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EL MITO DE LA CAVERNA


Enviado por   •  9 de Noviembre de 2011  •  2.045 Palabras (9 Páginas)  •  1.711 Visitas

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En el mito de la caverna, Platón habla del ser humano que sería identificado como prisionero, las sombras son las apariencias, lo que captamos a través de los sentidos y creemos que es real; las cosas naturales, que son el mundo que está fuera de la caverna y que los prisioneros no ven. Es la manera en que Platón entiende la relación del hombre con la realidad.

Esta relación, la maneja en un escenario cerrado con un sistema ya predefinido; podemos decir que es una cárcel (encierro mental en nuestra propia cueva), que representa la ignorancia, el conformismo y en donde estamos todos en algún momento, ya que damos ciertos valores a muchas cosas conocidas como si fuesen reales a pesar de no haberlas comprobado, ni estudiado, y por ende, sin haberlas entendido objetivamente.

Platón toma al sol, como la sabiduría, el conocimiento que te lleva a la realidad y plantea el problema donde el hombre que es inteligente como para escapar de su prisión, podrá conocer el mundo que le rodea desde el punto de vista de la realidad, de la sabiduría. Pero cuando se acerca a la realidad se aleja de su propio mundo, ya que ha conocido y entendido la realidad.

Hace mención que uno de los prisioneros logra liberarse y consigue salir de la caverna conociendo así el mundo real. La situación en la que se encuentran los prisioneros de la caverna viene a representar el estado en el que permanecen los seres humanos ajenos al conocimiento, únicamente aquellos capaces de superar el dolor que supondría liberarse de las cadenas.

Ahora bien, nosotros como personas atrapadas en el fondo de la caverna, percibimos sensorialmente “unas sombras” (tal como lo maneja Platón) a las que nombramos realidad. Habituados de alguna manera, no ambicionamos otro conocimiento, y nos resistimos al esfuerzo de aceptar que otra realidad es posible, quizá sea parte de las creencias que nos son inculcadas, en este caso, el mundo del la luz (del sol), sería el conocimiento apasionado y alucinante.

En el mismo tenor, pensemos que “trepamos por la cueva”, y percibimos la nueva realidad sensorial: las alucinaciones. Ante nuestros ojos, descubrimos el mundo de la luz, y el que Platón llama “el mundo de las ideas” un nuevo delirio. Nosotros, conformes con el mundo de las sombras, querríamos regresar a la obscuridad de esa cueva, pues resultaría más cómodo continuar en una zona de confort, por ser ya conocida.

Aunque se trata de una explicación en metáfora, realizada por Platón en el VII libro de La República, sobre la situación en que vive el ser humano en relación al conocimiento, permite explicar su teoría de que con conocimiento podemos captar la existencia de los dos mundos: el mundo sensible (conocido a través de los sentidos) y el mundo inteligible (sólo alcanzable mediante el uso de la razón), y a pesar de ser un tratado político de fondo, trasladándolo a la vida cotidiana, en especifico a la toma de decisiones, podríamos cuestionar ¿quién vive engañado? aquel que descubre la nueva realidad, o los que seguimos atados al mundo de las sombras, sin atrevernos a ver otras realidades.

Aunque se trata de una metáfora realizada por Platón en el VII libro de La República, sobre la situación que vive el ser humano, en relación al conocimiento, permite explicitar su teoría, de que con conocimiento el ser puede captar la existencia de dos mundos: el mundo sensible (conocido a través de los sentidos) y el mundo inteligible (sólo alcanzable mediante el uso de la razón), y a pesar de ser un tratado político de fondo, trasladándolo análogamente a la vida cotidiana, en particular a la toma de decisiones nos podríamos cuestionar ¿quién vive engañado? Aquel que descubre la nueva realidad o los que siguen atados al mundo de las sombras, sin atreverse a ver otras realidades.

Ahora bien, imaginemos (dice Platón) la siguiente situación: una caverna profunda en cuyo fondo se hallan unos prisioneros que se encuentran inmovilizados desde siempre. Están atados de manera tal que solamente pueden mirar hacia el frente, donde se encuentra la pared de dicha cueva en la que se proyectan unas sombras engendradas por un fuego situado en el exterior y que ilumina unas figuras transportadas por otros hombres que caminan por un sendero, tras los prisioneros, y separado de éstos por un pequeño muro, como las mamparas de los titiriteros. Estos caminantes llevan esculturas y figuras diversas, hechas también de diversos materiales, cuyas sombras son lo único que los prisioneros del fondo pueden ver, de forma que, para ellos, que no conocen otra cosa, aquellas sombras, son la verdadera y única realidad, y a ellas atribuyen los sonidos y palabras proferidas por los hombres que, tras ellos, transportan las figuras proyectadas.

¿Qué sucedería (pregunta Sócrates del diálogo) si se liberase a uno de estos prisioneros y se le obligase a la fuerza a mirar primero las imágenes que transportan los otros hombres, al fuego después y más tarde a ascender hacia el exterior de la caverna?

De la misma manera como esos prisioneros, pero como personas en busca de la verdad, vivimos creyendo en lo que queremos, o bien, lo adjudicamos o justificamos con que no conocemos otra cosa, aquellas sombras, son nuestra verdadera y única realidad, nos aferramos a situaciones, cosas, actividades y hasta a personas, al punto de convertirse en una adicción, por parecer imposible dejarlo a un lado. Sin embargo, nada es inherente a nosotros, solo hay que tomar la decisión, y aunque se crea que no se puede, si es posible, cerrar círculos, salir de la cueva para empezar nuevas etapas en nuestra vida.

Dice la lectura, que el prisionero quedaría primero como cegado al ver directamente la luz del fuego y creería que quien le impulsa hacia afuera le está engañando (esto pasa, cuando comienzan a situarnos en nuestra realidad). Pero, poco a poco, a medida que vaya ascendiendo hacia la auténtica realidad, hacia el exterior de la caverna, se iría dando cuenta del engaño de su situación

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