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ENSAYO FILOSOFÍA. ¿La solución final era la verdadera solución?

camerunaweekEnsayo3 de Junio de 2019

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ENSAYO FILOSOFÍA.

¿La solución final era la verdadera solución?

Esta es una pregunta que ronda todo aquello a la película, en realidad, podría contarse como un duelo de moralidad, de esto se podría dar inicio, una buena pregunta que mediante se podría desglosar la respuesta.

Todos los puntos claves están en el que, la sensibilidad y el raciocinio no están de la mano, el que Hannah Arendt, nos demuestre que el juzgar a una persona inepta, mediocre e inclusive en su medida codicioso, como un asesino brutal, suele ser algo ilógico.

Aunque de esto podemos desprender una analogía del cómo la moral procesa algo importante, podríamos compararlo con la situación de los condenado inocentes y los locos a sueldas. Claro está en un contexto diferente y épocas diferentes, esto hay que tomarlo en cuenta más tarde.

El concepto de Hannah Arendt hacia Eichmann era uno de “alguien que ni siquiera odiaba a los judíos”. Esto nos llevó a detenernos a pensar. ¿Si ni siquiera odiaba a los judíos, por qué entonces lo están condenando como si fuese el mismísimo Hitler?

Pues por una única razón.

Antes que nada, hay que acordar de que Eichmann era uno más del montón de personas involucradas en la antigua Alemania Nazi, no fue un militante asesino, pero tampoco fue un bienaventurado. Su deber como partícipe burócrata era gestionar la logística del transporte que llevaba a los judíos al campo de exterminación.

“El auténtico horror de los campos de concentración y exterminio radica en

el hecho de que los internados, aunque consigan mantenerse vivos, se hallan

más efectivamente aislados del mundo de los vivos que si hubieran muerto,

porque el terror impone el olvido. Aquí el homicidio es tan impersonal como

la muerte de un mosquito. Cualquiera puede morir como resultado de la

tortura sistemática o de la inanición o porque el campo esté repleto y sea

preciso aniquilar el material humano superfluo. (Arendt, 2002a: 659)”

Botero, A. J., & Granobles, Y. L. (2013). El mal radical y la banalidad del mal: las dos caras del horror de los regímenes totalitarios desde la perspectiva de Hannah Arendt. Universitas Philosophica, 30(60), 99-126.

Además Hannah nos mencionaba que el tratar de comprender no significaba que ya lo tenía perdonado. Ya que a pesar de no haber apresado a un judío, haberlo asesinado o haberlo obligado a hacer equis cosa por equis motivo, el haber sido partícipe de uno de los hechos más violentos de la historia hace que el se convierta en un asesino más (a pesar de no haberlo hecho con sus propias manos) sino de haber ayudado por su bien. Un burócrata interesado en salvaguardar su integridad.

Y es aquí donde mencionamos la “Banalidad del mal” un término del cual Hannah hace referencia de un fenómeno superficial, que hace que no nos detengamos a pensar, dejando todo en una burbuja en la superficie y nos apartamos del auge de una serie de sucesos en nuestra vida cotidiana.

Integrando la conclusión ante de lo que se refería Arendt era que “cuanto más superficial sea la persona, hay mayor probabilidad que ceda ante el mal”. De esta forma utilizó la expresión ante Eichmann, definiéndolo así como un superficial más que cedió su disponibilidad al mal. Por dinero, por seguridad, por ocio. Independientemente de lo haya sido, el hecho es que cedió.

Respecto a lo anterior, como un anexo escrito a la analogía. ¿En Colombia podríamos utilizar el término de la banalidad del mal? Definitivamente, por lo siguiente:

“Son muchas las maneras, y cada vez más abarcativas las formas, por las que el tema de la corrupción se presenta en lo cotidiano. Es hecho que convive entre nosotros. Está en la prensa, donde se la encuentra descrita en los

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