¿De qué manera el cuadro de rafael se constituye en un símbolo de pensamiento ontológico en Nietzsche?
caro1984a24 de Septiembre de 2013
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¿De qué manera el cuadro de Rafael se constituye en un símbolo de pensamiento ontológico en Nietzsche?
Conceptos clave: Sueño, arte ingenuo, Apolo, anhelo de apariencia, eterno dolor primordial, principio de individuación, Uno primordial, apariencia de la apariencia, redención, Transfiguración.
Para responder a la cuestión propuesta, es necesario situarse en el numeral 4 de El Nacimiento de la Tragedia. Así como lo venía haciendo en los numerales anteriores, Nietzsche se vale de sus estudios sobre las “oscilaciones estéticas” o “luchas apolíneo-dionisíacas” de los griegos, que han desembocado fecundamente en el arte dórico y en la tragedia, para dejar que aflore ante nosotros su visión de cómo el hombre se representa a él mismo y al mundo. ¿Pero cuál es el inicio de la argumentación? Es el dolor, el eterno dolor primordial. Esta fase correspondería al “orden divino titánico”, y a la verdad del sabio Sileno; allí, Nietzsche reconoce la gran capacidad del pueblo griego para hacerse sensible ante el dolor. Pero esta etapa desemboca en otro orden, que bajo la guía de Apolo y los preceptos “conócete a ti mismo” y “¡no demasiado!”, avivan y moldean el nuevo “orden divino olímpico”. Nietzsche explica este tránsito de pensamiento y visión de la cultura mediante el cuadro de Rafael la Transfiguración. Ocurre que Nietzsche se refiere en este texto a los griegos, pero el destino de su estudio no son sólo los curtidos y vetustos eruditos clásicos, sino también el hombre de su tiempo; y por qué no, nosotros 135 años después. Es decir, mientras nos explica la “Transfiguración griega”, nos está diciendo como ya mencioné, la manera como nos representamos el mundo y a nosotros, por lo tanto su trabajo permite verse como una visión “metafísica” (y es oportuno decir que se refiere a una “metafísica intramundana”, susceptible de experiencia). Como mencioné, con Apolo se redimió el mundo del dolor, se creo un nuevo orden que ya no sentía vergüenza por vivir. Al arrobamiento humano que se regocija en la “bella forma” Nietzsche lo llama “arte ingenuo” (ingenuo: naïf término que usado así proviene de Schiller) y ubica a Homero como artista ingenuo, y luego nos dirá que Rafael también lo es.
Estos artistas y su cultura –dice Nietzsche- llegaron a comprender que el “eterno dolor primordial” como condición humana, es necesario para luego redimirlo mediante las ansias de la bella forma, de la apariencia y hacer así soportable el mundo, pues en la creación, en la liberación de su instinto creativo, el hombre supera el dolor mediante la apariencia. Pero si el mundo ya es una apariencia, pues la “cosa en sí” o “Uno primordial” se manifiesta por medio del espacio-tiempo-causalidad y lo podemos experimentar pero como apariencia, ¿entonces qué es el arte? El arte, como lo dice Nietzsche empezando el numeral 4, es como el sueño, es decir, apariencia de la apariencia, “una satisfacción más alta del ansia primordial de apariencia” pág.59. Aquí es donde se muestra esta “gradación ontológica intramundana”, si se le puede llamar así, pues están en su orden: la “cosa en sí”, la manera aparente como la experimentamos en el tiempo-espacio y la apariencia de la apariencia, cuando la incluimos en nuestra “realidad plástica” por ejemplo por medio del arte –precisemos- del “arte ingenuo”. Entonces vuelvo a conectarme con el cuadro de Rafael, pues en la Transfiguración se muestran claramente dos órdenes, uno superior y otro inferior. El inferior es el mundo del dolor, de la apariencia, del desespero, la angustia y la contradicción, claramente revelados en las caóticas órbitas del niño poseso. Es el orden del padecimiento espacio-temporal-causal, más sin embargo, un mundo que ha de reconocerse necesario, pues sin éste sería imposible que mediante su dolor inherente, el hombre hiciera uso
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