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El análisis del material del libro Cínico de los filósofos y moral de la literatura


Enviado por   •  22 de Abril de 2015  •  Resúmenes  •  1.989 Palabras (8 Páginas)  •  204 Visitas

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En octubre de 2008 apareció en la Colección Clásica de la editorial Akal el libro Los filósofos cínicos y la literatura moral serioburlesca del profesor José Antonio Martín García, una traducción española de la inmensa mayoría de los testimonios literarios llegados hasta nosotros por vía directa e indirecta de los filósofos cínicos griegos y latinos[1]. El fallecimiento del autor en septiembre de 2004 había llevado a su familia a encomendarnos la tarea de preparar y revisar el material para su publicación, pues sabía que habíamos colaborado con él en la localización e interpretación de algunos de los textos recogidos en esta obra.

A decir verdad, hasta el momento de encargarnos de concluir el trabajo en el que el profesor Martín García llevaba enfrascado varios años, nuestro conocimiento del movimiento cínico se reducía a los tópicos fundamentales de su ideario, a las consabidas anécdotas protagonizadas por Diógenes de Sínope y Alejandro Magno, entre otras, o al papel fundamental que desempeñó Menipo de Gádara en la creación de la sátira menipea, una de las variantes más importantes del género serioburlesco característico de los cínicos.

La organización y revisión del material, que nos llevó varios meses, nos obligaron a manejar parte de la bibliografía recomendada para el tema. El objetivo no era sólo familiarizarnos con el objeto de estudio, sino también estar en condiciones de entender el porqué de ciertas interpretaciones sugeridas por el profesor Martín García, corregir erratas y completar partes de la obra que, cuando llegaron a nuestras manos, se encontraban incompletas.

Después de dejar preparado el libro para la imprenta, hemos seguido profundizando en el ideario del movimiento cínico, en sus postulados éticos subversivos y en el modelo de vida que propusieron al hombre antiguo, pues, como es bien sabido, éste fue el más longevo de todos los movimientos filosóficos del mundo grecorromano, con existencia probada desde más o menos principios del IV a. C. hasta finales del mundo antiguo, con representantes de cierto renombre en todas las etapas en que suele dividirse este periodo de la historia.

En fin, en las páginas que siguen ofrecemos nuestra particular visión de un movimiento —pues quizás sea algo atrevido hablar de ‘escuela’ en el sentido académico del término— del que, a pesar de la amplísima bibliografía existente, creemos que aún no se ha dicho la última palabra y que sigue atrayendo el interés de profanos y estudiosos.

Después de enmarcar debidamente el nacimiento del cinismo antiguo, nuestra atención se centrará casi exclusivamente en los puntos esenciales del ideario cínico, aquellos que mejor lo distinguen de otros movimientos más o menos contemporáneos, como epicúreos y estoicos, y que acabaron conformando todo un modelo de vida, el βίος κυνικός. Asimismo trataremos de apoyar todas nuestras afirmaciones en los textos que, más por vía indirecta que directa, nos han llegado de los representantes del cinismo[2].

Como primer punto de nuestra exposición vamos a detenernos brevemente en cuestiones terminológicas. Así, es conocida la distinción que se establece en alemán entre los términos Kynismus y Zynismus[3], alusivo el primero al movimiento filosófico del que nos ocupamos y el segundo al «cinismo» en general, que el DRAE define (2ª acepción) como «Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables».

Respecto al nombre del movimiento filosófico, la opinión más extendida es la que lo relaciona con el griego κύων, κυνός, ‘perro’; de donde κυνικός, ‘propio de un perro’. Para explicar esta relación con los canes, es preciso detenerse brevemente en la consideración que este animal tenía entre los griegos. Así, el perro era tenido por animal impúdico y era normal aplicar el calificativo de «perro» a la persona que por razones diversas conculcaba las normas más elementales del respeto y la decencia (cfr. el trabajo ya citado de García Gual, en concreto, el estudio sobre este movimiento titulado «La secta del perro», en Diógenes Laercio 2007: 17 y ss).

En algunos textos antiguos se justifica la relación del nombre del movimiento con los perros, o bien porque los cínicos vivían como estos animales, o bien porque ladraban a los extraños y se mostraban zalameros con los suyos, aunque se estaba de acuerdo en que el término venía a definir un «modo de expresión franco y refutativo»:

Los filósofos cínicos fueron llamados así por dos posibles causas: o bien porque vivían llanamente y tal como se hallaban, comiendo y bebiendo en la plaza pública, al modo de los perros, durmiendo en toneles y haciendo lo demás, para decirlo sencillamente, sin tomar precauciones, porque rechazaban que fuera mejor lo bello por convención que lo bello por naturaleza. O bien, como los perros ladran a los extraños y hopean a los suyos, así también ellos acogían a los que eran dignos de filosofar y los amaban con fervor, mientras rechazaban y perseguían a los que eran indignos de la filosofía e incapaces de penetrar en su interior. En consecuencia, por ello, por su modo de expresión franco y refutativo, fueron llamados cínicos. También Platón dice, por cierto, de ellos: «También el perro tiene algo de filósofo» (Olimpiodoro, A las Categorías de Aristóteles p. 3, 8-30 [en Martín García 2008: I, 140]).

Las dos razones del texto anterior se convierten en cuatro en éste, aunque se registra una coincidencia fundamental entre ambos[4]:

Fueron llamados cínicos por cuatro razones: o bien, en efecto, por la indiferencia de su vida, puesto que ellos practicaban, como los perros, la indiferencia de comer y hacer el amor en público, pasear descalzos y dormir en toneles o en los cruces de caminos. […] La segunda razón es porque el perro es un animal desvergonzado y ellos mismos también practicaban la desvergüenza, […] La tercera razón es que el perro es un animal guardián. Y ellos también velaban por los principios de su filosofía mediante demostraciones de hecho y se sentían muy orgullosos de ello. […]

La cuarta es que el perro es un animal discernidor, que en razón de su conocimiento distingue al amigo y al extraño. […] Y distinguir la verdad

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