Contextualización De Aristóteles
20 de Mayo de 2014
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Las obras de Aristóteles pueden clasificarse en dos grupos o clases: obras exotéricas, escritas la mayor parte en forma de diálogos y dirigidas al gran público y obras pedagógicas, resúmenes de las lecciones dadas por Aristóteles en el Liceo. De las obras del primer grupo sólo existen fragmentos, mientras que las del segundo son muchas las que han llegado hasta nosotros. Pueden clasificarse temáticamente en escritos sobre lógica (Organon), escritos sobre filosofía natural, ciencias naturales, psicología, escritos metafísicos, escritos sobre estética, historia y literatura y por último, los escritos sobre ética y política, a los cuales pertenece esta obra.
Aristóteles nace en el año 384 a.C. en una pequeña ciudad de Estagira. Su padre fue médico (lo cual quizás explica el interés de Aristóteles por la biología). A los 18 años entró en la Academia, donde permaneció durante 19 años hasta la muerte de Platón. El pensamiento de Platón le influyó enormemente, aunque se separó en muchos aspectos de éste.
En 343-342 a. de J., Filipo de Macedonia encargó a Aristóteles la educación de su hijo Alejandro de trece años. Aristóteles aceptó de muy buen grado este encargo pues, como podemos ver en su Política atribuía gran importancia a la educación de futuros soberanos.
En 335-334 a. de J., regresó a Atenas y, fuera de la ciudad, al nordeste, en un bosque consagrado a Apolo Licio y a las musas fundó el Liceo. Todas las mañanas iba y venía con sus alumnos, en las galerías o entre los árboles y discutía con ellos las cuestiones más abstrusas de la filosofía, de ahí que al Liceo se le llame también Escuela peripatética (el término griego peripatos significa paseo); después, por la tarde, exponía las cuestiones menos arduas a un público más amplio.
Aristóteles posee una cantidad de relaciones con el pensamiento de otros autores.
En primer lugar, Aristóteles identifica la filosofía con la sabiduría, que aquí es entendida como saber teórico y que incluye, por tanto, la física, las matemáticas y la metafísica que sería la filosofía primera. Menciona él como sabios en este sentido a algunos de los presocráticos (Anaxágoras y Tales).
Las cinco virtudes intelectuales que establece Aristóteles son modos de saber racionales que distinguen al hombre del animal. Con éste compartimos la sensación, la memoria y la experiencia. Esta distinción entre conocimiento sensible y conocimiento racional se encuentra ya en Parménides y los atomistas. Tanto uno como los otros distinguieron los sentidos como una fuente de conocer que nos demuestra lo aparente. La razón, en cambio, nos muestra la auténtica realidad, sean el ser único, ingénito, imperecedero, homogéneo, inmutable... de Parménides o los infinitos átomos en el espacio infinito de los físicos atomistas. En Platón también aparece esta distinción en la contraposición entre conocimiento (de la verdadera realidad o mundo inteligible) y opinión (de las copias imperfectas del mundo sensible).
La distinción aristotélica entre ciencia e intelecto tiene un claro precedente en las dos formas establecidas por Platón en el símil de la línea: el pensamiento discursivo (dianoia), que es una forma de conocer propia de las matemáticas, y la inteligencia (nóesis), que es un conocimiento inmediato propio del dialéctico, que se eleva de hipótesis a principios, hasta llegar al principio mismo de todo (Idea de Bien), dando así razón de las hipótesis y sin utilizar en todo esto proceso imágenes sensibles.
Aristóteles considera la posesión de la prudencia (modo de ser racional respecto a lo que es bueno y malo para el hombre) un requisito necesario para la posesión de cualquier virtud ética. Por tanto, es necesario ser prudente para ser virtuoso. Esto supone un intelectualismo ético en Aristóteles común al pensamiento griego, y que tiene sus precedentes
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