MEDIOS TECNOLOGICOS: UNA HERRAMIENTA PARA ESTIMULAR LOS PROCESOS DE SOCIALIZACIÓN AFECTIVOS EN EDUCACIÓN INCIAL
eulices14 de Junio de 2011
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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA EXPERIEMENTAL LIBERTADOR INSTITUTO DE MEJORAMIENTO PROFESIONAL DEL MAGISTERIO SUBDIRECCIÓN DE INVESTIGACIÓN Y POSTGRADO COORDINACIÓN LOCAL DE INVESTIGACIÓN Y POSTGRADO
LOS MEDIOS TECNOLOGICOS UNA HERRAMIENTA PARA ESTIMULAR LOS PROCESOS DE SOCIALIZACIÓN AFECTIVOS EN LOS NIÑOS Y NIÑAS DEL CENTRO DE EDUCACIÓN INCIAL "JOSÉ ANTONIO PÁEZ, ACHAGUAS, ESTADO APURE.
AUTORA:
JUSEPPINA VIÑA
C.I 12583.513
ACHAGUAS, mayo de 2011
INTRODUCCIÓN
El diagnostico social ha sido, a lo largo de la historia del Trabajo Social el único concepto asumido universalmente como plataforma fundamental de la acción o intervención social y paradójicamente quizá el que haya sido menos elaborado y desarrollado conceptualmente.
Los intentos de definición operativa del diagnóstico social no han pasado de generalizaciones o en intentos de sistematización de algunas variables a tener en cuenta en la observación y recogida de datos para su elaboración.
La preocupación de dotarnos las/os profesionales de un instrumento de diagnóstico social ha tenido que ver con procesos de transformación social tales como:
a) La universalización de la red pública de servicios sociales. b) El bagaje empírico y científico alcanzado por la profesión. c) La unificación y universalización de derechos recursos, servicios y prestaciones. d) La necesidad de unificar y sistematizar criterios, variables, enfoques teóricos, léxico, observaciones, que permitieran finalmente la emisión de Diagnósticos Sociales contrastables, verificables y homologados a toda la profesión. e) La exigencia de dotarnos de un instrumento diagnóstico que articulara por fin contenidos teóricos e intervención social, permitiendo el análisis y la reflexión sobre los procesos de intervención, así como la evaluación continúa de los mismos procesos.
El modelo operativo de diagnóstico social, está siendo utilizado en servicios sociales comunitarios y especializados, proporcionando a las Trabajadoras Sociales:
a) Sistematización de todas las variables que comprenden el complejo mundo interaccionar del ser humano. b) Sistematización de indicadores de todas y cada una de las variables. c) Comprensión de los fenómenos que interfieren el desarrollo de las personas, su vivencia personal y las condiciones o ajustes que han de producirse para modificar las situaciones que sean factibles de cambio.
Desde este modelo de diagnóstico la práctica profesional se convierte en praxis, al permitir la reflexión en los procesos de intervención, generando cuerpo doctrinal propio y teorías de innovación y transformación social.
En este sentido, se presenta un esbozo muy concreto acerca de lo que implica un proceso de diagnosis sobre la televisión como recurso tecnológico implícito en los procesos de socialización, que muy bien pudiera ser utilizado en la socialización de los niños y niñas, tomando en cuenta las realidades propias del contexto familiar, escolar y comunitario.
APROXIMACIÓN A LA REALIDAD
En el análisis de las relaciones entre televisión y proceso de socialización es necesario superar el enfoque más comúnmente aceptado, según el cual la televisión es responsable de las desviaciones morales de los niños y jóvenes por el contenido de los programas que transmite, donde predomina la violencia, el consumismo, la difusión de valores individualistas y las pautas culturales propias de la sociedad americana, que concentra gran parte de la producción de programas de televisión.
Estas denuncias sobre el papel de la televisión en el proceso de socialización de las nuevas generaciones seducen por su simplicidad. Sin embargo, el problema no es tan simple. No se pretende, de ninguna manera, subestimar la importancia de la influencia del contenido de los mensajes televisivos sobre las conductas de las personas, particularmente de los niños y jóvenes. Pero es importante reconocer que los problemas de violencia, de pasividad ciudadana o de pasividad personal, no pueden explicarse sólo ni principalmente por la influencia de la televisión. A manera de ejemplos muy evidentes, no hay más que recordar que los fenómenos de xenofobia y de intolerancia cultural que tienen lugar actualmente en África, en la ex Yugoslavia o en Argelia, Libia Palestina y hasta en América Latina no parecen estar asociados a una exposición muy significativa de la población a la televisión. En el mismo sentido, la fragilidad de la democracia o la existencia de regímenes autoritarios no pueden ser explicadas sólo ni principalmente por la utilización masiva de la televisión como medio de comunicación.
Pero más allá del análisis de los fenómenos de violencia o de autoritarismo, el principal problema que plantean las hipótesis que colocan la cuestión de los contenidos de los mensajes en el centro del problema es que reducen el debate a una cuestión de control y de regulación de las emisiones. La experiencia histórica, sin embargo, nos ha mostrado que controlar nunca ha sido la solución de largo plazo para las estrategias de socialización y, además, suele provocar por lo menos otros dos efectos no deseados ni deseables, por lo menos desde una perspectiva democrática: el primero es que evita, o reduce, el esfuerzo real de preguntarse por qué este tipo de programas consigue atraer tanta audiencia; y el segundo, no menos grave, es que abre la puerta a tentaciones represivas difíciles de controlar una vez que se instalan en el poder.
Los enfoques más complejos sobre el papel de la televisión en el proceso de socialización permiten - en cambio- focalizar la atención sobre el vínculo que se establece entre el sujeto y el mensaje socializador, y sobre la forma que se utiliza para transmitir dicho mensaje. La crítica que surge de este enfoque más complejo sobre el papel de la televisión no es menos fuerte que la que provoca el análisis de los contenidos y tiene, además, la ventaja de permitirnos la elaboración de estrategias más adecuadas desde el punto de vista de los problemas que queremos resolver.
En el vínculo que establece la televisión - particularmente la televisión tradicional- la creatividad y la inteligencia están en el emisor, mientras que el espectador queda reducido a un rol predominantemente pasivo. Con respecto a la forma, la televisión se apoya en la imagen, que -al contrario de la lectura, que se basa en la racionalidad y la reflexión- moviliza particularmente las emociones, los sentimientos y la afectividad. Los cambios en la información política, por ejemplo, son uno de los aspectos donde se puede apreciar más claramente esta diferencia. El uso intensivo de la televisión en la formación de opiniones políticas ha reforzado las estrategias basadas en respuestas intuitivas y emocionales en lugar de respuestas basadas en la evaluación intelectual de las propuestas o los programas. En el nivel económico y comercial, también se aprecian fenómenos similares. La publicidad, en última instancia, implica introducir un comportamiento no racional en la economía, donde el consumidor ya no toma sus decisiones en función del análisis de las ventajas comparativas de cada producto, sino de las emociones que suscita la propaganda basada en la imagen. Vincular los comportamientos políticos o económicos fundamentalmente a emociones, afectos y sentimientos, a través de la imagen, implica -como lo han sostenido diversos autores- un riesgo profundo para la democracia. Karl Popper, (2005) por ejemplo, ha utilizado una metáfora plena de sugerencias. Según Popper, la televisión..."ha reemplazado la voz de Dios". La televisión habría retomado, según este enfoque, la función de los sacerdotes en las sociedades tradicionales: crear permanentemente ídolos y divinidades a través de las telenovelas y los espectáculos. Otros analistas de los medios de comunicación, como Regis Debray, (2009) por ejemplo, han definido a la televisión como una tecnología de "hacer creer", que responde más a la lógica de la seducción que a la lógica de la razón en la cual se apoyan las tecnologías de la lectura y la escritura.
Analizado desde esta perspectiva, el problema de la televisión como agente de socialización no se resuelve solamente con el cambio de contenido de los programas, con el aumento de la diversidad en la oferta o con la creación de canales educativos y culturales. Si el problema radica en la forma utilizada para la transmisión
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