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Filosofia E Historia

cristy081428 de Abril de 2013

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Tesis de filosofía de la historia

(1940)

Traducción de Jesús Aguirre

Taurus, Madrid, 1973

Tesis de filosofía de la historia

Walter Benjamin

1

Es notorio que ha existido, según se dice, un autómata construido de tal

manera que resultaba capaz de replicar a cada jugada de un ajedrecista con otra

jugada contraria que le aseguraba ganar la partida. Un muñeco trajeado a la

turca, en la boca una pipa de narguile, se sentaba a tablero apoyado sobre una

mesa espaciosa. Un sistema de espejos despertaba la ilusión de que esta mesa

era transparente por todos sus lados. En realidad se sentaba dentro un enano

jorobado que era un maestro en el juego del ajedrez y que guiaba mediante

hilos la mano del muñeco. Podemos imaginarnos un equivalente de este aparato

en la filosofía. Siempre tendrá que ganar el muñeco que llamamos

«materialismo histórico». Podrá habérselas sin más ni más con cualquiera, si

toma a su servicio a la teología que, como es sabido, es hoy pequeña y fea y no

debe dejarse ver en modo alguno.

2

«Entre las peculiaridades más dignas de mención del temple humano», dice

Lotz, «cuenta, a más de tanto egoísmo particular, la general falta de envidia del

presente respecto a su futuro». Esta reflexión nos lleva a pensar que la imagen

de felicidad que albergamos se halla enteramente teñida por el tiempo en el que

de una vez por todas nos ha relegado el decurso de nuestra existencia. La

felicidad que podría despertar nuestra envidia existe sólo en el aire que hemos

respirado, entre los hombres con los que hubiésemos podido hablar, entre las

mujeres que hubiesen podido entregársenos. Con otras palabras, en la

representación de felicidad vibra inalienablemente la de redención. Y lo mismo

ocurre con la representación de pasado, del cual hace la historia asunto suyo. El

pasado lleva consigo un índice temporal mediante el cual queda remitido a la

redención. Existe una cita secreta entre las generaciones que fueron y la

nuestra. Y como a cada generación que vivió antes que nosotros, nos ha sido

dada una flaca fuerza mesiánica sobre la que el pasado exige derechos. No se

debe despachar esta exigencia a la ligera. Algo sabe de ello el materialismo

histórico.

Walter Benjamín, Tesis de filosofía de la historia

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El cronista que narra los acontecimientos sin distinguir entre los grandes y los

pequeños, da cuenta de una verdad: que nada de lo que una vez haya

acontecido ha de darse por perdido para la historia. Por cierto, que sólo a la

humanidad redimida le cabe por completo en suerte su pasado. Lo cual quiere

decir: sólo para la humanidad redimida se ha hecho su pasado citable en cada

uno de sus momentos. Cada uno de los instantes vividos se convierte en una

citation à l'ordre du jour, pero precisamente del día final.

4

Buscad primero comida y vestimenta, que el reino de Dios se os dará luego por

sí mismo.

Hegel, 1807.

La lucha de clases, que no puede escapársele de vista a un historiador educado

en Marx, es una lucha por las cosas ásperas y materiales sin las que no existen

las finas y espirituales. A pesar de ello estas últimas están presentes en la lucha

de clases de otra manera a como nos representaríamos un botín que le cabe en

suerte al vencedor. Están vivas en ella como confianza, como coraje, como

humor, como astucia, como denuedo, y actúan retroactivamente en la lejanía de

los tiempos. Acaban por poner en cuestión toda nueva victoria que logren los

que dominan. Igual que flores que toman al sol su corola, así se empeña lo que

ha sido, por virtud de un secreto heliotropismo, en volverse hacia el sol que se

levanta en el cielo de la historia. El materialista histórico tiene que entender de

esta modificación, la más imperceptible de todas.

5

La verdadera imagen del pasado transcurre rápidamente. Al pasado sólo puede

retenérsele en cuanto imagen que relampaguea, para nunca más ser vista, en el

instante de su cognoscibilidad. «La verdad no se nos escapará»; esta frase, que

procede de Gonfried KeIler, designa el lugar preciso en que el materialismo

histórico atraviesa la imagen del pasado que amenaza desaparecer con cada

Walter Benjamín, Tesis de filosofía de la historia 3/11

presente que no se reconozca mentado en ella. (La buena nueva, que el

historiador, anhelante, aporta al pasado viene de una boca que quizás en el

mismo instante de abrirse hable al vacío.)

6

Articular históricamente lo pasado no significa conocerlo «tal y como

verdaderamente ha sido». Significa adueñarse de un recuerdo tal y como

relumbra en el instante de un peligro. Al materialismo histórico le incumbe fijar

una imagen del pasado tal y como se le presenta de improviso al sujeto

histórico en el instante del peligro. El peligro amenaza tanto al patrimonio de la

tradición como a los que lo reciben. En ambos casos es uno y el mismo:

prestarse a ser instrumento de la clase dominante. En toda época ha de

intentarse arrancar la tradición al respectivo conformismo que está a punto de

subyugarla. El Mesías no viene únicamente como redentor; viene como

vencedor del Anticristo. El don de encender en lo pasado la chispa de la

esperanza sólo es inherente al historiador que está penetrado de lo siguiente:

tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este

enemigo no ha cesado de vencer.

7

Pensad qué oscuro y qué helador es este valle que resuena a pena.

Brecht: La ópera de cuatro cuartos.

Fustel de Coulanges recomienda al historiador, que quiera revivir una época,

que se quite de la cabeza todo lo que sepa del decurso posterior de la historia.

Mejor no puede calarse el procedimiento con el que ha roto el materialismo

histórico. Es un procedimiento de empatía. Su origen está en la desidia del

corazón, en la acedia que desespera de adueñarse de la auténtica imagen

histórica que relumbra fugazmente. Entre los teólogos de la Edad Media pasaba

por ser la razón fundamental de la tristeza. Flaubert, que hizo migas con ella,

escribe: «Peu de gens devineront combien il a fallu étre triste pour ressusciter

Carthage». La naturaleza de esa tristeza se hace patente al plantear la cuestión

de con quién entra en empatía el historiador historicista. La respuesta es

Walter Benjamín, Tesis de filosofía de la historia 4/11

innegable que reza así: con el vencedor. Los respectivos dominadores son los

herederos de todos los que han vencido una vez. La empatía con el vencedor

resulta siempre ventajosa para los dominadores de cada momento. Con lo cual

decimos lo suficiente al materialista histórico. Quien hasta el día actual se haya

llevado la victoria, marcha en el cortejo triunfal en el que los dominadores de

hoy pasan sobre los que también hoy yacen en tierra. Como suele ser

costumbre, en el cortejo triunfal llevan consigo el botín. Se le designa como

bienes de cultura. En el materialista histórico tienen que contar con un

espectador distanciado. Ya que los bienes culturales que abarca con la mirada,

tienen todos y cada uno un origen que no podrá considerar sin horror. Deben su

existencia no sólo al esfuerzo de los grandes genios que los han creado, sino

también a la servidumbre anónima de sus contemporáneos. Jamás se da un

documento de cultura sin que lo sea a la vez de la barbarie. E igual que él

mismo no está libre de barbarie, tampoco lo está el proceso de transmisión en el

que pasa de uno a otro. Por eso el materialista histórico se distancia de él en la

medida de lo posible. Considera cometido suyo pasarle a la historia el cepillo a

contrapelo.

La tradición de los oprimidos nos enseña que la regla es el «estado de

excepción» en el que vivimos. Hemos de llegar a un concepto de la historia que

le corresponda. Tendremos entonces en mientes como cometido nuestro

provocar el verdadero estado de excepción; con lo cual mejorará nuestra

posición en la lucha contra el fascismo. No en último término consiste la

fortuna de éste en que sus enemigos salen a su encuentro, en nombre del

progreso, como al de una norma histórica. No es en absoluto filosófico el

asombro acerca de que las cosas que estamos viviendo sean «todavía» posibles

en el siglo veinte. No está al comienzo de ningún conocimiento, a no ser de

éste: que la representación de historia de la que procede no se mantiene.

Walter Benjamín, Tesis de filosofía de la historia

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