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LA ÉTICA, SU OBJETO DE ESTUDIO Y SU SENTIDO SOCIOCULTURAL

Angel XoolApuntes2 de Noviembre de 2019

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CAPÍTULO 1

1.- EL SENTIDO DE APRENDER SOBRE ÉTICA

  1. GENERALIDADES SOBRE ÉTICA

Los seres humanos vivimos gran parte de nuestra vida en grupos. Interactuamos como miembros de una familia, residentes de un vecindario, de un pueblo o  de una gran ciudad, vivimos como miembros de un determinado grupo social, económico, religioso o étnico o como ciudadanos de una nación.

Aunque no siempre somos conscientes de nuestra condición de miembros de un grupo, sí pensamos y actuamos en forma que, por lo menos, estos comportamientos son determinados parcialmente por la pertenencia al grupo, los tipos de ropas que usamos, la composición de la dieta y forma en que nos alimentamos, las creencias, costumbres  y valores que seguimos.

Como personas tenemos una característica que nos distingue claramente de los animales, aunque ambos nacemos de seres vivos, solo los seres humanos somos hijos de padre y madre, solo los hombres formamos familia.         La familia humana no es obviamente un mero hecho biológico, sino también un fenómeno social, y a partir del nacimiento viviremos en una  permanente interacción social y en el desarrollo de actividades en común en el seno de grupos de todo tipo.

Los animales forman parvadas, hatos, bancos, rebaños, recuas, piaras, pero no son familias, andan juntos y actúan de manera instintiva cien por ciento.

Si bajamos un nivel más hasta llegar al mundo de los vegetales, entonces encontramos la negación total de la familia: encontramos el individualismo total, absoluto; cada planta crece sola, incapaz de manifestar interés o desprecio por otra planta, pueden existir días, meses o años, muchos años más que nosotros, sin haber jamás un dialogo, una caricia, un gesto de simpatía o de ayuda mutua.  

La vida nuestra, la de los hombres, es diferente “todo girando en torno a la convivencia, al diálogo, a la participación”. Porque somos seres sociales y esta cualidad nos lleva a formar grupos y a integrarnos en los ya formados.

Estas características distintivas superiores nos permiten a los seres humanos manifestar comportamientos diversos a tal grado que hemos llegado al extremo de atentar en contra de nuestra supervivencia. Con el fin de evitar estos choques destructores, nos corresponde a cada integrante de la sociedad fomentar: la cooperación, colaboración, convivencia, compañía y tomar decisiones de manera colegiada (entre todos). Sólo así será posible evitar conflictos y que la comunicación trascienda, nos pongamos en contacto genuino, escuchándonos mutuamente y aceptándonos pese a las diferencias individuales que tengamos cada uno de nosotros.

Es necesario analizar el rumbo que ésta sociedad ha tomado y encontrar el verdadero sentido y significado a las cosas que hacemos; esto nunca será posible si no revisamos a la luz de la conciencia los comportamientos y conductas que en cada uno de los ámbitos de nuestra existencia realizamos, revisar de igual manera los motivos que nos impulsan para hacer lo que hacemos, revisar nuestros valores personales y los valores de la comunidad en la que vivimos y la manera en que nos están impactando.

Es indiscutible que los valores que nos caracterizan como personas y forman  nuestro repertorio conductual han estructurado una personalidad que nos define como seres humanos irrepetibles y determina  una actitud mental que guía nuestra participación y ubicación en la sociedad.

Toda sociedad desde los orígenes de la humanidad ha creado reglas y normas para que sus integrantes las sigan y de esta manera poder vivir en  armonía, generando bienestar y tranquilidad con los que convivimos, independientemente del estrato social al que cada uno pertenezca, ésta debe de ser la principal razón del comportamiento individual de acuerdo a los mandamientos que cada grupo social voluntariamente establece.

        Los seres humanos por los siglos de los siglos hemos experimentado sentimientos de impotencia, frustración e insatisfacción y una serie de emociones negativas ante los deberes que nuestra condición de mortal la vida nos impone, por lo cual el conflicto ha sido parte inevitable en nuestro proceso de desarrollo personal, es imposible eliminarlo, que no exista, ¡es como la sal y la pimienta  que le da sabor a la vida!

        Resulta primordial aprender a manejar el conflicto, para ello se requiere adiestramiento para conducirlo de acuerdo a los objetivos personales sin  violentar los intereses de los que conforman el grupo social.

        La primera vez que se encuentran escritos con amplias y concretas referencias a los problemas y conflictos sociales, es en los escritos del maestro moralista más notable que haya existido sobre la faz de la tierra, Confucio, posiblemente a él se le atribuya la primera idea de sociedad y humanidad que se escribió en el mundo.

Confucio decía que los hombres tenían diez deberes, los cuales eran:

  • Que el padre sea suave y el hijo respetuoso.
  • Que el hermano mayor sea amable y el menor dócil.
  • El esposo justo y la esposa obediente.
  • La vejez bondadosa y la juventud conciliadora.
  • El gobernante cariñoso y el servidor concienzudo.

        Estas diez oraciones son los deberes del hombre; sin embargo en los inicios del siglo XXI reñir, robar y matar son los males de los hombres. 

        Las afirmaciones últimas de Confucio, sus palabras y  consejos, todavía podrían servirnos a más de dos mil quinientos años de distancia, como norma de comportamiento ético, jurídico y social, para  cualquier pueblo de la tierra, sin importar lo avanzado de su civilización.

  1. LA ÉTICA, SU OBJETO DE ESTUDIO Y SU SENTIDO SOCIOCULTURAL.

        Es motivo de este apartado profundizar en el conocimiento de  la ética con respecto a  su objeto de estudio y su sentido sociocultural.  Para ello Es necesario definir con claridad el concepto de cultura, sus divisiones, contenidos, funciones, entre otros aspectos relevantes que permitan entenderla y profundizar en el conocimiento de las diversas conductas que expresan las personas en los distintos ámbitos de su vida.

        La tierra está poblada por aproximadamente seis mil quinientos millones de seres humanos (año 2014), cada uno de los cuales pertenece a la misma especie biológica: El Homo sapiens. Aun así las diferencias culturales, costumbres y formas de vida son muy marcadas unas de otras. Muchas de ellas llaman la atención, divierten, hacen reflexionar, y otras desorientan, pero, en su conjunto son abrumadoras. Muchas diferencias son puramente una cuestión de convencionalismos sociales. El fallecimiento de un familiar, es motivo de tristeza y dolor entre la sociedad mexicana independientemente del estrato social, económico o educativo, y el mismo hecho llena de alegría a la sociedad menonita que radican en el norte de nuestro país. Los colores  de igual manera tienen significados diversos, el color negro representa luto para nosotros los mexicanos y para los chinos lo representa el color blanco. El número de la mala suerte entre los chinos es el cuatro, en tanto que entre los mexicanos es el trece, ejemplos de diferencias culturales existen en gran cantidad, el ser humano ha creado diferentes estilos de vida en todos los rincones del planeta. Esto se manifiesta en sus  bailes, gastronomía, música, vestido, juegos, apariencia externa, el arte, las creencias religiosas. Existen diferencias aun más marcadas y más importantes que las referidas a las convenciones sociales. Sociedades que son muy prolíficas y otras que consideran que tener muchos hijos no es bueno. Grupos sociales que quieren, cuidan, veneran y respetan mucho a sus ancestros y otros que los relegan a un segundo plano y sienten que les estorban.

        Muestra de lo anterior es el relato de Jorge Bucay en el libro “De la autoestima al egoísmo”, donde comenta que es el emblema de lo que no se debe hacer si  no se quiere pagar costosísimas altas consecuencias; en el libro y porque ilustra como ninguno la idea de lo influyente que es en nuestra vida la relación con los padres, para bien o para mal, ésta es la fuerza condicionante de la educación y del aprendizaje social.

        Hace mucho tiempo, en un pequeño pueblo de algún lugar de Oriente, vivía un hombre con cuatro hijos, el menor de los cuales tenía, en el momento de esta historia, alrededor de 30 años. Para ese entonces, sus hermanos contaban con 35, 37 y 40 años. El padre tenía algo más de 60, pero como en esa época el promedio de vida rondaba los 40, era prácticamente un anciano y, por lo tanto, tenía todos los problemas propios de la senectud. Su cabeza, su cuerpo, sus esfínteres, su capacidad para valerse por sí mismo, nada de eso funcionaba bien en el viejo.

        Un día, el hijo más joven se casó y se fue de la casa. Se generó un gran problema: el padre se quedaría solo. La madre había muerto a raíz del último parto y los otros hermanos ya estaban casados. En consecuencia, no había nadie que pudiera hacerse cargo de ese anciano, con el agravante de que no eran épocas en las que hubiera residencias geriátricas ni dinero para pagarle a alguien que se ocupara de de cuidarlo.

        Los hijos empezaron a sentir que, pese al amor que le tenían, el padre suponía una complicación. No era posible que ninguno de ellos se lo llevara a vivir a su casa para hacerse cargo de él. Así es que los hijos tenían verdaderamente un serio problema.

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