con nosotros mismos y con nuestros semejantes fundamentándonos en el sentir propio.

  1.  ¿El fin de la corporeidad significa el fin del individuo?

Si con “fin” se refiere a “objetivo” o “finalidad”, nos encontramos con el hecho de que la corporeidad no tiene una finalidad, sino que es una realidad independiente de cualquier objetivo en la vida de un sujeto, por tanto, no implicaría el fin de un individuo.

Ahora bien, si nos referimos a “término”, tampoco implica el fin del individuo, pues la corporeidad es la vivencia de la realidad desde todos sus aspectos, definidos como gramática, como lenguaje, otros, cambio, lo no estático, que es inherente al individuo, y, por tanto, de lo cual no se puede escapar. Si entendemos al individuo como corporeidad, entonces volvemos a la misma situación de la gramática, pues igual que esta, la corporeidad es una realidad de la que el sujeto es parte y se conforma, y por lo tanto no puede despegarse de ella.

Está claro, pues, a diferencia de la filosofía metafísica, una ética de la compasión, parte de la concepción del ser humano como ser corpóreo. Tomar la corporeidad como punto de partida, significa estar dispuesto a asumir, en primer lugar, que el tiempo y el espacio, son ineludibles, como lo es el lenguaje, la historia, la tradición, los prejuicios…, todo lo que constituye la gramática. Significa también, ser consciente de que si hay vida humana hay transformación. Por último, supone remitir a la afección, a la pasión…, a todo lo que tiene que conmigo sin haber sido realizado por mí mismo.

Habrá que señalar que la noción de corporeidad, expresa mucho mejor el modo de ser humano que la de cuerpo, porque mientras que este da una sensación de fijación, la corporeidad, remite a un escenario móvil, a un espacio marcado por el tiempo  y el cambio. Ser corpóreo quiere decir, que la adverbialidad es ineludible, es decir, su modo de verse no depende de un fundamento intemporal, al contrario, es netamente circunstancial y adverbial.

        Como ser corpóreo cada humano es espacio y tiempo, es el resultado de la tensión espacio temporal entre el pasado, el presente y el futuro.

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