ETICA Y MORAL
cesarcrisml26 de Agosto de 2014
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La entrega de los diez mandamientos
Que eran la primera parte de la Ley dada a Israel, constituyendo el código moral. Leamos los versículos 1 y 2:
"Y habló Dios todas estas palabras, diciendo: Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre."
Dios les estaba recordando que les había sacado de las tierras de Egipto y que, en base a esa liberación quería darles su Ley. El pueblo había pedido la ley y Dios les complació entregándoles primeramente los Diez Mandamientos.
Al leer los Diez Mandamientos, debemos mencionar ciertos aspectos. El primero se refiere a la "nueva moralidad". La llamada "nueva moralidad" se remonta a tiempos anteriores a la entrega de la Ley. En efecto, surgió justamente en el Jardín del Edén, cuando el ser humano desobedeció a Dios. La nueva moralidad existió antes y después del Diluvio. Por todo ello, debemos reconocer que en la actualidad estaría lejos de considerarse nueva, aunque nos guste considerarnos como pecadores refinados y sofisticados. La cruda realidad nos recuerda que somos pecadores en nuestro estado original, Los Diez Mandamientos colocan delante de nosotros las normas y el modelo de Dios. Nadie puede jugar con estos principios y eludir las consecuencias.
Si alguien piensa que puede continuar viviendo en el pecado y quebrantando los Diez Mandamientos a voluntad, entonces, esa persona no ha sido salvada por la gracia de Dios. Cuando eres realmente salvo, deseas agradar a Dios y hacer Su voluntad, la cual está revelada en los Diez Mandamientos. Por lo tanto, creo que todos aquellos que predican la gracia de Dios sienten respeto y reverencia por la ley de Dios. Como lo expresa adecuadamente el autor del Salmo 119:97,
"¡Cuánto amo tu ley! Todo el día es ella mi meditación."
Pero, ¿qué es la Ley? Alguien la ha definido como una transcripción de la mente de Dios. Esta es una definición defectuosa. La ley es la expresión de la mente de Dios en relación a lo que el ser humano debiera ser. En la ley no hay gracia ni misericordia en absoluto. La ley es la expresión de la voluntad santa de Dios. El autor del Salmo 19:7, dijo:
"La ley del Señor es perfecta, que restaura el alma;"
¿Es la ley del Señor justa, buena? Nuestras nociones de lo que es justo e injusto están influenciadas por nuestro medio ambiente o entorno y por el hecho de tener una naturaleza caída. La ley es una revelación de Dios. El ha trazado la línea entre lo que está bien y lo que está mal. ¿Cómo sabemos lo que es bueno? Dios nos lo dice. La generación actual, desea la libertad y algunos cuestionan mucho y de forma equivocada lo que es justo. ¿Por qué es malo hacer tal o cual cosa? se preguntan muchos. Y hay quienes no se preocupan mucho del robo, la mentira, el adulterio y llegarían, incluso, a justificar la violencia y el asesinato. ¡Cuanta incoherencia e ignorancia hay sobre la ley! ¿Por qué está mal robar o mentir? Porque Dios lo ha dispuesto así. Podría alguien preguntar, ¿y esa disposición es buena para la humanidad? Por su puesto que lo es. Sería maravilloso que el ser humano pudiese cumplir la ley. Pero no es así. Las cárceles, las cerraduras en las puertas, las garantías que deben firmarse a la hora de pedir un préstamo porque nadie confía en nadie, constituyen testimonios de esa realidad. Hubo lejanos tiempos en que la palabra dada era considerada como un compromiso serio y fiable lo cual, evidentemente, ya es historia pasada. Así es que, las conductas humanas que hemos mencionado son malas porque Dios lo ha especificado así.
La ley no se impone por sí misma. El Legislador debe tener el poder para ponerla en vigor. Dios mismo da fuerza a Sus leyes de forma indiscutible y eficaz. Tomemos, por ejemplo, la ley de la gravitación. Podemos escalar llegando tan alto como nos lo permitan nuestras fuerzas, y con tal que no nos soltemos, porque dicha ley está operando y no podemos modificar ni invertir esa fuerza.
Muchísimas personas creen que pueden quebrantar los Diez Mandamientos y evitar las consecuencias. Resulta interesante considerar que una norma debe ser puesta en vigor para ser una ley. En el libro del profeta Ezequiel 18:4, dice que "El alma que peque, ésa morirá". Esta norma tiene fuerza de ley y el que la quebrante, debe pagar la pena impuesta y ser castigado.
La ley nunca convirtió al ser humano en un pecador; sino que reveló que ese ser era un pecador. La ley fue dada para traer a las personas a Cristo, como ya hemos dicho. Fue como nuestro ayo o custodio para llevarnos de la mano, guiándonos a la cruz para decirnos a cada uno: "necesitas un Salvador, porque eres un pecador."
Llegamos ahora a la exposición de
Los diez mandamientos
Que, están clasificados en 2 divisiones principales. Una parte trata la relación del hombre con Dios y la otra, la relación del hombre con sus semejantes. Leamos el versículo 3;
"No tendrás otros dioses delante de mí."
Dios estaba condenando al politeísmo o creencia en más de un dios. No hay ningún mandamiento contra el ateísmo - que en esa época no tenía adeptos dada la cercanía histórica con la creación y la revelación original de Dios. Los ateos comenzaron a aparecer en los días del rey David, y se les llamó necios, como decía el Salmo 53:2, El necio ha dicho en su corazón: No hay Dios. En la actualidad, un ateo puede ser una persona de un alto nivel cultural o intelectual, pero Dios, le calificaría de otra manera. En nuestro tiempo hay muchos ateos porque ya nos encontramos inmensamente lejos de nuestros orígenes en la historia y los seres humanos no están dispuestos a aceptar la revelación de Dios en Su Palabra.
Dios le dijo a Israel: "No tendrás otros dioses delante de mí". Dios le dio estas instrucciones a aquel pueblo de esta manera, porque en aquellos días al ser humano le era sumamente difícil mantener un equilibrio, porque el adorar a muchos dioses gozaba de popularidad. Hoy en día, sin embargo, lo que resulta popular es no adorar a ningún dios. Realmente, el péndulo se ha desplazado hasta el otro extremo. El detalle que es importante observar en este versículo es el hecho de que Dios condena al politeísmo. El apóstol Pablo desarrolla este Tema en su ya citada carta a los Romanos 1:21 al 25, donde dice:
"Pues aunque conocían a Dios, no le honraron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se hicieron vanos en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se volvieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por consiguiente, Dios los entregó a la impureza en la lujuria de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos; porque cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del Creador, que es bendito por los siglos. Amén."
Continuemos nuestra lectura con los versículos 4 y 5:
"No te harás ídolo, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No los adorarás ni los servirás; porque yo, el Señor tu Dios, soy Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen"
Algunas podrían pensar que este pasaje no podría aplicarse a nosotros hoy. Recordemos que la carta a los Colosenses 3:5 dice que "la avaricia . . . es idolatría" Todo aquello a lo que tú te entregas de forma incondicional o desenfrenadamente, se convierte en tu dios. Este segundo mandamiento prohíbe el culto a las imágenes y tiene un significado bastante amplio porque incluye toda tentativa de representar a Dios y a sus criaturas como objeto de culto. El es un Dios que nos ama y celoso; por lo tanto requiere nuestro culto y adoración de manera exclusiva. La ley de Dios prohíbe de modo categórico y solemne hacer representaciones de seres humanos, animales, o astros del cielo o de la tierra, para inclinarse o postrarse ante ellas con el objeto de rendirles culto.
Continuemos leyendo el tercer mandamiento, en el versículo 7:
"No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano, porque el Señor no tendrá por inocente al que tome su nombre en vano."
Utilizar el nombre del Señor en vano equivale a una blasfemia, lo cual es muy corriente en nuestros tiempos. Pero el mandamiento de Dios nunca ha cambiado. Su nombre no podía ser usado en vano porque el es Dios y es Santo. Como ejemplo, vemos que no estaba prohibido pronunciar un solemne juramento, pero sí cometer perjurio, como nos lo recuerda el libro del Levítico 19:12, Y no juraréis en falso por mi nombre, profanando así el nombre de tu Dios; yo soy el Señor. Muchas personas son incapaces de expresarse sin blasfemar lo cual, además de estar contra la ley de Dios, evidencia una alarmante falta de vocabulario.
Leamos ahora el cuarto mandamiento, en los versículos 8 al 11:
"Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, mas el séptimo día es día de reposo para el Señor tú Dios; no harás en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el extranjero que está contigo. Porque en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, el Señor bendijo el día de reposo y lo santificó."
El día del sábado fue dado a la nación de Israel en una forma muy excepcional. Era un pacto, una señal entre Dios y los israelitas.
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