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FILOSOFOS CRISTIANOS


Enviado por   •  6 de Marzo de 2015  •  2.342 Palabras (10 Páginas)  •  717 Visitas

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Durante la Edad Media se utiliza la Filosofía como instrumento para explicar, en la medida de lo posible, los principales contenidos de la fe cristiana; ciertamente, la fe es una cosa y la razón otra, pero ambas se dan unidas en el hombre cristiano. A continuación se presenta el planteamiento filosófico de San Agustín, el argumento ontológico de San Anselmo y las vías o pruebas de Santo Tomás.

Los filósofos cristianos adoptaron muchas ideas del pensamiento griego pagano. De los escépticos epicúreos adoptaron argumentos contra el politeísmo. Aristóteles les prestó una serie de conceptos filosóficos (como los de sustancia, causa, materia) que eran imprescindibles para tratar los delicados y sutiles temas de la teología cristiana (la creación del mundo a partir de la nada, la Santísima Trinidad, etc.). La moral estoica aportó algunos elementos a la ética cristiana. El platonismo, con su desprecio del mundo sensible, su creencia en la inmortalidad del alma humana y la afirmación de la existencia de un mundo celestial fue una prefiguración del cristianismo, refiriéndose a Platón dijo San Agustín “Nadie se ha acercado tanto a nosotros”.

Con base a lo anterior, se puede dividir la filosofía cristiana medieval en dos grandes períodos: la Patrística y la Escolástica. San Agustín (africano, 354-430). Lo podemos identificar como el máximo exponente de la filosofía cristiana durante el período patrístico y uno de los más geniales pensadores de todos los tiempos. Logra una síntesis armoniosa entre platonismo y cristianismo. Su filosofía religiosa y su doctrina teológica tiene un influjo decisivo en la Edad Media y el Renacimiento. Entre sus fuentes filosóficas se dice que conocía muy bien a Cicerón. El "Hortensio" le influye decisivamente. Sus filósofos preferidos eran Platón y Plotino, aunque conoce mejor a Porfirio, al que también admira.

San Agustín elaboró un método sistemático de filosofía para la teología cristiana. Enseñó retórica en Cartago, Roma y Milán antes de bautizarse en el 387. Sus discusiones sobre el conocimiento de la verdad y la existencia de Dios parten de la Biblia y los antiguos filósofos griegos. Defensor enérgico del cristianismo, san Agustín elaboró la mayoría de sus doctrinas resolviendo conflictos teológicos con el donatismo y el pelagianismo, dos movimientos heréticos cristianos.

A los 26 ó 27 años compuso su primer libro, sobre “Lo bello y lo conveniente”. En otoño del 386, Agustín deja la enseñanza y se retira, con una pequeña compañía de parientes y amigos, a Cassiciaco, en la villa de verecondo, cerca de Milán. De la meditación en esta villa y de las conversaciones con los amigos nacen sus primeras obras: Contra los Académicos, Del orden, Sobre la felicidad, Soliloquios. Compuso, entre el 412 y 426, su obra principal: La ciudad de Dios.

San Agustín ha sido llamado el Platón cristiano. Esta definición no es verdadera tanto porque en su doctrina se encuentran vislumbres y motivos doctrinales del auténtico Platón (discípulos de Sócrates), sino porque él renueva el espíritu del cristianismo aquella investigación que había sido la realidad fundamental de la especulación católica. La fe está, según Agustín, al final de la investigación, no en sus comienzos. La investigación se extiende y se robustece porque se aproxima a la verdad y se basa en ella; por otro, la fe misma a través de la investigación se alcanza y posee en su realidad más rica y se consolida en el hombre triunfando de la duda.

El origen de ellas se encuentra en Isaías 7,9 donde se lee: “si no tenéis fe, no podréis entender”. San Agustín escribe: “La fe busca, la inteligencia encuentra; por esto dice el Profeta: Si no creéis, no comprenderéis”. Tal es la postura de Agustín, que asumió a partir de su primera obra de Casiciaco, Contra los Académicos, que constituye la clave más auténtica de su filosofar:

“Todos saben que nos vemos estimulados hacia el conocimiento por el doble peso de la autoridad y de la razón. Considero, pues, como algo definitivamente cierto el que no deba alejarme de la autoridad de Cristo, porque no hallo ninguna otra más salida. Luego, con respecto a aquello que se debe alcanzar mediante el pensamiento filosófico, confío en encontrar en los platónicos temas que no repugnen a la palabra sagrada. Esta es mi disposición actual: deseo aprender sin demora las razones de lo verdadero, no sólo con la fe sino también con la inteligencia.”

A la pregunta sobre si ¿Conocemos la verdad?, responde con su crítica al escepticismo. “No busques fuera, vuelve a ti mismo; en el interior del hombre reside la verdad”. Agustín prueba que el hombre no puede dudar de su existencia en el mismo momento en que se plantea esta posibilidad: si soy capaz de preguntarme si existo, es que existo y a la pregunta sobre ¿Cómo conocemos la verdad?, responde con su doctrina de la iluminación, que sustituye a la doctrina de la reminiscencia de Platón y a la doctrina aristotélica de la abstracción. Según San Agustín existen tres tipos de conocimiento:

 el sensitivo: se realiza por el alma a través del cuerpo, de manera, por tanto, mediata.

 el conocimiento de las leyes del mundo físico por medio de la razón inferior; esta función de la razón da origen a la ciencia de las cosas temporales.

 el conocimiento de las verdades eternas (ya sea algunas ideas como la justicia, la bondad, la belleza, etc.); este proceso se llama iluminación y es un nuevo modo de explicar lo que Platón explicaba por medio de la preexistencia de las almas y la doctrina de la reminiscencia; esta función superior de la razón da origen a la sabiduría de las verdades eternas y a la vida contemplativa.

Para Agustín sólo dos cosas tiene que conocer el hombre: el alma y Dios. A partir de ahí conocerá toda la realidad. Aristóteles había buscado la verdad en la realidad. Agustín la busca en la interioridad. Al principio, Agustín pensaba que el mundo era una emanación de Dios. Después de su conversión, comprende que ha sido creado por Dios.

Platón concebía el tiempo como la imagen móvil de la eternidad. Aristóteles como la medida del movimiento. Agustín como la duración de una naturaleza finita que no puede existir toda contemporáneamente. El pasado y el futuro existen porque el presente no puede ser un presente siempre: es un presente que pasa. El presente se distingue en esto de la eternidad: es un nunc transiens; en cambio la eternidad es un presente que no pasa: es un nunc stans. Sólo en nuestra mente se encuentran presente pasado y futuro: la memoria (presente del pasado), la intuición (presente del presente) y la espera (presente del futuro). En el alma es donde se mide el tiempo. Agustín afirma que sólo

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