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JUAN PABLO II


Enviado por   •  6 de Enero de 2013  •  2.220 Palabras (9 Páginas)  •  418 Visitas

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Exhortación apostólica "Familiaris consortio"

Recientemente ha sido presentada en todo el mundo la nueva exhortación apostólica del Papa, "Familiaris consortio", con la que Juan Pablo II responde a la petición unánime del último Sínodo de Obispos

El contagio de una mentalidad materialista

La primera parte del documento -"Luces y sombras de la familia en la actualidad"- es una descripción rápida de la situación de la familia en el mundo de hoy. Junto a los aspectos positivos, el Papa subraya también los negativos, entre los que cita "el número cada vez mayor de divorcios, la plaga del aborto, el recurso cada vez más frecuente a la esterilización y la instauración de una verdadera mentalidad anticonceptiva".

Los mismos católicos no siempre han podido evitar el contagio. Por eso, "entre los signos más preocupantes de este fenómeno, los padres sinodales han señalado en particular la facilidad del divorcio y del recurso a una nueva unión por parte de los mismos fieles; la aceptación del matrimonio puramente civil, en contradicción con la vocación de los bautizados a 'desposarse en el Señor'; la celebración del matrimonio sacramento no movidos por una fe viva, sino por otros motivos; el rechazo de las normas morales que guían el ejercicio humano y cristiano de la sexualidad dentro del matrimonio". Ante esta situación originada por el pecado, el Papa solicita de todos "una conversión de la mente y del corazón, siguiendo a Cristo crucificado en la renuncia al propio egoísmo".

Matrimonio y virginidad

En la segunda parte -"El designio de Dios sobre el matrimonio y la familia"-, Juan Pablo II recuerda que tanto el matrimonio como la virginidad son dos modos específicos de responder generosamente a la llamada divina. El sacrificio de Cristo en la cruz por su Esposa, la Iglesia, revela que "el matrimonio de los bautizados se convierte así en el símbolo real de la nueva y eterna Alianza, sancionada con la sangre de Cristo". "En virtud de la sacramentalidad de su matrimonio, los esposos quedan vinculados uno a otro de la manera más profundamente indisoluble. Su recíproca pertenencia es representación real, mediante el signo sacramental, de la misma relación de Cristo con la Iglesia. Los esposos son por tanto el recuerdo permanente, para la Iglesia, de lo que aconteció en la cruz".

"La virginidad y el celibato no sólo no contradicen la dignidad del matrimonio, sino que la presuponen y confirman". En consecuencia, "cuando no se estima el matrimonio, no puede existir tampoco la virginidad consagrada; cuando la sexualidad humana no se considera un gran valor donado por el Creador, pierde significado la renuncia por el Reino de los Cielos", que es un "carisma" superior al del matrimonio.

El matrimonio: uno e indisoluble

La tercera parte del documento -la más extensa- lleva por título "Misión de la familia cristiana". La unidad de los esposos es el primer deber, pues "en virtud del pacto conyugal, el hombre y la mujer 'no son ya dos, sino una sola carne'". Esta unidad "hunde sus raíces en el complemento natural que existe entre el hombre y la mujer" y es "una exigencia profundamente humana" que Cristo ha elevado mediante el sacramento del matrimonio. "Semejante comunión queda radicalmente contradicha por la poligamia".

Es también "deber fundamental de la Iglesia reafirmar con fuerza -como han hecho los padres del Sínodo- la doctrina de la indisolubilidad del matrimonio; a cuantos en nuestros días consideran difícil o incluso imposible vincularse a una persona para toda la vida y a cuantos son arrastrados por una cultura que rechaza la indisolubilidad matrimonial y que se mofa abiertamente del compromiso de los esposos a la fidelidad, es necesario repetir que la perennidad del amor conyugal tiene en Cristo su fundamento y su fuerza".

Para los esposos cristianos, además, el don del sacramento "es al mismo tiempo vocación y mandamiento a que permanezcan siempre fieles entre sí, por encima de toda prueba y dificultad, en generosa obediencia a la santa voluntad del Señor: 'Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre' (Mt. 19,6)". Por eso "dar testimonio del inestimable valor de la indisolubilidad y fidelidad matrimonial es uno de los deberes más preciosos y urgentes de los matrimonios cristianos de nuestro tiempo". El Papa alaba "a las numerosas parejas que, aun con no pocas dificultades, conservan y desarrollan el bien de la indisolubilidad" y reconoce el valor de aquellos esposos que, abandonados por el otro cónyuge, no han pasado a una nueva unión.

Tras subrayar que "la verdadera promoción de la mujer exige también que sea claramente reconocido el valor de su función materna", Juan Pablo II pide que la sociedad se organice de tal manera que "las esposas y madres no sean de hecho obligadas a trabajar fuera de casa y que sus familias puedan prosperar dignamente, aunque ellas se dediquen completamente a la propia familia".

La vida es siempre un don esplendido

Siguiendo la tradición viva de la Iglesia, recordada por el Concilio Vaticano II y por la encíclica "Humanae vitae", el Papa propone de nuevo con claridad la doctrina sobre la transmisión de la vida humana, puesta en tela de juicio por "una mentalidad contra la vida (anti-life mentality)" que sólo ve peligros en el crecimiento demográfico. Sin embargo, "la Iglesia cree firmemente que la vida humana, aun débil y enferma, es siempre un don espléndido del Dios de la bondad".

"Por esto la Iglesia condena, como ofensa grave a la dignidad humana y a la justicia, todas aquellas actividades de los gobiernos que tratan de limitar la libertad de los esposos en la decisión sobre los hijos. Por consiguiente, hay que condenar completamente y rechazar con energía cualquier violencia ejercida por esas autoridades en favor de la anticoncepción e incluso de la esterilización y del aborto procurado. Al mismo tiempo hay que rechazar como gravemente injusto el hecho de que, en las relaciones internacionales, la ayuda económica concedida para la promoción de los pueblos esté condicionada a programas de anticoncepción, esterilización y aborto pro-curado".

Al subrayar la importancia de la doctrina expuesta en la encíclica "Humanae vitae" sobre la regulación de la natalidad, Juan Pablo II pide a los sacerdotes y teólogos presenten sin ambigüedades el verdadero significado de la sexualidad

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