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LA TOLERANCIA Y LO INTOLERABLE.


Enviado por   •  27 de Mayo de 2019  •  Síntesis  •  1.195 Palabras (5 Páginas)  •  77 Visitas

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LA TOLERANCIA Y LO INTOLERABLE.

La base de la doctrina humanista se desarrolla con dos principios básicos, la igualdad y libertad. Estos principios están en los Estados democráticos: igualdad y libertad. La igualdad da un primer fundamento para la práctica de la tolerancia al reconocer que todos somos iguales aun siendo diferentes.

Los estados democráticos tienen problemas para imponer la igualdad y libertad, dos de los problemas de la igualdad son la falta de coherencia entre la aplicación de lo que se dice y se hace, muchas veces se habla de la igualdad universal, más sin embargo se presupone que esa igualdad solo se da si las personas piensan o actúan de una misma manera.

El segundo problema es si ¿al aceptar el principio de la igualdad se renuncia a cualquier juicio de valor? Para esto el humanismo dice que la ilustración es un bien absoluto, mientras que las leyes van cambiando respecto a la época y no pueden ser juzgadas.

La igualdad es muy buena cuando se habla de tolerancia hacia lo extraño, pero sin libertad no se puede hablar de tolerancia frente al derecho de actuar libremente en una sociedad. A diferencia de la igualdad la libertad no puede ser absoluta, sino que debe ser regulada por la ley.  Por lo que en una sociedad es aplicada la libertad civil y no la independencia natural, pues la segunda llevaría a perjudicar al otro, sobre todo al más débil.

La libertad civil permite hacer lo que la persona quiera o entienda, siempre y cuando este respetando las reglas y las leyes para no perjudicar a los demás. Existen tres cosas que no son tolerables:

1) La desaprobación del contrato social.

2) Un Estado puede no tolerar las acciones de personas que, dentro del mismo, se valgan de otro Estado.

3) La discriminación de unos individuos a otros.


TRANSITO DEL CONOCIMIENTO MORAL COMÚN DE LA RAZÓN AL FILOSOFICO

En esta lectura el autor habla de que no hay nada que estemos dispuestos a considerar como bueno de verdad a no ser “una buena voluntad”, es decir, el firme propósito de actuar siempre correctamente, o sea, como se debe. Es verdad que hay otras cosas que los seres humanos consideramos buenas como tener un buen carácter, gozar de la vida, o ser feliz. Pero su bondad depende, en último término de las circunstancias.

Tan sólo la voluntad de obrar bien, cueste lo que cueste e independientemente del beneficio que de ello podamos sacar, es lo único que todos podemos considerar verdaderamente valioso y bueno en sí mismo al margen de que por circunstancias que no dependen de ella, no pudiera ver realizadas sus intenciones. La buena voluntad es buena por establecer la firme intención de actuar siempre correctamente no porque se proponga conseguir algo que puede ser considerado bueno,

Una voluntad, por tanto, que tiene una intención de hacer algo no es buena por los objetivos que quiera alcanzar sino porque actúa, teniendo en cuenta el deber. La buena voluntad es la que atiende solo al cumplimiento del deber.

Pero es necesario distinguir cuando se actúa conforme al deber o Por deber. Las acciones conforme al deber son las que coinciden con el deber pero que pueden tener detrás una intención egoísta o nos vemos obligados a ello. Estas acciones si bien cumplen un deber no tienen ningún mérito ni valor moral alguno pues no han sido hechas por deber. Las acciones que se hacen por deber atienden solo al mandato de la razón, es decir, son libres y conscientes atendiendo sólo a lo que la razón manda que se ha de hacer, independientemente de nuestros deseos o inclinaciones. Sólo se atienen a que, de acuerdo con nuestros ideales, establecidos racionalmente han de cumplirse, constituyen una obligación.

Las obligaciones que se establecen de esta manera tienen la característica de que son universalmente válidas: todo el mundo la reconoce como buena. Se convierte, entonces, en una ley moral. La ley moral o máxima moral es una ley que todo ser racional puede considerar objetivamente como válida. Y en eso consiste actuar por deber cuando actuamos conforme a razones objetivamente válidas para todos los seres humanos excluyendo cualquier otro influjo sobre la voluntad que no sea el respeto a la norma establecida.

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