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LA ACTIVIDAD FISICA COMO HERRAMIENTA DE PROMOCION DE SALUD PÚBLICA


Enviado por   •  7 de Julio de 2011  •  1.816 Palabras (8 Páginas)  •  2.142 Visitas

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Salud y enfermedad han sido y son expresiones de una diada que no sólo expresa la existencia humana, sino que también permiten al hombre tomar posesión de su “mundo” y descubrir sus sentidos y significados; esta ocupación y preocupación por la salud y enfermedad caracteriza el paso del ser humano en este mundo vinculado a su capacidad de expresión simbólica.

Salud y enfermedad por tanto, jamás pueden ser experimentados al margen del proceso simbólico que llevan a cabo individuos que viven en una trama social, religiosa, cultural y política concreta y que se sirven, aún en los casos de disconformidad, cuando no de abierta rebeldía hacia los artefactos lingüísticos, simbólicos y axiológicos que les ofrecen la tradición en la que se encuentran asentados. Por otro lado, no exige un gran esfuerzo comprobar que la actual crisis de la medicina, como ha ocurrido en otros momentos históricos; constituye un reflejo y síntoma elocuente, revelador de la crisis global de la sociedad contemporánea.

Salud y enfermedad son descripciones simbólicas de estados de ánimos colectivos: del sentirnos bien o mal de acuerdo a las pautas que imperan en un determinado momento social, es el resultado apetecible, gratificante, aversivo o angustioso, de la construcción simbólica de la sociedad y como tales se encuentran adheridos a los diversos procesos comunicativos y gnoseológicos en los que participan los individuos de una determinada sociedad, y al mismo tiempo, influyen positiva o negativamente en la marcha de estos procesos.

En 1946 la Organización Mundial de la Salud (OMS), propuso la siguiente definición: “La salud es un estado de perfecto bienestar físico, mental y social, y no sólo la ausencia de enfermedad”. Luce muy seductor en esta definición su carácter global, holística y sinóptica, Laín Entralgo llego a afirmar con respecto a esta definición de la OMS que era “al mismo tiempo la formulación de una falsedad y la proclamación de una utopía”. De una falsedad porque hay situaciones climáticas, sociales y coyunturales que son inevitables y se hallan completamente al margen de la voluntad del sujeto humano, de una utopía porque no resulta imaginable una vida humana de la que se haya rechazado totalmente la contingencia.

Cada día más la medicina contemporánea, se halla atrapada en un proceso vertiginoso e imparable de especialización, se caracteriza por una comprensión más tecnificada y parcial no ya de la enfermedad como situación recurrente en el ser humano, sino como averías en un cuerpo. La especialización médica actual no puede tener, mirar y comprender el cuerpo humano de manera integral, sino que en cada caso, se aplica una técnica concreta que intenta ser efectiva para restablecer el sector del cuerpo que se considera dañado o sujeto a una disfunción que deba repararse, mucho menos le interesa aproximarse a la experiencia humana de sufrimiento, ni la comprensión de los contextos socio históricos de la persona.

Más allá de su eficacia concreta en muchos casos, la medicina actual se ancla en la disociación progresiva entre la enfermedad y el enfermo, de tal forma que tiende a identificar al enfermo por su padecimiento, apartando un conjunto de elementos que intervienen en la experiencia de la enfermedad como tal. En este momento donde la medicina se ha convertido cada vez más una ciencia de las enfermedades y no de los enfermos, la divulgación descontextualizada y trivial del saber médico por un lado y las instituciones de salud y asistenciales públicas y privadas por el otro han provocado que para la mayoría de las personas con alguna dolencia, vivir su enfermedad consista en hablar o recibir información de acuerdo a clichés y estereotipos, que a su vez cosifican y reducen a la persona a un dato burocrático o a un artefacto averiado que hay que reparar. La tecnología y la especialización médica excesiva no sólo parcelan el cuerpo del enfermo y lo disocia como ser físico-espiritual, sino que además afecta la comprensión y ejercicio de los profesionales de la salud cada vez más supeditados al uso de tecnologías, generando un sistema social que refuerza estos imperativos y cambian la práctica médica porque redefine el rol del médico o cualquier otro profesional de la salud, cambiando el foco de atención y cambiando la visión sobre cómo debe considerarse al paciente y a la enfermedad.

Los comportamientos y actitudes propuestas o imperativas en esta sociedad medicalizada, toman como punto de partida la renuncia a lo social y a lo político por considerarlos aspectos ideológicos carentes de objetividad y valor científico, hecho que Richard Sennett denomina el declive del hombre público, y plantea que la sociedad contemporánea intima y narcisista ha privado al hombre de su espacio público.

En este contexto los debates sobre en torno al quehacer y misión de la medicina y de la epidemiología como ciencia académica y aplicada nos preguntamos ¿Estamos en presencia de una crisis de esta disciplina o ciencia? En el transcurso del último siglo ha experimentado el auge y los límites de sus métodos, considerados durante mucho tiempo los instrumentos de investigación científica por excelencia de la salud pública, con éxitos notables como la demostración de la relación entre tabaquismo y cáncer pulmonar, hábitos alimentarios, sedentarismo y enfermedades cardiovasculares, la erradicación de enfermedades infecciosas a través de las campañas de inmunización; sin embargo se pueden observar signos de agotamiento del modelo basado en la curación de enfermedades, como por ejemplo en el ejercicio médico en serie y despersonalizado según los protocolos preestablecidos y descontextualizados, temas como las iatrogenias y el incremento de las desigualdades sociales , problemas como las adicciones, accidentes y la violencia social, el incremento de la morbilidad por enfermedades

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