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El Hombre Como Ser De Voluntad

francyssamuel26 de Noviembre de 2013

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El concepto de voluntad en la filosofía

El racionalismo postergó el concepto de voluntad, que hasta Kant no vuelve a cobrar prestigio. En la filosofía contemporánea se presenta como valor fundamental como un apetito intelectual, o la capacidad de decisión propia a un ser dotado de inteligencia y capaz de autodeterminarse a sí mismo desde las ideas. La voluntad es la potencia del ser humano, que le mueve a hacer o no hacer una cosa. La función de la voluntad es un aspecto de la llamada vida de tendencia, o sea, de la aptitud general para reaccionar ante los estímulos externos o internos, pero se diferencia de las demás actividades propias de la vida de tendencia en que la voluntad involucra la representación intelectual del objeto y es deliberada, si bien obra a base de hábitos, instintos, etc.

Platón considera que las elecciones concretas de los hombres son responsabilidad de cada uno, es decir, dependen de la propia voluntad. Por su parte, Aristóteles distingue entre actos involuntarios (realizados por ignorancia o bajo una fuerza externa que nos mueve sin que lo queramos) y voluntarios (escogidos con conocimiento de causa y sin constricción exterior).

Arthur Schopenhauer, en su obra más importante, El mundo como voluntad y representación, entiende que la voluntad es la realidad última (la kantiana «cosa en sí») subyacente al mundo de la percepción sensible (intuición empírica).

Jean Jacques Rousseau utiliza el concepto de voluntad general en El Contrato Social. Hasta entonces el bien común, interpretado por el gobernante, había sido la guía de actuación en cualquier sistema político. Incluso en la monarquía absoluta, la voluntad del rey era la ley, sólo sujeta al juicio de Dios. La voluntad general sigue siendo un concepto fundamental para entender la toma de decisiones en democracia.

El filósofo Joaquín Trincado Mateo en el libro Conócete A Ti Mismo define a la voluntad racional como causa única del universo y toda demostración de vida llamándose esa voluntad racional, sencillamente, Espíritu.

En el antiguo Oriente, se creía que la Voluntad era la parte superior del Hombre.Esta parte practicada por el Hombre es lo que nos acerca más a Dios, por lo que alcanzar este grado de espiritualidad no es sencillo. Implica que tenemos que iniciarnos en el camino de la sabiduría o del autoconocimiento.Camino que es abrupto e intenso, muy difícil de transitar, ya que el hombre que alcance a practicar y desarrollar su Voluntad , tiene que convertirse en un ser digno para hacerse acreedor a tan alto atributo. Este es otro aspecto de la Voluntad, que al aplicarla nos debe conducir hacia lo positivo, a la luminosidad, a lo que sea bueno para nuestro espíritu.

La voluntad y el deber

En relación entre la Voluntad y el Deber, Kant propone un nivel: Si hablamos de la voluntad como algo absolutamente incondicionado (voluntad santa), entonces estaríamos ante algo que es algo absolutamente bueno en sí y que, por tanto, no tendría que actuar por deber para ser buena en sí. 2º) Lo que sucede es que, en la práctica, tal voluntad se encuentra situada en una realidad que está condicionada lo que lleva a tal voluntad a tener que superar obstáculos continuos. En este contexto, la voluntad es buena cuando actúa por deber. En definitiva, la voluntad santa, es decir, la voluntad que actuaría al margen de de inclinaciones y tendencias individuales, no es buena en sí porque actúe por deber sino que OBRA POR DEBER PORQUE ES BUENA. Esa misma voluntad, situada en el mundo de las condiciones sensibles, podría decirse que ES BUENA CUANDO ACTÚA POR DEBER. Si se entiende esta diferencia, se comprende porque Kant afirma, por un lado, que una voluntad que obra por deber es buena, y, por otro, que una voluntad buena es la que obra por deber.

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