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Enviado por   •  12 de Febrero de 2015  •  2.744 Palabras (11 Páginas)  •  170 Visitas

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ESCUELA NORMAL DE EDUCACION PREESCOLAR

DIVERSIDAD: INCLUSIÓN Y EXCLUSIÓN EN EL PREESCOLAR

HERRAMIENTAS BÁSICAS PARA LA INVESTIGACIÓN EDUCATIVA

ALUMNA:

Dedicatoria:

Indice

Introducción 1

CAPITULO 1. la familia y la escuela. 2

CAPITULO 2. Ventajas de la escuela 6

CAPITULO III. Apoyo de los padres de familia en la escuela. 8

Introducción.

El modelo ecológico del desarrollo humano (Bronfenbrenner, 1979) sostiene que los niños y niñas se desarrollan en una red de contextos interconectados entre sí, y todos ellos influyen sobre el desarrollo. Algunos de estos contextos están más alejados, aunque no por ello podemos obviarlos, mientras que otros como la familia y la escuela están muy cercanos al niño, constituyendo los escenarios más inmediatos que denominamos microsistema y en los que los niños y niñas preescolares pasan la mayor parte del tiempo. Además de las influencias por separado que cada uno de estos sistemas puede tener sobre el desarrollo y el comportamiento infantil, hay que prestar atención a las influencias entrelazadas: cómo pueden afectar las relaciones que el niño establece o las actividades que realiza en su hogar a su comportamiento en la escuela, y viceversa. Por ejemplo, aquellos niños que han establecido una relación de apego seguro con sus padres tenderán a sostener con sus compañeros y con los profesores relaciones marcadas por el afecto y la seguridad, mientras que cuando la inseguridad y la desconfianza ha teñido las relaciones infantiles con los progenitores también es muy probable que sean difíciles las relaciones con los educadores.

CAPITULO 1. la familia y la escuela.

Aunque muchos de los objetivos que persiguen y de las actividades que se realizan en la escuela y en la familia guardan mucha similitud, pues son reflejos de los valores que imperan en una determinada cultura, también aparecen importantes diferencias, ya que se trata de escenarios con distintas funciones, con distinta organización del espacio y del tiempo y en los que participan personas diferentes.

Entre las diferencias más llamativas que existentes entre ambos contextos podrían señalarse que en la familia los niños y niñas realizan actividades insertas en la vida cotidiana y cercanas a sus intereses y motivaciones inmediatos, mientras que en la escuela las actividades realizadas suelen tener un claro carácter simbólico, pues se planifican en función de ciertos objetivos educativos a alcanzar y se sitúan un contexto ajeno al mundo del niño. También existen diferencias en cuanto al tipo de aprendizaje, más basado en la observación e imitación de modelos en la familia, y en el intercambio verbal en el contexto escolar. Por último, habría que señalar el diferente tipo de interacciones más frecuentes en cada escenario: diádicas con adultos, las familiares, y grupales con los iguales, las escolares.

Una vez indicadas las evidentes diferencias existentes, habría que preguntarse sobre la conveniencia o no de una mayor semejanza o continuidad entre familia y escuela, de una mayor similitud entre las experiencias del niño en ambos contextos. El término discontinuidad, utilizado para referirse a las diferencias entre las experiencias del niño en su casa y en el centro educativo, refleja un cierto interés por la cohesión en estas experiencias. La idea subyacente parece indicar que toda discrepancia resulta negativa para el desarrollo infantil. De hecho, la discontinuidad entre hogar y escuela ha llegado a ser considerada como una de las causas principales de fracaso escolar para aquellos niños de medios más desfavorecidos. Pero, quizás, las diferencias que se reconocen entre hogar y centro no hayan de tener necesariamente un efecto negativo, e incluso en algunos casos podría pensarse en unas consecuencias positivas.

De acuerdo con Bronfenbrenner (1979), el desarrollo infantil se puede ver favorecido por la participación en contextos diversos, en los que el niño tenga la posibilidad de participar en otras estructuras sociales, realizar actividades diferentes y establecer relaciones con otras personas. Desde este punto de vista, el hecho de que hogar y escuela no presenten una uniformidad total desde el punto de vista de las actividades y exigencias que se plantean al niño, puede tener unas consecuencias positivas para el desarrollo, ya que cada situación puede facilitar la adquisición por parte del niño de diferentes habilidades y competencias. Este contraste puede verse, por tanto, como una fuente de equilibrio, pues el niño recibe en distintos contextos demandas diferentes y complementarias que redundan en su beneficio, pues ello daría lugar a un desarrollo más armónico. Si la escuela representase una mera extensión de la familia que no proporcionase la más mínima discontinuidad para el niño, no cabría ser muy optimista con respecto a los beneficios que podría aportar al desarrollo infantil. Sin embargo, la existencia de una discontinuidad muy marcada entre estos contextos puede tener efectos negativos. Este podría ser el caso de aquellos niños que en el colegio se enfrentan a experiencias totalmente alejadas y desconectadas de sus vivencias familiares, o que experimentan una incoherencia muy marcadas en cuanto al tipo de trato que reciben y las conductas que se alientan en uno y otro contexto. O cuando los valores que impregnan la vida familiar entran en abierta contradicción con los que imperan en la escuela. En estos casos, los niños pueden verse sometidos a presiones contradictorias que perjudiquen su desarrollo y su adaptación a la escuela.

Además del grado o magnitud de las discrepancias, existen otros factores que pueden influir en que el impacto sea negativo o positivo, como, por ejemplo, el momento evolutivo en que se encuentra el niño. Así, durante los años preescolares es de esperar que el niño se muestre más sensible a las discontinuidades acusadas, por lo que habría que procurar que familia y escuela infantil mantuviesen una clara coherencia. En cambio, cuando se trata de niños de más edad o adolescentes, una continuidad tan acentuada probablemente carezca de sentido.

Una

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