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LOS SIETE SABERES NECESARIOS PARA LA EDUCACIÓN DEL FUTURO


Enviado por   •  18 de Noviembre de 2021  •  Reseñas  •  2.676 Palabras (11 Páginas)  •  88 Visitas

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LOS SIETE SABERES NECESARIOS PARA
LA EDUCACIÓN DEL FUTURO

EDGAR MORIN

En este breve ejercicio voy a revisar las propuestas del texto Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Me parece sumamente relevante que se propongan nuevas formas y métodos de enseñanza para las nuevas formas de vida y las nuevas necesidades tanto de esta época como de los años venideros, razón por la cual, me interesó trabajar con este texto, pues considero que es algo que tanto como educadores y educandos debemos trabajar y exigir.

En este texto, el autor propone no dar una guía o lineamientos para las escuelas, sino exponer y reconocer los problemas que atraviesan a la educación, que dificultan su trabajo, que dificultan la socialización de la ciencia y demás conocimientos, y que dificultan la estancia de las personas en el mundo, así como su desarrollo en él y los impactos que tienen sus decisiones en el propio planeta.

Como el título del texto delata, el autor propone que hay  siete saberes fundamentales para educar en el futuro, independientemente de la sociedad, el país y las costumbres, estos saberes son: reconocer las cegueras del conocimiento: el error y la ilusión; saber identificar los principios de un conocimiento pertinente; enseñar la condición humana; enseñar la identidad Terrenal; enseñar a enfrentar las incertidumbres; enseñar la comprensión y enseñar y practicar una nueva ética, la ética del género humano.

Sobre el error y la ilusión. Es fundamental reconocer que  no hay conocimiento que no esté en mayor o menor medida amenazado por el error o por la ilusión, dado que esos conocimientos son nacidos de la propia interacción humana con el mundo es necesario comprender que todo conocimiento, incluso el conocimiento sistematizado está a su vez mediado por el lenguaje, la teoría y otros prejuicios, es entonces reconocer que un conocimiento no es el espejo de las cosas, no describe jamás a la cosa en sí, sino que se trata de reconstrucciones e interpretaciones de esas cosas, que se pueden ver alteradas por elementos externos o internos, como el lenguaje, la cultura, los prejuicios y los objetivos del que sistematiza o busca ese conocimiento, como ya mencionamos.

Los paradigmas también determinan los modos de generar conocimiento y los modos en los que han de ser sistematizados esos conocimientos, así mismo las doctrinas e ideologías dominantes también lo hacen, imprimiendo una huella y normalizando las cosas a fin de limitar las discusiones de los conocimientos o creencias a lo mínimo.
        No se trata entonces de censurar el error, satanizarlo o negarlo, ni de buscar la perfección, sino de todo lo contrario, reconocer que no somos capaces de librarnos de él y estar conscientes de que está siempre al acecho,
“la educación debe entonces dedicarse a la identificación de los orígenes de los errores, ilusiones y cegueras”[1], y esto lejos de ser un defecto es una virtud.

También es fundamental entender que no debemos censurar de la ciencia o el conocimiento sistematizado aquello que nos hace humanos, no solo el reconocimiento del error y de la ilusión, sino también de otras características que nos hacen ser lo que somos, como la imaginación y las emociones, como también ya mencionaba Pierce a finales del siglo XIX principios del XX, lo emocional y la imaginación son valores importantes en la construcción del conocimiento/ciencia, pero no solo importantes, sino fundamentales y prioritarios a la hora de hacerlo, pues es necesario un interés muy fuerte, querer saber, estar apasionado por los temas que se tratan, y ser siempre creativos para proponer soluciones a los problemas que se presentan, y no quedarse en la teoría de la búsqueda de las verdades ulteriores o de La Verdad, no quedarse en la mera ideología de lo racionalizador que es cerrado, que no permite tan fácilmente la autocrítica, que está fundado principalmente en un sistema lógico perfecto, sino ir más allá, reconociendo las limitantes, estar en lo verdaderamente racional, que al ser no sólo crítico, sino autocrítico es abierto, que permite el diálogo entre lo lógico y lo empírico, que conoce los límites de la lógica, los problemas del determinismo y del mecanismo, que además reconoce los límites de la mente humana, por lo que reconoce también la posibilidad del error, y por ello está más protegido ante él.

 Este mismo modelo acepta lo inesperado, pues eso  permite revisar los conocimientos y no darlos por sentados o universales, reconoce que hay cosas que no podemos predecir, y está bien con ellos, pues eso implica menos ilusiones a la hora de hacer ciencia o crear conocimiento. Esto es en otras palabras, conocer cómo se forma el conocimiento, y conocer el conocimiento mismo. Conocer el conocimiento permite integrar al sujeto que conoce como fundamental para la educación, reconocer que hay condiciones particulares de los sujetos permite la apertura a cuestionar lo que sabemos y lo que queremos saber, también permite que la ciencia sea más accesible a todos, que no se quede cooptada en unas elites de individuos o naciones.  

Por esta misma razón es necesario revisar la pertinencia de lo que se enseña, evidenciar el contexto, lo global y lo multidimensional así como lo complejo de los objetos del conocimiento en la educación, la cual debe brindar herramientas para la resolución de problemas bajo esa nueva perspectiva, y dejar de ver y enseñar el conocimiento de manera fragmentada, por disciplinas que aparentan no tocarse o no tener relación unas contras, y enseñar en tanto las complejidades y entramados que atraviesan a los fenómenos, para ello el autor propone que se desarrolle e impulse en los educandos una inteligencia que presume como natural, la llama inteligencia general, pues dice que educar para el futuro requiere que se fortalezca esa inteligencia, que los sujetos del conocimiento sean capaces de ver el panorama completo de las problemáticas, que sean capaces de reconocer sus limitantes, que reconozcan los contextos y la complejidad del mundo, que sean curiosos del mundo, para así poder acercarse a la resolución de particularidades, sin descuidar o pasar por alto elementos importantes que aunque no parecen directamente relacionados lo están, es decir que sean capaces de trabajar desde la multidisciplinariedad o contrario a la idea de que la hiperespecialización es la respuesta a las problemáticas específicas.

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