Goethe
melstoneBiografía16 de Julio de 2012
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Fue para Goethe empresa fáustica escribir su Fausto. Toda la vida le ocupó, desde 1772, cuando escribe los primeros borradores, hasta 1808, en cuanto a su primera parte, y aún más: 1828, para la
segunda parte, todavía más ambiciosa. No se inventó al personaje. Éste le viene de una leyenda medieval acerca de un doctor parisino, leyenda que Cristopher Marlowe (1564-1593) y Jacob Biderman (1578-
1627) habían escenificado en sendos dramas. Pero en Goethe pasa Fausto a la condición de mito, icono
y símbolo romántico del hombre sin límites, como el de Don Juan, y aún más poderoso, más abarcador,
puesto que lo fáustico incluye y trasciende lo donjuanesco.
¿Qué condiciones se requieren para que una leyenda, icono o personaje, histórico o ficticio, pase
a la condición de mito? ¿Y ha habido o hay, en rigor, mitos modernos? Si por míticas se toman no cualesquiera figuras populares emblemáticas, sean el Abbé Pierre o Marilyn Monroe, según analizó con brillantez Roland Barthes (1980), sino aquellas que, como Ulises, Jasón o los atreidas, han inspirado otras
historias, otros formatos de narración y también desarrollos filosóficos, para que un guión narrativo pase
al estatuto de mito ni siquiera basta con la magnitud de su potencia. La figura de Don Quijote no ha llegado a conformar un mito, pese a sus reencarnaciones (Tartarín en Daudet, Monseñor Quijote en Greene)
y a su influencia arrolladora en la novela moderna. A diferencia de otras figuras de ficción o legendarias,
el caballero de La Mancha no ha conocido réplicas de estatura comparable.
Para saltar al firmamento de los mitos resulta esencial, además de la originalidad de la leyenda
o del icono, su capacidad potencial para engendrar variaciones, que se mantengan a su altura. Don
Quijote apenas las admite; o, al menos, nadie hasta ahora ha sido capaz de producirlas. Don Juan y
Fausto, sí. Pero no anticipemos los análisis y empecemos por la
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