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Ilustracion

9807025071314 de Octubre de 2014

810 Palabras (4 Páginas)490 Visitas

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La pereza y la cobardía son causa de que una tan gran parte de los hombres continúe a

gusto en su estado de pupilo, a pesar de que hace tiempo la Naturaleza los liberó de ajena

tutela (naturaliter majorennes); también lo son que se haga tan fácil para otros erigirse en

tutores. ¡Es tan cómodo no estar emancipado! Tengo a mi disposición un libro que me

presta su inteligencia, un cura de almas que me ofrece su conciencia, un médico que me

prescribe las dietas, etc., etc., así que no necesito molestarme. Si puedo pagar no me hace

falta pensar: ya habrá otros que tomen a su cargo, en mi nombre, tan fastidiosa tarea. Los

tutores, que tan bondadosamente se han arrogado este oficio, cuidan muy bien que la gran

mayoría de los hombres (y no digamos que todo el sexo bello) considere el paso de la

emancipación, además de muy difícil, en extremo peligroso. Después de entontecer sus

animales domésticos y procurar cuidadosamente que no se salgan del camino trillado donde

los metieron, les muestran los peligros que les amenazarían caso de aventurarse a salir de

él. Pero estos peligros no son tan graves pues, con unas cuantas caídas aprenderían a

caminar solitos; ahora que, lecciones de esa naturaleza, espantan y le curan a cualquiera las

ganas de nuevos ensayos.

Es, pues, difícil para cada hombre en particular lograr salir de esa incapacidad,

convertida casi en segunda naturaleza. Le ha cobrado afición y se siente realmente incapaz

de servirse de su propia razón, porque nunca se le permitió intentar la aventura. Principios y

fórmulas, instrumentos mecánicos de un uso o más bien abuso, racional de sus dotes

naturales, hacen veces de ligaduras que le sujetan a ese estado. Quien se desprendiera de

ellas apenas si se atrevería a dar un salto inseguro para salvar una pequeña zanja, pues no

está acostumbrado a los movimientos desembarazados. Por esta razón, pocos son los que,

con propio esfuerzo de su espíritu, han logrado superar esa incapacidad y proseguir, sin

embargo, con paso firme.

Pero ya es más fácil que el público se ilustre por sí mismo y hasta, si se le deja en

libertad, casi inevitable. Porque siempre se encontrarán algunos que piensen por propia

cuenta, hasta entre los establecidos tutores del gran montón, quienes, después de haber

arrojado de sí el yugo de la tutela, difundirán el espíritu de una estimación racional del

propio valer de cada hombre y de su vocación a pensar por sí mismo. Pero aquí ocurre algo

particular: el público, que aquellos personajes uncieron con este yugo, les unce a ellosmismos cuando son incitados al efecto por algunos de los tutores incapaces por completo de

toda ilustración; que así resulta de perjudicial inculcar prejuicios, porque acaban

vengándose en aquellos que fueron sus sembradores o sus cultivadores. Por esta sola razón

el público sólo poco a poco llega a ilustrarse. Mediante una revolución acaso se logre

derrocar el despotismo personal y acabar con la opresión económica o política, pero nunca

se consigue la verdadera reforma de la manera de pensar; sino que, nuevos prejuicios, en

lugar de los antiguos, servirán de riendas para conducir al gran tropel.

Para esta ilustración no se requiere más que una cosa, libertad; y la más inocente entre

todas las que llevan ese nombre, a saber: libertad de hacer uso publico de su razón

íntegramente Mas oigo exclamar por todas partes: ¡Nada de razones! El oficial dice: ¡no

razones, y haz la instrucción! El funcionario de Hacienda: ¡nada de razonamientos!, ¡a

pagar! El reverendo: ¡no razones y cree! (sólo un señor en el mundo dice: razonad

...

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