Filosofia y poder

Filosofía y poder

No es algo nuevo el interés de la filosofía por las distintas formas en que se puede y debe ejercer el poder. Como se sabe, desde los tiempos de Platón y Aristóteles, y la edad media y el renacimiento, ya existía la cuestión de cuál era la mejor forma de organización social, y que requisitos debía cumplir el gobernante, como su formación y su actitud moral.

Sin embargo, en la posmodernidad se planteó una nueva forma de tratar las cuestiones políticas, en esta se centra en el estudio de los problemas que se enfrentan en los estados actuales, y con lo que se tiene que lidiar día a día.

Como uno de los intentos de la filosofía por volverse práctica, tenemos el Marxismo, donde se propone una comprensión teórica de la realidad social, y se distingue a la lucha de clases como motor de la historia, no refiriéndose a esta como una huelga, o protesta, sino a las nociones de oposición y contradicción como formas de relación entre grupos sociales. No obstante, Marx criticó que la filosofía se detuviera en la fase teórica y no tratar de aplicar sus conclusiones para transformar situaciones reales de injusticia, desigualdad y pobreza. En este sentido la sublevación de los grupos que mediante sus trabajos sostenían a la sociedad, pero no tenían la retribución que su esfuerzo merecía.

En la segunda mitad del siglo XX surgió en Francia un movimiento filosófico que propuso un nievo ámbito para llevar a cabo la revolución esperada por el marxismo para transformar las relaciones de poder. Estos filósofos consideraron que la revolución no era viable en los ámbitos social y económico, pues los intentos de llevar al a practica la propuesta marxista resultaron en la cancelación de libertades y la instauración de dictaduras sin que se llegar al momento de construir una sociedad sin clases.

El ámbito donde una revolución del ejercicio del poder fuera viable, debía estar libre de tendencias autoritarias o, al menos, tener la capacidad de deshacerse de ellas. Por lo tanto, la mirada se dirigió al ámbito de la comunicación, componente esencial de las relaciones sociales, y el ejercicio del poder.

Para filósofos como Ronald Barthes, Maurice Blanchot, o Jacques Derrida, el lenguaje desempeña una función esencial en la formación de las estructuras de poder y en la consolidación de las instituciones que las sostienen. Por lo tanto, un análisis crítico del lenguaje resultaría en una crítica a dichas estructuras e instituciones.

Barthes plantea que una de las principales características del lenguaje es su ambigüedad, la cual da pie a la libertad, pues permite que un discurso que antes se había usado para justificar la opresión y explotación, se reinterprete y oriente a la defensa de la dignidad y la libertad.

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